Me preocupa, sí, y a la vez me da esperanza: hoy se nos aconseja hasta la saciedad el cuidado de nuestra salud, porque más vale prevenir que curar. Está muy bien. Es preciso adquirir hábitos saludables siempre. La formación en temas dietéticos e higiénicos alarga la vida del hombre sobre la tierra, y la hace más productiva y eficaz en todos los aspectos.
Pero me inquieta la tendencia generalizada a enfocar el problema de la salud en una sola dimensión, la corporal, siendo así que son tres distintos los aspectos que hemos de cuidar en nuestra persona.
Muy importante evitar el sedentarismo. La falta de ejercicio físico puede acarrearnos serios problemas. Hay pequeños trucos para combatir la escasez de movimiento: acudir al trabajo a pie; tres o cuatro paseos de veinte minutos cada día; utilizar la escalera en vez del ascensor; recorrer nuestro camino los días de sol en bicicleta en lugar de utilizar el coche; practicar unos minutos de gimnasia mientras escuchamos las noticias. Cuando uno se lo propone, consigue al menos hora y media diaria de movimiento con estos sencillos ejercicios.
Suficiente. Si a esto añadimos el prescindir del tabaco y del alcohol, fuera del vaso de vino en las comidas, estamos ya en forma para mantener la salud durante muchos años.
Y aquí viene mi gran esperanza: la persona capaz de someterse a esta disciplina, tiene ya una predisposición adquirida para cultivar los otros aspectos de nuestra salud: el psíquico y el espiritual.
¡"La mente sana, en un cuerpo sano"!. La glotonería, el placer por el placer y la pereza son caldo de cultivo de todo tipo de enfermedades físicas y mentales. La fuerza de voluntad, conseguida al someter el cuerpo a una disciplina, influye directamente en el equilibrio psicológico. Por fin, el reglamento de nuestra vida debe cuidar una serie de factores que suelen elevar la capacidad de convivencia con los semejantes y la relación con Dios. En este plan debe aparecer el aprecio al trabajo de nuestros compañeros, evitar comentarios despectivos y críticas estériles. Plantear nuestro empleo laboral no como mera fuente de ingresos, mirarlo como medio para desarrollar nuestra personalidad íntegra. ¡Cuánto influye todo esto en el equilibrio psíquico!
Pero la salud con el correr de los años se deteriora. Hasta aquí es todo ha sido muy humano, muy bueno pero de esto también son capaces los paganos. Queda lo más importante: nuestra relación con Dios y con las personas como hijas de Dios. El Señor nunca nos fallará.
Este aspecto siempre lo vamos a tener en la mente, la dimensión cristiana de la salud. Pero no lo conseguiremos con sólo el esfuerzo personal, sino con la gracia de Dios que nunca nos faltará si la pedimos en la oración y en los sacramento.
José María Lorenzo Amelibia
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