¿No estamos ya en vísperas de que el celibato llegue a ser opcional, al menos por ecumenismo?"

Un artículo de Aradillas en R.D.
Por cierto que en la penúltima coincidencia que mantuvimos los colegas jubilados, con inocente pizca de picardía clerical, a uno se le ocurrió lanzar la pregunta de qué les parecería, y cómo reaccionarían hoy feligreses y obispos, si se propusiera la idea de que en la situación de la jubilación sacerdotal, cupiera la opción de establecer una relación canónica, y aún sacramental, de pareja, con una mujer,

y así, con consentimiento y ayuda mutuas, en paz y en gracia de Dios, disponernos a recorrer el último tranco de la vida, a la espera de ser convocados por el Padre Dios, mediante la "hermana muerte franciscana", eternizando así nuestra común unión eclesial sin distinciones jerárquicas de ninguna clase, en conformidad con el libro de texto de los evangelios, sin glosas ni exégesis transidas de ciertos intereses, no solo escuetamente religiosos, sino también canónico- terrenales...

¿Acaso una clemente, indulgente y piadosa solución contra la soledad como la aquí sugerida, podría ser, a nuestra edad, merecedora de descalificaciones de herejía, egoístas y contracelibatarias? ¿Es que, al menos por aquello del ecumenismo, no estamos ya en vísperas, aunque algunos no lo conozcamos, de que el celibato llegue a ser opcional, mañana o pasado mañana?

No todos los componentes del grupo de los jubilados estuvimos de acuerdo con el planteamiento del tema, que fue suscitado con respeto, con consideración y con la gracia de Dios. Advierto, no obstante, que entre nosotros se registró "quórum" suficiente para proseguir la reflexión otro día, porque "hablando se entiende la gente" y porque presentimos que el tema no es ajeno en el organigrama del Papa Francisco.

Eso sí, y con ciertas añoranzas, destacamos que nuestros hermanos los monjes, frailes o religiosos tenían convenientemente resuelto el problema de la soledad y de la atención requerida en sus residencias, sin depender en exclusiva de sus ex familiares o de las benevolencias episcopales, que en su día decidieron apostar por las benditas "casas sacerdotales".

Ni sería justo ni religioso dejar de reseñar que entre nosotros se destacó la idea de que la solución sacerdotal no tiene por qué diferir de la que les es común al resto de los jubilados del régimen general de la Seguridad Social, todavía insuficientes, pero muy dignamente dotadas. Privilegios, y menos "en el nombre de Dios", y "por ser vos quien sois- o fuisteis", nada de nada. La asignatura de la jubilación apenas si fue todavía afrontada por la pastoral, por la ascética y aún por la mística, con sacrosanta mención para los niveles jerárquicos.

Aradillas


José María Lorenzo Amelibia
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