Vamos a seguir trabajando en pura fe.
Espiritualidad
| José María Lorenzo Amelibia
Vamos a seguir trabajando en pura fe.
La pura fe
Resulta muy difícil amar a Dios sin buscar la propia complacencia. En el tiempo de las pruebas duras nos queda la alegría de que amamos y servimos a Dios sin que nuestro amor propio se mezcle en nuestra entrega generosa. Se va purificando nuestro amor. Vemos en la vida de muchos santos que preferían por esta razón las privaciones y pruebas que las alegrías y gozos, porque así demostraban que amaban a Dios del todo, muy por encima del propio consuelo.
Debiéramos estar contentos en la desolación. Vamos a hacer de la necesidad virtud. Además, vamos a darnos: cuanto más seamos purificados en esta vida, antes llegaremos al abrazo definitivo con Dios.
En medio del dolor tal vez la parte baja de nuestro ser se encuentre inquieta, pero el fondo de la voluntad se hallará con gran paz interior, sin que nada pueda separarnos de su amor.
Vamos a repetir el fiat de la Virgen y el "hágase tu voluntad" de Jesús en el huerto.
Fijo nuestro pensamiento en el Señor, podemos buscar consuelo en los amigos; pero no nos extrañe si los encontramos dormidos como los discípulos en Getsemaní.
"EL quiere sacar bien de mal, y para ello hace que nuestras faltas y las del prójimo sirvan a la santificación de las almas por la penitencia, la paciencia, la humildad, la mutua tolerancia, etc. Quiere también que soportemos al prójimo, viendo hasta en sus exigencias y en sus sinrazones los instrumentos de que Dios se sirve para ejercitarnos en la virtud."
Es preciso aguantar los acontecimientos, queramos o no, no habiendo poder en el mundo que pueda detener su curso. Es preciso rendirse amorosamente a los designios de Dios y someternos a El lo mismo en las cosas agradables que en las desagradables, en la muerte y en la vida. Nuestra cooperación personal a la acción divina es necesaria.
Dios no quiere el pecado y la maldad de las personas. Pero sabe sacar bien de mal. Y la acción mala de una persona nos puede ayudar a purificarnos. Es una penitencia. Dios, en su voluntad de beneplácito, la ha dispuesto para nosotros. Abrazarnos a ella con amor, aunque luchemos con paz por lograr nuestra realización personal.
Espero que estas ideas tomadas del libro EL SANTO ABANDONO de Dom Vital Lehodey, te puedan servir.
José María Lorenzo Amelibia
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