Ante la posmodernidad, ¿Dios, una poesía ideológica o el Tú de una fe creíble?
En el segundo milenio, las relaciones con Dios fueron vividas por los cristianos sin especiales crisis de religiosidad cristiana. Pero desde el siglo XX arreciaron las críticas contra Dios: surgieron formas alternativas de religiosidad al margen del cristianismo; bajaron los índices de la práctica religiosa y de la vinculación con la Iglesia; aparecieron nuevos desafíos culturales para el creyente practicante; y la Iglesia católica perdió gran parte del influjo sobre la sociedad en comparación con épocas anteriores. Estos datos indican que un mundo «nuevo» desafía a la «antigua» fe cristiana del milenio precedente a la hora de interpretar y presentar a Dios, no como una poesía ideológica, sino con una fe creíble. Ante la posmodernidad atea que contempla a Dios como una poesía ideológica proclamamos la fe creíble en el Dios Amor predicado por Jesús.
El panorama actual El obispo de Avila, Mons.Jesús García Burillo, en el día de Santa Teresa del 2008, presentaba algunos rasgos del panorama sobre Dios, la religión y la moral:
-marco ambiental: “por los cambios, hoy se puede hablar de una verdadera revolución cultural”;
-Dios marginado: reina “una secularización que niega toda referencia a Dios en los diversos aspectos de la vida humana, personal y social"; "el secularismo radical cree que para ser moderno y disfrutar de la vida es necesario prescindir de Dios";
-la religión: “es rechazada como contraria a la ciencia, a la libertad y a la felicidad humana”;
-situación en España: "se ve invadida por un modo de vida en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad";
-repercusión en la praxis: "desaparece la moralidad de los actos y aparece con toda su fuerza el relativismo moral";
-aplicaciones: el "aborto y eutanasia son presentadas como signos de progreso, mientras Dios es incompatible con la mentalidad moderna y científica";
¿Es Dios como un poema ideológico?
Abundan los creyentes que rechazan el mensaje cristiano sobre el dogma, la moral, la liturgia y la religiosidad popular porque les resulta anticuado, poco creíble para el hombre de nuestros días. También son muchas las personas que rehúsan creer en Dios porque rechazan la imagen que les presenta la fe cristiana o, por lo menos, la imagen que viven muchos creyentes o que enseñan algunos sacerdotes y teólogos. Creen que Dios es como un cuento para niños o como un poema ideológico.
Existen muchas representaciones del Tú divino que dicen poco o nada a la sensibilidad de los creyentes en los tiempos de posmodernidad como para colocar a Dios en el primer puesto de los valores. Baste con tener presente las críticas del secularismo y de los postmodernos sobre el «dios ex maquina», el «dios tapa-agujeros», el Señor soberano que opaca la autonomía del hombre, etc.
También conviene, por lo menos, un discernimiento crítico sobre los criterios acerca de Dios que en el pasado provocaban en el fiel un gran impacto tales como: el de «protector contra los enemigos», el «seguro» contra las desgracias, el «papá» que todo concede a quienes se lo piden, el «juez» implacable que condena al infierno, etc.
A lo largo de la historia se ha «culturizado» excesivamente la imagen de Dios de modo que muchos creyentes han forjado un concepto de Dios «a su imagen y semejanza», y lo han convertido prácticamente en un ídolo domesticado por la mente humana.
Ante estos criterios se impone un discernimiento sobre los conceptos acerca de Dios que usa el lenguaje teológico y el popular, porque, como escribiera Rahner, «el hombre moderno se pregunta si Dios no equivale a una poesía ideológica o a una serie de mitos indemostrables el hablar de “divinización”, “filiación” o “inhabitación de Dios”, etc.»
Claves para presentar a Dios de modo “más creíble” Desde la perspectiva del amor se pueden contemplar Dios y algunos de los misterios fundamentales del cristianismo. Sirvan como exponente algunas reflexiones de Torres Queiruga que están en sintonía con la praxis de la fe cristiana (A. Torres Queiruga, Un Dios para hoy, Sal Terrae, Santander 1997, 8-19).
De la insistencia en la salvación a la centralidad de la creación por amor. No enfatizar tanto al Dios salvador a quien solamente le interesa lo religioso, lo relacionado con Él. Será mejor hablar del Dios creador preocupado por nosotros, presente todo Él en nosotros, cuerpo y espíritu, individuo y sociedad, cosmos e historia. Como un padre-madre que crea por amor y que busca nuestro bien integral.
De la elección a la estrategia del amor. De una visión que ve a Dios revelando solamente a un pueblo que entiende que fuera de su comunidad no hay salvación, habrá que insistir en la actitud del amor universal de Dios, ¡el Padre nuestro, padre de todos predicado por Jesús!
Del tú divino que está «en los cielos» al Dios que se encarna. Dios se hace presente en Jesús, el Emmanuel, para acompañar a los hombres en la vida ordinaria y para realizar la salvación como liberación. De hecho, Jesús muere sin intervenciones milagrosas de parte Dios para librarlo de sus enemigos. Al desarrollar al «Dios-con-nosotros» habrá que polarizar la doctrina sobre Dios que con su Reino está presente en todas las realidades temporales.
