Retiro del mes de junio del año 2023 Jesucristo Sumo y Eterno  Sacerdote

El tema del retiro de este mes es: Jesucristo Sumo y Eterno  Sacerdote

Advertencia para todos los meses:

Retiro: Es bueno todos los meses practicar una mañana o una tarde de retiro. Ofrezco este retiro del mes de junio 2023. Se puede realizar en particular durante una mañana o una tarde. También puede servir a sacerdotes para ofrecerlo a algún grupo de personas. Puede ser muy fructuoso para el alma. --- Íntegro debajo de este anuncio:

Preámbulo. Ante todo hemos de ponernos en la presencia de Dios de una manera consciente y detenida; esta puede ser una manera eficaz:

 1.- Con calma decir: Señor, Tú estás aquí. Yo lo creo. Tú me ves... Me contemplas... Penetras mi alma hasta el fondo... Me escuchas... Me amas... Yo soy alguien para Ti. Importo ante tus ojos. 2.- Lo creo, Señor, porque Tú lo dijiste; y ni quieres, ni puedes engañarnos. 3.- Si Tú estás aquí, y lo creo, debo comportarme como lo hago delante de alguien que es muy importante para mí.4.- Voy a practicar un acto de oración, de búsqueda de Ti, de tu voluntad. Sea para tu mayor gloria.

Jesucristo Sumo y Eterno  Sacerdote

deho

Dehonianos

Exposición:

         1.- Qué maravilla el carácter sacramental: en el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Lo que Cristo es, eso hemos de ser los cristianos. Cuantos en Cristo hemos sido bautizados, nos hemos vestido de Cristo. Recibir su investidura. Y en el sacerdocio (tanto en el ministerial como en el común recibido en el bautismo) aún nos revestimos más de Cristo. El carácter del Bautismo, la Confirmación y el Orden concurren a perfeccionar en el alma en esta asimilación sobrenatural. La gracia de adopción nos habilita para amar, conocer, poseer a Dios como Él se conoce y Él se ama. Así penetramos en la intimidad de la vida divina. Tenemos así una semejanza con Cristo. Queda grabado en el alma este parecido con Cristo de una vez para siempre. El carácter: un sello espiritual que consagra el hombre a Cristo, como discípulo, soldado, ministro suyo. Nos marca para siempre con la señal del Redentor. Nos hace semejantes a Él. Exige en el alma la amistad de Aquel cuya señal indeleble llevamos grabada en la entrañade nuestro ser. 

         2.- Los cristianos somos asociados a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Nos convertimos en mediadores entre los hombres y la Divinidad. Nuestro carácter bautismal - sacerdotal es la fuente de todos nuestros carismas, es como el manantial del que brota una gracia sobrenatural que da fuerza para la vida. “El sacerdote, otro Cristo”. Y si además has recibido el sacramento del orden, tienes la facultad de presidir la Eucaristía y realizar el sacrificio de la Misa, acompañado por el pueblo sacerdotal, pueblo de Dios.

3.- Nos fijamos ahora más en quienes han recibido el orden sacerdotal. Recordar el día de nuestra ordenación; por la imposición de las manos del obispo descendió sobre nuestra alma el Espíritu Santo, y el Padre eterno contemplaba con infinita complacencia a su nuevo sacerdote. ¡Hace diez, veinte, cincuenta años! Imagen de su amado Hijo. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc. 1, 31...). En este misterioso momento nos cubría su gracia. Al levantarnos, éramos ya hombres transformados. ¡Qué maravilla!

4.-  “Desde hoy – dijimos – soy sacerdote para siempre; junto a Jesús”. “Señor, unido a Ti, darme a las almas”. Ese día recibimos el sello divino que se grabó en la entraña misma de nuestro ser cristiano – sacerdotal. Y fuimos consagrados a Dios en cuerpo y alma, como un vaso de altar; y más, pues somos seres conscientes. Jesucristo “nos ha asimilado” desde entonces. Es un error funesto para todo sacerdote el subestimar la dignidad sacerdotal; tan gran error como estimarla para sentirnos “superiores a los demás” por ser cristianos u ordenados: somos servidores, como Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, de cuyo sacerdocio participamos. La humildad más profunda ha de anidar en nuestro corazón sacerdotal. ¿Por qué a mí?

         5.- Esto vale para cuantos hemos recibido el bautismo y la confirmación: El deber más sagrado nuestro,  formarnos una alta idea de nuestra grandeza, en medio de una personalidad tan pobre, porque aunque grandes en Cristo, somos unos pobres hombres. Así es. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Jn. 15,6). Elegidos de Dios. Nadie tiene derecho a elevarse a sí mismo; nadie. En Jesucristo el sacerdote constituye un don concedido por el Padre. Fe viva y desbordante por la elección que Dios ha hecho con nosotros. Ha sido una elección privilegiada de amor. El don del bautismo y sacerdocio es como una cadena interminable de innumerables gracias. Estamos identificados con Cristo. Vamos a serle fieles hasta el fin. Vamos a pedirle perdón de nuestras pequeñas o grandes infidelidades, como Pedro. Que Él nunca nos rechaza.

