Hambre y sed de Dios
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
Hambre y sed de Dios
Desde hace tiempo, te lo he dicho más de una vez, tengo hambre de Dios. Es una gracia actual continua y muy grande. Temo no saber aprovecharla. ¿Cómo se lo agradeceré al Señor? Tú también tienes esa hambre de Dios. Vamos a fomentarla y sobre todo a saciarla en la oración, en la Eucaristía, en las fuentes de agua viva. Que hoy día tenemos mucha prisa; siempre estamos ocupados con algo, y corremos peligro de no tener tiempo para saciar el hambre de Dios. Y lo malo es: podemos volver a caer en la anorexia de Dios, en la falta total de hambre divina.
La prisa es un obstáculo y otro es la distracción del periódico, de la televisión y de charlas para matar el rato. Nada hay comparable como disfrutar de entendimiento y voluntad puestos en Dios el mayor tiempo posible. Entonces, sí, encontramos momentos de intimidad con él. Los santos después de sus actividades externas, han sabido volver a la charla amorosa con el Dulce Huésped del alma. Mirando a Dios, fuente de todo amor y belleza, se quedaban arrobados en espíritu. ¿Por qué no imitarles?
José María Lorenzo Amelibia
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