No se trata de una anécdota del pasado. Ha sucedido en este mismo año: Un general del ejército español pide a los capellanes: "Por favor, no cierren la iglesia. Déjenla abierta. Fomenten el amor y adoración a la Eucaristía en la visita privada a Jesús. No tengan miedo a los ladrones. Y, si por desgracia, hubiese algún robo, me comprometo yo a abonar íntegramente la cuantía de los sustraído."
Militares así necesitamos. ¡Y sacerdotes! Porque muchas iglesias se cierran por la tibieza en la fe de sus ministros. ¡Abrid nuestros templos al fervor eucarístico!