         6.- En cuanto al sacerdocio ministerial, el sacerdote ocupa el lugar de Cristo. “Esto es mi cuerpo”. Tenemos su mismo poder. Nuestro sacerdocio está totalmente subordinado al de Cristo. Es un reflejo del sacerdocio de Jesús. Hacemos participantes a los hombres de los frutos de la Redención. El sacerdote está asociado a Jesús, como dispensador de la misericordia de Él a los hombres. “Así nos estime al mundo: como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios” (1 Cor. 4,1). Llevamos en nuestro cuerpo de barro un elemento divino y un elementohumano. Jesús, a pesar de estas apariencias, era el Verbo de Dios, con todo el poder divino. Y estos poderes nos los transmitió por la ordenación. Yo que soy sacerdote en nada me diferencio de los demás, pero con poderes divinos. Basta que yo hable para que Jesús baje al Altar para ser inmolado. Y Jesús con nuestra “ayuda” interviene en las personas desde el nacimiento hasta la muerte. ¡Oh el poder de los sacramentos! “Advertid lo que hacéis, imitad lo que tratáis” – nos decían en la liturgia de la ordenación. –  Vivir inflamados de amor a Dios y de celo por la salvación de las almas.

         7.- Mirar a todos con benevolencia desde el ángulo de la fe tanto el sacerdocio del bautizado, como el presbítero. La luz de la fe nos guía durante el tiempo de la prueba aquí en el mundo. La salud del hombre comienza por la fe. Prescindir de nuestra propia persona y sustituirla por la de Cristo y unirnos íntimamente a Él.

8.- El ideal de santidad  debe informar todas las acciones de la vida del sacerdote tanto del bautizado como del ordenado. Todo el valor de nuestra vida depende de la fe; es la atmósfera de la vida del sacerdote. Vivimos en constante contacto con la Eucaristía y esto nos debe animar a reavivar nuestra fe. Aumentar la alegría de la fe. Poder decir al Señor en el crepúsculo de la vida como San Pablo: “He conservado la fe”. La fe nos ayuda a vivir en Dios. Si disminuye, todas nuestras virtudes caen con ella. Purificar nuestra fe. Alimentar nuestra vida interior con la fe en el sacerdocio. “Yo soy de Cristo”; no nos pertenecemos.

         9.- Somos llamados a la santidad. Jesucristo nos considera a los sacerdotes como a sus íntimos amigos. “No os diré siervos, sino amigos”. Aspirar a la perfección. Todo es sobrenatural en el cristiano, en el sacerdocio. “Como el albañil que siempre va teñido de blanco, vosotros habéis de ir teñidos de Jesús. Estáis siempre en contacto con Él”.

         10.- A temporadas he vivido el misterio de la Misa a fondo. Debo acercarme al misterio con la viva esperanza de ser transformado en quien realmente soy; he de reformar las deformaciones en que he vivido tanto tiempo. A veces nos han influido ciertos teólogos, y hemos llegado a despreciar el fervor con el pretexto de "intimismo". Éstos mismos con teorías novedosas han influido en contra de  nuestro fervor  primero. Ahora más que nunca me adhiero con fuerza al magisterio de la Iglesia, a la Sagrada Escritura, y a la palabra escrita y practicada por los santos.

         11.- No ha de importarnos que nos acusen de espiritualismo. Tal vez este espiritualismo que condenan, acaso algún día les salve: el mío, el de otros muchos, el de tantas personas enfermas, en clausura, en la oscuridad del anonimato. Que ellos acaben por recibir el Alimento que tanto han rehusado en acoger.

         12.- Vivir la Misa: una vivencia constante en los días que el Señor todavía me mantenga en este mundo. Hundirme en el misterio, como en los meses inmediatos a mi consagración, como en los tiempos en que hasta nuestro  cuerpo, nuestra expresión externa se transformaba por la presencia de Jesús  en nosotros.  Cada Misa celebrada o participada con plena consciencia  y fervor ensancha las puertas de mi alma y hace que penetre en ella a raudales la gracia santificante. Hemos de aprovechar el poco tiempo que nos queda de Eucaristía. Me emociona el viático de Vianney que lloraba porque era la última vez  en que recibía a Jesús. Alguien le dijo: ¡"Pero si vas a gozar de su presencia durante toda la eternidad"!  "Pero  - respondió - ¡he estado tan unido a la Eucaristía durante tantos años...""

Ideas principales de Columba Marmión

Examen práctico 

  1. ¿Me dejo amar de este amigo?
  2. ¿Me dejo guiar de este amigo?
  3. ¿Correspondo a su amistad?
  4. ¿Estoy junto a Él consciente en la presencia de la Misa, en la presencia del sagrario, en la presencia de los hermanos, miembros como yo del Cuerpo Místico de Cristo?
  5. ¿Vivo a diario la Misa? ¿Cómo?
  6. ¿Si he recibido el sacramento del orden, recuerdo de vez en cuando esta idea de la ordenación: “Advertid lo que hacéis, imitad lo que tratáis”? Grabarla hoy en mi memoria.
  7. Grabar también en mi memoria esta idea: “Así nos estime al mundo: como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios”.
  8. ¿Cómo vivo mi consagración a Dios por el bautismo y la ordenación sacerdotal?
  9. ¿Cómo vivo en mi conciencia mi mediación entre los hombres y la Divinidad?

 Retiro  del mes de junio 2023

José  María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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