"Confianza valiente, corazón y Adviento" La esperanza humaniza da vida
"Resulta difícil hablar de esperanza y tener esperanza donde parece que no tiene cabida un futuro esperanzador"
"Uno mira a su alrededor y en nuestro país encontramos una política enfrentada, polarizada… Y si salimos fuera de nuestro país, el horizonte no es más halagüeño"
"A las puertas del Adviento, la Iglesia nos invita precisamente a volver a esta esperanza fundamental"
"A las puertas del Adviento, la Iglesia nos invita precisamente a volver a esta esperanza fundamental"
Florencio Roselló, arzobispo de Pamplona
Resulta difícil hablar de esperanza y tener esperanza donde parece que no tiene cabida un futuro esperanzador. Uno mira a su alrededor y en nuestro país encontramos una política enfrentada, polarizada, donde la palabra ha pasado a un segundo lugar y se impone el grito y la descalificación, la desconfianza y la denuncia. Un país donde, por un lado, se nos dice que lideramos el crecimiento económico de Europa y, por otro, el informe Foessa, de Cáritas Española, nos habla de que la “precariedad laboral es la nueva normalidad” o, contraviniendo a esos análisis económicos triunfalistas, nos habla de que “España es uno de los países con la tasa de desigualdad más alta” o donde “la pobreza se ha vuelto más crónica, golpeando a la infancia, juventud y clases medias trabajadoras”, eso sin entrar en el “problema crónico de la vivienda”.
Y si salimos fuera de nuestro país, el horizonte no es más halagüeño. El conflicto de Gaza parece no haberse resuelto como se esperaba, la guerra de Ucrania amenaza en acabar con medidas injustas. La guerra civil en Yemen o los conflictos en Siria, Sudán y Myanmar. Sin olvidarnos de los países donde los cristianos están siendo perseguidos, como en Nigeria.
¿Es posible creer en la esperanza en este ambiente social y político? Es cierto lo que nos dice el papa Francisco en la bula de convocatoria al Jubileo de la Esperanza: “Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran al futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad” (1). Pero, ante esta situación, el mismo papa Francisco deseaba que el Jubileo fuese para todos “motivo para reavivar la esperanza” (Spes non confundit, 1). Lo mismo deseo yo para nuestra Iglesia de Navarra: que el Adviento sea la oportunidad para renovar o quizás para resucitar la esperanza para nuestras vidas.
Estoy convencido de que la esperanza en Dios tiene un mensaje nuevo que ofrecernos. A las puertas del Adviento, la Iglesia nos invita precisamente a volver a esta esperanza fundamental. Es esa fuerza interior, que nace del Evangelio, la que nos impulsa a seguir adelante a pesar del ambiente y la época que nos toca vivir. La esperanza no es un simple deseo ni un optimismo ingenuo; no es un autoengaño, sino la certeza que Dios tiene un mensaje nuevo, positivo, que alumbra nuestro horizonte.
Sin esperanza no hay vida, por eso digo que la esperanza humaniza la vida. A pesar de todo lo negativo, incluso de lo catastrófico, la esperanza hace este mundo más humano. Jesús nació fuera de Belén, en un pesebre, tuvo que huir a Egipto por el temor a que Herodes lo matase. Pero el nacimiento de Jesús hizo que todos esos acontecimientos se viviesen de otra manera, con esperanza, con la seguridad de que Jesús iba a cambiar la vida, nuestra vida. El Adviento nos trae el convencimiento de que Jesús va a cambiar nuestra forma de ver y enfrentar la vida. Nos ayudará a mirar de frente al dolor, a la pobreza, a la guerra y a la marginación. Nos empujará a levantarnos y a luchar por un mundo más justo.
La esperanza cristiana tiene rostro humano.Nace cuando somos capaces de mirar a quienes sufren y no pasar de largo; cuando compartimos lo que tenemos; cuando acompañamos al que está solo; cuando tendemos la mano al que se siente perdido. El Dios del Adviento viene de una mujer que se fía de Dios, que acepta llevar en su seno la humanidad liberadora y que se nos presenta en un niño frágil. Esto nos enseña que la esperanza entra en el mundo a través de lo pequeño, lo humilde, lo sencillo, lo cotidiano.
Quizás muchas veces esperamos grandes signos y olvidamos que la esperanza se construye paso a paso. Con su nacimiento, Jesús humaniza nuestra vida y también los acontecimientos que nos rodean. Nuestro mundo necesita humanidad y Jesús, con su nacimiento, nos hace el mejor regalo: Dios hecho niño, Dios hecho humano para dar humanidad a esta sociedad fría y adormecida ante el dolor de las personas, especialmente de los más pobres.
Tres figuras nos ayudarán a recuperar nuestra esperanza: Isaías, Juan el Bautista y María. Isaías nos dirá que la esperanza no es ingenuidad ni inocencia, sino confianza valiente y cambio de estructuras de un mundo injusto. Juan Bautista nos recordará que el corazón necesita cambio, conversión y renovación, limpiar lo que está herido y volver a lo importante. Y María será el rostro y la palabra de la esperanza, con su “hágase en mí según tu palabra” nos muestra el mayor gesto de esperanza, porque a pesar de lo mal que está nuestro mundo, esperamos y confiamos en Dios para que lo humanice y le dé sentido a nuestra vida.
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