Iglesia interpelada ¿A quién corresponde la nueva evangelización?
Ante las alternativas y desafíos, la Iglesia debe dar una respuesta con la “nueva evangelización”. ¿Lo hace? ¿Es más de lo mismo de siempre? ¿A quién corresponde su realización? ¿Habremos de esperar de la jerarquía las consignas y el modus operandi? ¿No es cierto que la comunidad de bautizados comprende a los que quieren y pueden evangelizar, a la oveja fiel en el rebaño con un mínimo de porcentaje de bautizados, y a todos aquellos que están alejados de la práctica religiosa, de la Iglesia y de la misma fe, las 99 ovejas perdidas? Aquí el buen pastor, la Iglesia, afronta el reto de trabajar para actualizar la fe de los que permanecen en casa y trabajar para que todos, jerarquía y fieles, aunen sus tareas para evangelizar a todos los alejados y a todos los cercanos. Ahora más que nunca urge a los discípulos de Jesús actualizar su condición misionera.
Evangelizar, es una tarea de todos La nueva evangelización es tarea de todos los miembros de la Iglesia que responden de manera corresponsable. Así lo recordó Benedicto XVI en Aparecida: “la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este Continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo” (Discurso Inaugural, 3). Porque “discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla”.
Todos discípulos y misioneros.
En el documento de Aparecida se lee que “todos sus miembros están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en Él”. (n. 3): Aquí se desarrolla la gran opción de la Conferencia latinoamericana de convertir a la Iglesia en una comunidad más misionera. Con este fin se fomenta la conversión pastoral y la renovación apostólica de todos los miembros de la comunidad eclesial.
Con gozo por trabajar en la misión.
El cristiano fiel ”bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la fe que lo hace seguidor de Jesús y por el gozo de participar en la misión eclesial. Tiene conciencia ser discípulo misionero y manifiesta la alegría de ser llamado a anunciar el Evangelio, con todas sus repercusiones como “buena noticia” en la persona y en la sociedad (Aparecida, cap 3º),
Con mirada realista. El discípulo misionero reflexiona con una mirada teologal y con cierto detenimiento, los grandes cambios que están sucediendo en nuestro continente y en el mundo, y que interpelan a la evangelización. También analiza los varios procesos históricos complejos y en curso: los niveles sociocultural, económico, sociopolítico, étnico y ecológico. Así mismo, discierne los grandes desafíos como la globalización, la injusticia estructural, la crisis a la hora de transmitir la fe y otros factores (cf Aparecida 3º, nn 14 y 15).
Protagonista: el nuevo cristiano Quien ha de llevar a cabo la nueva evangelización es el cristiano de siempre configurado según los signos de los tiempos. Fundamentalmente hombre nuevo en Cristo para un mundo más humanista.
Seguidor de Cristo para evangelizar a una humanidad, especialmente la europea, más secularizada y más atea. El protagonista, convencido de su vocación contemplativo-mística, se unirá al trabajo común según los compromisos contraídos. Y por su vocación comunitaria, será un cristiano en una Iglesia más arraigada en el Evangelio y más conectada con las primeras comunidades.
Corresponsable en el Pueblo de Dios.
Y así estará capacitado, comprometido con su mundo, para animar con los carismas recibidos como profeta de la moralidad para difundir el Reino de Dios. Se espera que sea de talante, democrático, tolerante, ecuménico, solidario y ecológico.
EL SACERDOTE DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Resumimos el perfil del “nuevo” sacerdote tomado del artículo de Luis Rubio Evangelizadores, siglo XXI (Seminarios n149, 1998, 13-65).
Corresponsable En la nueva evangelización será fundamentalmente el pastor de corazón misericordioso (PDV 21) con la donación y la radicalidad del seguimiento. Muy lejos de la figura del guardián celoso que lanza anatemas al pecador. El ministro de Dios está llamado a servir a la grey con autoridad fraterna y no como rey-dominador. Con la sabiduría de quien escucha de rodillas a los pies de los hombres en diálogo permanente antes que presentarse como maestro-doctor que tiene respuestas para todo.
Sobresale su carácter de itinerante, de misionero y no de residente.
Siempre un apasionado por el ministerio al que está totalmente dedicado; en búsqueda de formas comunitarias y no de líder o luchador aislado. Como un portador de la comunidad y no como quien se siente gestor y gerente de la misma. El que está dispuesto al acompañamiento personal y a la formación de dirigentes antes que a la atención a las masas. Gustará ser más presidente de la fiesta y de la bendición que no el oficiante del culto. Se ve mejor en una Iglesia más laical teniendo como carisma estar al servicio de los demás carismas; con un ministerio más centrado y más compartido, más espiritualmente exigente y apostólicamente solidario.
Afrontará los desafíos.Ante todo el de la creatividad entendida como apertura al futuro sin la nostalgia del pasado. Profesará con vigor la fe cristiana frente a un ambiente hostil, indiferente, plural. Y con la actitud de humilde servidor del Evangelio sin lamentar la pérdida del status y de la influencia;
De talante utópico.
Es consciente, el pastor de la nueva evangelización, de que debe impulsar la transformación social. Realista a la hora de buscar puentes entre la fe y la cultura, ve cómo el testimonio personal es el gran argumento para presentar la imagen creíble del mensaje cristiano. Bien formado teológicamente pero enterado de lo que pasa en la calle.
Centrado, sí, en lo fundamental cristiano, en el anuncio de la resurrección de Cristo, pero hombre de su época y mirando al futuro sin pesimismo.
¿ALGO MÁS SOBRE LA IGLESIA EN EL MUNDO DE HOY?