Del Dios omnipotente e impasible al compañero que comparte el dolor. Una de las pruebas para la omnipotencia y bondad de Dios es la presencia del mal. Para muchos, el dolor del inocente es el obstáculo para pensar en Dios, para invocarle «después de Auschwitz», para hablar de Dios desde Ayacucho.
No es ocasión para desarrollar el tema del mal pero sí para pasar de la imagen de la omnipotencia arbitraria a la compasión solidaria del Dios-amor que sufre con los que sufren. Con Bonhoeffer habrá que exclamar: «sólo el Dios sufriente puede salvarnos».
Habrá que subrayar no la imagen abstracta de un Dios omnipotente sino la imagen concreta de un Dios que comparte la suerte hasta dar la vida por los hombres. Es la imagen, no la de una persona rica e insensible, sino de quien nos comprende y sufre con nosotros. En este contexto cobra más sentido el mensaje de Jesús que enseña las Bienaventuranzas, sufre con los que lloran y da a todos una esperanza con la resurrección que vendrá después de su muerte en la cruz.
Del Juez que condena al Padre del hijo pródigo. A lo expuesto en un artículo anterior sobre Dios juez-padre, cabe añadir cómo muchos se oponen al enfoque legalista del pecado y a determinadas costumbres «pecaminosas». Y no falta razón en este criterio porque el legalismo identificó el pecado con la ley violada; insistió demasiado en el pecado como desobediencia a la autoridad; abusó del infierno como castigo de faltas que hoy día carecen de especial importancia; polarizó la atención en el sexto mandamiento multiplicando los pecados mortales en esta materia y olvidando la importancia de la injusticia y de la mentira; moralizó el cristianismo dando la impresión que todo consistía en evitar el pecado sexual y en asistir a misa para no caer en el infierno. Detrás de todo, estaba el énfasis en el Juez que condenaba sobre el Padre del hijo pródigo que presenta Jesús. Ahora urge presentar el pecado dentro de la vida cristiana enfocada en toda su dynamis (2 Cor 5,1; Flp 3,12s); se debe insistir en el pecado más como negación al amor a Dios y al prójimo que como violación de normas según la cultura del pasado.
Acudamos a los santos. A la hora de presentar el nombre más adecuado para Dios habrá que tener presente la mayoría de las imágenes bíblicas que posteriormente han sido vivenciadas por los místicos y por los santos. Ellos, por ejemplo, experimentaron a Dios como «el totalmente otro», «superior summo meo», el que habita en la luz inaccesible (cf. 1 Tim 1,16). Nos puede ayudar el lenguaje de Francisco de Asís cuando habla de Dios como el nunca bastante, el abismo insondable, el insaciable, implacable, infatigable, insatisfecho. O el lenguaje de Santa Catalina de Siena: tú eres un mar sin fondo en el que cuando más me hundo, más te encuentro y cuanto más te encuentro, más te busco.
El panorama actual El obispo de Avila, Mons.Jesús García Burillo, en el día de Santa Teresa del 2008, presentaba algunos rasgos del panorama sobre Dios, la religión y la moral:
-marco ambiental: “por los cambios, hoy se puede hablar de una verdadera revolución cultural”;
-Dios marginado: reina “una secularización que niega toda referencia a Dios en los diversos aspectos de la vida humana, personal y social"; "el secularismo radical cree que para ser moderno y disfrutar de la vida es necesario prescindir de Dios";
-la religión: “es rechazada como contraria a la ciencia, a la libertad y a la felicidad humana”;
-situación en España: "se ve invadida por un modo de vida en el que la referencia a Dios es considerada como una deficiencia en la madurez intelectual y en el pleno ejercicio de la libertad";
-repercusión en la praxis: "desaparece la moralidad de los actos y aparece con toda su fuerza el relativismo moral";
-aplicaciones: el "aborto y eutanasia son presentadas como signos de progreso, mientras Dios es incompatible con la mentalidad moderna y científica";
¿Es Dios como un poema ideológico?
Abundan los creyentes que rechazan el mensaje cristiano sobre el dogma, la moral, la liturgia y la religiosidad popular porque les resulta anticuado, poco creíble para el hombre de nuestros días. También son muchas las personas que rehúsan creer en Dios porque rechazan la imagen que les presenta la fe cristiana o, por lo menos, la imagen que viven muchos creyentes o que enseñan algunos sacerdotes y teólogos. Creen que Dios es como un cuento para niños o como un poema ideológico.
Existen muchas representaciones del Tú divino que dicen poco o nada a la sensibilidad de los creyentes en los tiempos de posmodernidad como para colocar a Dios en el primer puesto de los valores. Baste con tener presente las críticas del secularismo y de los postmodernos sobre el «dios ex maquina», el «dios tapa-agujeros», el Señor soberano que opaca la autonomía del hombre, etc.
También conviene, por lo menos, un discernimiento crítico sobre los criterios acerca de Dios que en el pasado provocaban en el fiel un gran impacto tales como: el de «protector contra los enemigos», el «seguro» contra las desgracias, el «papá» que todo concede a quienes se lo piden, el «juez» implacable que condena al infierno, etc.
