Asociación de Sacerdotes Casados de España (ASCE) Me escribe un amigo sobre mi libro “Mantenemos viva nuestra vocación sacerdotal”,
Informa ASCE. Testimonio
| José María Lorenzo Amelibia
Me escribe un amigo sobre mi libro “Mantenemos viva nuestra vocación sacerdotal”

Vivir siempre nuestra vocación
Hola, amigo Josemari: Cuentas en tu libro “Mantenemos viva nuestra vocación sacerdotal”, que hacia el año 89 nació Internet, algo revolucionario de Informática para comunicarnos, pero cuando está finalizando el siglo XX y próxima tu jubilación se extiende por el mundo. Recojo una reflexión tuya, potente luz esclarecedora de los anhelos de tu espíritu, del tiempo en que ya se encontraba establecida en España esta fabulosa herramienta de comunicación: “Lo de verdad importante es mi sacerdocio, mi vida interior, mi relación con Dios, mi parroquia de Internet y sobre todo mi esposa, verdadero don de Dios que nunca me falla.”
Veo un gran afán en tu vida: “Mi gran preocupación desde hace más de treinta años, es la santidad sacerdotal. Me impresiona ver muchos sacerdotes dignos, incluso buenos, pero no santos.” No se me escapa que tu personal meta suprema es alcanzar la santidad. Con la vida tan ejemplar que llevas me atrevo a pensar que habrá alguno elevado a los altares que no pueda acreditar más cumplimiento que tú. Adivino que eres muy sistemático y eso te lleva a formular propósitos; más gente habrá que lo haga, pero tan exhaustivamente como tú, lo dudo. Con todo, confiesas que no alcanzas lo previsto: “... llego a menos de la mitad de mis propósitos.”
Creo que a los tres principios de la ley de Murphy: Todo parece más fácil de lo que es, - Todo proyecto precisa para su realización más tiempo del que se había pensado llevaría en un principio. - Todo lo que puede empeorar, empeora. (con este no estoy de acuerdo, porque a veces hay mejorías; sí con los dos precedentes), habría que añadir, al menos en tu caso (yo concedo la generalización universal a los de este apartado),
Siempre se alcanzan menos propósitos de los planteados inicialmente. En tu escrito recoges que estuviste a las puertas de la muerte. De esto me enteré antes de leerlo en tu libro. Me lo contaste en la calle un día en que nos encontramos tras tu salida del hospital después del gravísimo contratiempo de salud. Pero como eres duro lo superaste, de lo que no puedo alegrarme más.
(No dejo pasar más líneas para aclarar que vengo haciendo los comentarios a tu texto impreso como si los hechos que narras estuvieran ocurriendo en el momento presente. Se referencian, como bien entiendes, al momento de la narración.) Eres un trabajador infatigable: “Siento que pase tan rápido el tiempo, quisiera aprovecharlo mejor.” Y no hay duda de que lo haces en toda ocasión, sorprendentemente también: “Después de mi curación, cuando todavía estoy convaleciente con la rehabilitación, me ha entrado un gran deseo de conocer más sobre todo en materia teológica. También humana.”
No ocultas, y con esto termino, que, tras recuperarte de esta grave dolencia, abrazaste la vida con entusiasmo. Nadie diría viéndote ahora tan “pimpante” que sufriste aquel revés… J.M.S.
José María Lorenzo Amelibia
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