Los artículos anteriores trataron sobre una Iglesia disminuída, atacada, controvertida, abandonada, amparada, consolada, santificada, reformanda, conflictiva, lúcida y abierta, ilusionada e interpelada. Por ahora nada más. En adelante, ocupará nuestra atención otro de los valores fundamentales del cristianismo: el cielo, la salvación o vida eterna con estos interrogantes ¿A quién interesa hoy el tema del cielo? ¿Por qué se rechaza y por qué se acepta la vida después de la muerte? ¿Qué haremos en el cielo? ¿Comienza el cielo en la tierra? Y algún interrogante más.
Evangelizar, es una tarea de todos La nueva evangelización es tarea de todos los miembros de la Iglesia que responden de manera corresponsable. Así lo recordó Benedicto XVI en Aparecida: “la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este Continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo” (Discurso Inaugural, 3). Porque “discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla”.
Todos discípulos y misioneros.
En el documento de Aparecida se lee que “todos sus miembros están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en Él”. (n. 3): Aquí se desarrolla la gran opción de la Conferencia latinoamericana de convertir a la Iglesia en una comunidad más misionera. Con este fin se fomenta la conversión pastoral y la renovación apostólica de todos los miembros de la comunidad eclesial.
Con gozo por trabajar en la misión.
El cristiano fiel ”bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la fe que lo hace seguidor de Jesús y por el gozo de participar en la misión eclesial. Tiene conciencia ser discípulo misionero y manifiesta la alegría de ser llamado a anunciar el Evangelio, con todas sus repercusiones como “buena noticia” en la persona y en la sociedad (Aparecida, cap 3º),
Con mirada realista. El discípulo misionero reflexiona con una mirada teologal y con cierto detenimiento, los grandes cambios que están sucediendo en nuestro continente y en el mundo, y que interpelan a la evangelización. También analiza los varios procesos históricos complejos y en curso: los niveles sociocultural, económico, sociopolítico, étnico y ecológico. Así mismo, discierne los grandes desafíos como la globalización, la injusticia estructural, la crisis a la hora de transmitir la fe y otros factores (cf Aparecida 3º, nn 14 y 15).
Protagonista: el nuevo cristiano Quien ha de llevar a cabo la nueva evangelización es el cristiano de siempre configurado según los signos de los tiempos. Fundamentalmente hombre nuevo en Cristo para un mundo más humanista.
Seguidor de Cristo para evangelizar a una humanidad, especialmente la europea, más secularizada y más atea. El protagonista, convencido de su vocación contemplativo-mística, se unirá al trabajo común según los compromisos contraídos. Y por su vocación comunitaria, será un cristiano en una Iglesia más arraigada en el Evangelio y más conectada con las primeras comunidades.
Corresponsable en el Pueblo de Dios.
Y así estará capacitado, comprometido con su mundo, para animar con los carismas recibidos como profeta de la moralidad para difundir el Reino de Dios. Se espera que sea de talante, democrático, tolerante, ecuménico, solidario y ecológico.
EL SACERDOTE DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Resumimos el perfil del “nuevo” sacerdote tomado del artículo de Luis Rubio Evangelizadores, siglo XXI (Seminarios n149, 1998, 13-65).
Corresponsable En la nueva evangelización será fundamentalmente el pastor de corazón misericordioso (PDV 21) con la donación y la radicalidad del seguimiento. Muy lejos de la figura del guardián celoso que lanza anatemas al pecador. El ministro de Dios está llamado a servir a la grey con autoridad fraterna y no como rey-dominador. Con la sabiduría de quien escucha de rodillas a los pies de los hombres en diálogo permanente antes que presentarse como maestro-doctor que tiene respuestas para todo.
Sobresale su carácter de itinerante, de misionero y no de residente.
Siempre un apasionado por el ministerio al que está totalmente dedicado; en búsqueda de formas comunitarias y no de líder o luchador aislado. Como un portador de la comunidad y no como quien se siente gestor y gerente de la misma. El que está dispuesto al acompañamiento personal y a la formación de dirigentes antes que a la atención a las masas. Gustará ser más presidente de la fiesta y de la bendición que no el oficiante del culto. Se ve mejor en una Iglesia más laical teniendo como carisma estar al servicio de los demás carismas; con un ministerio más centrado y más compartido, más espiritualmente exigente y apostólicamente solidario.
Afrontará los desafíos.Ante todo el de la creatividad entendida como apertura al futuro sin la nostalgia del pasado. Profesará con vigor la fe cristiana frente a un ambiente hostil, indiferente, plural. Y con la actitud de humilde servidor del Evangelio sin lamentar la pérdida del status y de la influencia;
De talante utópico.
Es consciente, el pastor de la nueva evangelización, de que debe impulsar la transformación social. Realista a la hora de buscar puentes entre la fe y la cultura, ve cómo el testimonio personal es el gran argumento para presentar la imagen creíble del mensaje cristiano. Bien formado teológicamente pero enterado de lo que pasa en la calle.
Centrado, sí, en lo fundamental cristiano, en el anuncio de la resurrección de Cristo, pero hombre de su época y mirando al futuro sin pesimismo.
¿ALGO MÁS SOBRE LA IGLESIA EN EL MUNDO DE HOY?
Los artículos anteriores trataron sobre una Iglesia disminuída, atacada, controvertida, abandonada, amparada, consolada, santificada, reformanda, conflictiva, lúcida y abierta, ilusionada e interpelada. Por ahora nada más. En adelante, ocupará nuestra atención otro de los valores fundamentales del cristianismo: el cielo, la salvación o vida eterna con estos interrogantes ¿A quién interesa hoy el tema del cielo? ¿Por qué se rechaza y por qué se acepta la vida después de la muerte? ¿Qué haremos en el cielo? ¿Comienza el cielo en la tierra? Y algún interrogante más.