A lo largo de la historia se ha «culturizado» excesivamente la imagen de Dios de modo que muchos creyentes han forjado un concepto de Dios «a su imagen y semejanza», y lo han convertido prácticamente en un ídolo domesticado por la mente humana.
Ante estos criterios se impone un discernimiento sobre los conceptos acerca de Dios que usa el lenguaje teológico y el popular, porque, como escribiera Rahner, «el hombre moderno se pregunta si Dios no equivale a una poesía ideológica o a una serie de mitos indemostrables el hablar de “divinización”, “filiación” o “inhabitación de Dios”, etc.»
Claves para presentar a Dios de modo “más creíble” Desde la perspectiva del amor se pueden contemplar Dios y algunos de los misterios fundamentales del cristianismo. Sirvan como exponente algunas reflexiones de Torres Queiruga que están en sintonía con la praxis de la fe cristiana (A. Torres Queiruga, Un Dios para hoy, Sal Terrae, Santander 1997, 8-19).
De la insistencia en la salvación a la centralidad de la creación por amor. No enfatizar tanto al Dios salvador a quien solamente le interesa lo religioso, lo relacionado con Él. Será mejor hablar del Dios creador preocupado por nosotros, presente todo Él en nosotros, cuerpo y espíritu, individuo y sociedad, cosmos e historia. Como un padre-madre que crea por amor y que busca nuestro bien integral.
De la elección a la estrategia del amor. De una visión que ve a Dios revelando solamente a un pueblo que entiende que fuera de su comunidad no hay salvación, habrá que insistir en la actitud del amor universal de Dios, ¡el Padre nuestro, padre de todos predicado por Jesús!
Del tú divino que está «en los cielos» al Dios que se encarna. Dios se hace presente en Jesús, el Emmanuel, para acompañar a los hombres en la vida ordinaria y para realizar la salvación como liberación. De hecho, Jesús muere sin intervenciones milagrosas de parte Dios para librarlo de sus enemigos. Al desarrollar al «Dios-con-nosotros» habrá que polarizar la doctrina sobre Dios que con su Reino está presente en todas las realidades temporales.
Del Dios omnipotente e impasible al compañero que comparte el dolor. Una de las pruebas para la omnipotencia y bondad de Dios es la presencia del mal. Para muchos, el dolor del inocente es el obstáculo para pensar en Dios, para invocarle «después de Auschwitz», para hablar de Dios desde Ayacucho.
No es ocasión para desarrollar el tema del mal pero sí para pasar de la imagen de la omnipotencia arbitraria a la compasión solidaria del Dios-amor que sufre con los que sufren. Con Bonhoeffer habrá que exclamar: «sólo el Dios sufriente puede salvarnos».
Habrá que subrayar no la imagen abstracta de un Dios omnipotente sino la imagen concreta de un Dios que comparte la suerte hasta dar la vida por los hombres. Es la imagen, no la de una persona rica e insensible, sino de quien nos comprende y sufre con nosotros. En este contexto cobra más sentido el mensaje de Jesús que enseña las Bienaventuranzas, sufre con los que lloran y da a todos una esperanza con la resurrección que vendrá después de su muerte en la cruz.
Del Juez que condena al Padre del hijo pródigo. A lo expuesto en un artículo anterior sobre Dios juez-padre, cabe añadir cómo muchos se oponen al enfoque legalista del pecado y a determinadas costumbres «pecaminosas». Y no falta razón en este criterio porque el legalismo identificó el pecado con la ley violada; insistió demasiado en el pecado como desobediencia a la autoridad; abusó del infierno como castigo de faltas que hoy día carecen de especial importancia; polarizó la atención en el sexto mandamiento multiplicando los pecados mortales en esta materia y olvidando la importancia de la injusticia y de la mentira; moralizó el cristianismo dando la impresión que todo consistía en evitar el pecado sexual y en asistir a misa para no caer en el infierno. Detrás de todo, estaba el énfasis en el Juez que condenaba sobre el Padre del hijo pródigo que presenta Jesús. Ahora urge presentar el pecado dentro de la vida cristiana enfocada en toda su dynamis (2 Cor 5,1; Flp 3,12s); se debe insistir en el pecado más como negación al amor a Dios y al prójimo que como violación de normas según la cultura del pasado.
Acudamos a los santos. A la hora de presentar el nombre más adecuado para Dios habrá que tener presente la mayoría de las imágenes bíblicas que posteriormente han sido vivenciadas por los místicos y por los santos. Ellos, por ejemplo, experimentaron a Dios como «el totalmente otro», «superior summo meo», el que habita en la luz inaccesible (cf. 1 Tim 1,16). Nos puede ayudar el lenguaje de Francisco de Asís cuando habla de Dios como el nunca bastante, el abismo insondable, el insaciable, implacable, infatigable, insatisfecho. O el lenguaje de Santa Catalina de Siena: tú eres un mar sin fondo en el que cuando más me hundo, más te encuentro y cuanto más te encuentro, más te busco.