Nos lo repite Francisco: sacerdotes y obispos, menos funcionarios y más pastores.

Hace muchos años lo decíamos: "Menos funcionarios y más pastores". Ahora lo dice el Papa Francisco con frecuencia. Pero ya en mis tiempos jóvenes ocurría el funcionariado sacerdotal. Una vez visitó el obispo una de mis parroquias para contemplar las piedras viejas de la iglesia; yo estaba en casa, pero no se dignó llamarme. Lo sentí, pero no bajó mi autoestima por ello. Simplemente me pareció un desdoro para él. Y es que para el obispo los sacerdote habrían de ser la niña de sus ojos. Vivir de cara a ellos con amor; visitarlos en sus casas. Durante mis trece años de ministerio no tuve la suerte de que me saludara el obispo en mi hogar. Eran los años del Concilio y una vez me visitó el Vicario General en su gira pastoral. Nada más.



¡Así nos ha ido! Estábamos acostumbrados a ver al obispo distante, el hombre de la autoridad, el ser especial. Y eso no puede ser. Me dicen que en tierras de misión los obispos son cercanos y muy solícitos con sus sacerdotes. A ver si les exhortan a sus compañeros del viejo mundo. Aunque esperemos que ahora, con un clero diezmado y encanecido, se acerquen más lo señores prelados a sus sacerdotes en Europa, sin esperar siquiera a que ellos vayan a Palacio. Y dentro de pocos años, aún les va a ser más fácil, porque les quedarán muchísimos menos curas”.


Y... hace unos meses recibí esta carta por Internet:
“Y así como un obispo tendría que estar en estrecho contacto con sus sacerdotes, estos mismos con la gente, a imagen del Buen Pastor, principalmente ir tras “la oveja perdida”. En los 40 años de mi residencia en un sector habitacional de Lima (Perú), nunca un sacerdote tocó mi puerta. Dicen que faltan sacerdotes. ¿No será esta una de las razones?” F. W.

Pues claro que sí: una de las razones de la baja de vocaciones en todos los lugares es el escaso o nulo contacto con los fieles por parte de los curas, y el escaso contacto cordial de los obispos con sus sacerdotes. La transmisión de la fe se hace no con el frío discurso - homilía le dicen - de cura funcionario; no con decir una misa para quien quiera ir; no con abrir el despacho para apuntar próximos bautizos, bodas y defunciones. La transmisión de la fe se hace por la palabra cálida de tú a tú y en grupo; por el amor e interés por la persona individual. Esto supone horas de oración y contemplación junto a Jesús del Sagrario o al Dulce Huésped del alma.

Todo se traduce en una sola palabra: Amar. Y no amar a la humanidad, que hasta los políticos la aman, sino a la persona concreta, ayudarle en su vida, abrirle perspectivas humanas y de trascendencia. ¡Las dos cosas a la vez: lo humano y lo divino!

Mientras sigamos con obispos y curas funcionarios, distantes, meros conservadores de lo heredado, poco conseguiremos. Además la gente se enfría, entra en la indiferencia, se retrae. Merece la pena, querido cura y obispo si lees esto, que lo lleves a tu oración con seriedad. Y si eres seglar, envíalo al cura más próximo o al obispo distante.

José María Lorenzo Amelibia
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