¡Cuándo dejaremos las muletas!

Crítica Constructiva

¡Cuándo dejaremos las muletas!

muletsa

En nuestros años de formación de seminario estudiamos mucho; siempre guiados por nuestros sabios profesores. Normal. Son pocos los autodidactas y con frecuencia adolecen de serias lagunas en su educación integral. Pero, vamos al grano:

             En una ocasión – tenía yo entonces veintiún años – nuestro profesor de Moral afirmó algo – no recuerdo el tema – pero no me convencía. Le pregunté entonces con educación: “Don Juan, ¿por qué es así, como lo dice usted?”. Su contestación fue contundente y segura: “Porque sí”. Nos sonreímos todos, y siguió el maestro adelante sin la menor explicación ulterior. Así eran muchos didácticos antiguos.

             Estudiamos con ahínco los Principios Generales de Moral Fundamental, la Ética de Filosofía Escolástica, los diversos tratados de moral católica, y por supuesto también el Derecho Canónico, con algunos capítulos de Derecho Romano e Historia del Derecho. Total, que después de tanto estudiar y asimilar y solucionar en clase casos, seguimos muchos años portando las muletas: es decir sin capacidad para solucionar casos concretos, y menos aún si eran propios. Habíamos de consultar a los Grandes Maestros. Ellos, al parecer, tenían las llaves del saber o sentaban jurisprudencia como si se tratara del Tribunal Supremo.

 Cuando me secularicé, me pusieron una serie de limitaciones a mi sacerdocio que prácticamente mi situación eclesial estaba por debajo de la de un monaguillo, ya que se me prohibía incluso ayudar a Misa, hacer la lectura de la Epístola, dar catequesis… en fin actividades que cualquier seglar, incluso niños, pueden hacer en su parroquia. Siempre me he sentido sacerdote, y nunca renuncié a un sacramento que imprime carácter; pedí permiso para contraer matrimonio, y me lo concedieron, exigiéndome la serie de renuncias humillantes que acabo de mencionar y algunas más.

 Pensaba que nadie podía prohibirme algo esencial dentro de mi sacerdocio, la celebración de la Eucaristía, me parecía por pura intuición teológica que era imposible. Pero como yo andaba con muletas en el terreno moral y canónico, a pesar de mi buena formación, consulté a un superhombre de entonces eminente canonista: el P. Regatillo. Era ya muy anciano. Me contestó a vuelta de correo en una célula escueta con estas palabras. “Conténtate con poder ir a comulgar”.  Y ponía su firma el sabio doctor. Debajo de la firma había un borrón producido no sé si por una lágrima o por el moquillo que pudo fluirle en aquel momento. Esta sentencia zahiriente de aquel doctor canonista me indignó.

Y decidí estudiar el asunto por mi propia cuenta. Comencé a quitarme las muletas y ya anduve una temporada con bastón. Algo es algo.

 Sin prisa, sin meterme a celebrar la Eucaristía hasta que lo viera claro y meridiano, comencé a estudiar: libros de Cánones, de Moral, de Historia de la Iglesia, de Teología del sacerdocio. Lo llevaba con calma, tomaba notas, señalaba páginas. Después de diez, tal vez doce años, redacté mi tesina que aún conservo, por supuesto y en Internet la puede comprobar cualquiera. Pero antes de publicarla la sometí a la consideración de dos canonistas y de un teólogo, que no pecaban ni mucho menos de progresistas, sino de personas equilibradas en la ciencia y doctas. Los tres, cada uno por su parte, me dijeron que la tesina era de sobresaliente. Desde entonces ya dejé el bastón. Las muletas las había dejado antes.

 He aquí que: mi tesina la han leído muchos sacerdotes secularizados. La mayoría de ellos la han aceptado y celebran de vez en cuando la Eucaristía – no en público en las parroquias pues nos está prohibido por nuestra jerarquía – pero sí en su iglesia doméstica en familia o con un grupo de amigos bien formados. Pero he tenido dos casos muy singulares: los dos eran mayores de setenta años. Los dos ellos leyeron, me felicitaron, y me dijeron que les convencía, pero que no se atrevían a celebrar la Eucaristía, sin antes consultarlo a un obispo. Por supuesto que el obispo le dijo que no al primero que no. ¿Qué le va a decir, si teme que después vaya propalando por el mundo que un obispo le ha dado permiso para celebrar?  El segundo ni siquiera se atrevió a preguntarle, sino que me encargó que yo le preguntara. ¡El colmo! A los dos contesté lo mismo. Lo de las muletas. Aquellos dos varones probos jamás ya podrán dejar las muletas.

 En una palabra. Formación, sí. Estudiar nuestros problemas de conciencia, por supuesto, pero una persona bien formada ha de ser capaz de caminar por el mundo de lo moral sin las muletas que hubo de usar en sus años de formación. Que somos mayorcitos y no tenemos por qué idolizar a nadie. Y es que hay personas que a causa de una educación represiva en exceso se ven obligados a llevar muletas hasta la sepultura.

José María Lorenzo Amelibia                                         Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com              Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/  Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.3                                          Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba