SIN PRISAS Y GENEROSOS

Mi amigo Genaro siempre estaba inquieto. Me decía que afortunadamente habían pasado los tiempos en que nuestras madres consumían las horas haciendo punto, sentadas en un banco a la sombra de la casa. No comparto la opinión de mi amigo Genaro. Él, haciendo honor a sus "creencias" siempre estaba con prisa; quería llegar a todo, pero el mismo estrés lo paralizaba. No sabía disfrutar de la dicha del encuentro de la amistad. Mientras todos conversábamos tranquilos, regustando el momento presente, él hablaba de lo que tenía que hacer el próximo año.


La vida serena, sin prisas, el momento presente son fuentes de salud y de felicidad. Hoy muchas personas enfermas de estrés. Viven, sin culpa por su parte, prisioneros de los objetivos que el jefe les impone, y no consiguen sobreponerse a cierta angustia vital. Ni siquiera consiguen dar algo de su tiempo para confraternizar con los amigos de siempre. Hay demasiada vaciedad, aunque nos creemos llenos, y se vive en la periferia, en desasosiego y en una actividad frenética. Es preciso pensar que con nuestro trabajo algunos pueden ser un poco más felices.

Si queremos ser dichosos, hemos de aprender a no dejarnos dominar por los objetivos del jefe hasta el punto de perder la paz. Nadie nos puede privar de nuestra generosidad natural, de saber regalar tiempo y compartir algo de nuestra hacienda. El hecho de ponernos en el lugar de los demás y sentir lo que sienten, nos llena y ahuyenta de nosotros el fantasma de la depresión. Las prisas causan estrés, encogen el corazón y producen la enfermedad de una tristeza egoísta.

Conviene orientar nuestra vida desde la actividad entusiasta hasta la confianza en sí mismo. Y todo ello con un afán trascendente. Es preciso ser generosos, dialogantes, disfrutar haciendo algo por los demás. Primero en la familia. Después en el ambiente en que me desenvuelvo. Decía Bernabé Tierno: "Madurar es dejar huella de bondad y generosidad en el otro... detrás del egoísta, cicatero y roñica, siempre se oculta un ser depauperado, ruin y necio; incapaz de abrir la mano y lanzar la buena semilla".

¡Cómo se va superando la propia debilidad si colocamos nuestra mirada no en las prisas estériles, sino en el amor a nuestros semejantes!

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