EN NUESTRA MENTE, LA GLORIA DE DIOS

No pretendo otra cosa sino contentarle; no quisiera otro gozo ni otro bien sino hacer su voluntad. Cada día intento vivir más a tope en este ambiente interior. De hecho me quedo en el camino, pero ¿qué sería si no me lo propusiera? Santa Teresa sí lo vivía a tope. Por eso llegó a esa finura de amor a Dios.


A ver si logramos, con Su ayuda, a estar siempre dispuestos a todo por servir más a Dios. Y no en un arrebato de fervor, sino en el sentido oblativo: amar las cosas de Dios, como propias.
Estamos en tiempos en que la fe recia y mística parece que ha desaparecido; muchos la han sustituido por una duda esperanzadora y una acción humanista. Y esa tentación nos puede ganar incluso a almas mimadas desde nuestros años mozos por nuestro Dios. Para ayudarnos, nos unimos en una amistad cada vez más ferviente.

José María Lorenzo Amelibia
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