A la santidad estamos llamados los amigos

Dios nos da la amistad para disponer de un testigo que nos comprende, anima, ve... Es como la complacencia de Dios en nuestras cosas buenas. Con el amigo no nos da apuro mostrar también la riqueza del espíritu. Yo veo en el descubrimiento de la amistad un nuevo camino de perfección. Estoy convencido; a la fuerza ha de producir frutos de gracia y perfección.


Se trata de ir cumpliendo la voluntad de Dios en nuestras vidas: "Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación". Nos vamos a ayudar a cumplir aquello de hace 40 años: "Vuestra vida es Cristo". ¡Cómo penetraron estas frases hace tanto tiempo y ahora resuenan como eco sagrado! Nuestra amistad servirá para actualizarlas aún más.

Santos en racimo. ¿Recuerdas aquellas frases bonitas oídas en el seminario en los años de Filosofía? Los granos del racimo éramos nosotros. Unidos, muy unidos en la amistad vamos a caminar hacia la santidad. "Dios Padre me ha creado para que sea santo. Dios Hijo me ha redimido para que yo sea santo.

El Espíritu Santo habita en mí para que yo sea santo. No moriré sin ser santo." - decimos con el P. Nieto. En mi caso, para que yo muera siendo santo, va a tener que trabajar en mí el Señor a destajo. Lo hará. Nosotros vamos a animarnos mutuamente. Y seremos animadores de otros.
Mayor es la piedad espiritual, la amistad en la fe, que la carnal de familiares. Me parece que era en San Ambrosio donde leía más o menos: Los hermanos y familia sólo quieren nuestra hacienda. ¡Y esto qué verdad es! Todos conocemos el caso del tío rico o con bienes abundantes. Los sobrinos le visitan en su edad provecta o en la enfermedad con la perspectiva de sacar algo en el testamento.
La amistad en la fe no espera nada material. Se procura vivir con un sólo espíritu y un sólo corazón. Se ayudan incluso a desprenderse de lo superfluo (e incluso de lo conveniente), pero no para fomentar egoísmos en otros, sino para ayudar a necesitados. Y por supuesto si algunos de los amigos se encuentra indigente, todos se vuelcan para ayudarle en lo que sea.
¡Qué maravilla es la amistad! Más aún cuando está integrada en Cristo y lo que había sido algo hermoso y natural se convierte en espiritual.
Me gusta constatar en Teresa de Jesús la amistad en este sentido. Ella era profundamente afectiva. Necesitaba la amistad; suspiró por ella toda la vida y logró encontrarla en toda su riqueza. A pesar de todo fue profunda su soledad interior. Porque la amistad no elimina la soledad, aunque sí la dulcifica. No resulta difícil encauzar esta virtud humana entre personas ilusionadas con Dios, hacia la vida interior. Además, donde hay amor al prójimo, está operando Dios. Para nosotros, amantes de Dios, sería ceguedad buscar la intimidad, a no ser de personas que nos pueden animar en nuestra marcha hacia El. Y, si cobramos amor a las personas que nos benefician en lo natural, ¡cuánto más a quienes empujan nuestra alma hacia lo alto!
Teresa solía decir más o menos: Buen medio es para poseer a Dios disfrutar de sus amigos. Por eso conviene mantener trato con personas que practican la oración. Por todo esto, yo cada vez me siento más amigo de todos los del grupo "añejo". Todos disfrutamos del mismo ideal de santidad.

José María Lorenzo Amelibia
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