Crisis: Avanzar por los caminos de la fe

Esta semana se despidieron de Manresa los frailes Capuchinos después de más de cuatrocientos años en la Ciudad. La celebración quería ser un reconocimiento a la labor de los frailes, y la Iglesia estaba absolutamente repleta. Al finalizar la misa el Obispo anunció que ante la falta de vocaciones, pidió al Instituto del Verbo Encarnado se hagan cargo de la parroquia de La Merced, regentada hasta ahora por los capuchinos.

Seguramente lo que más claro quedó a los asistentes fue que los capuchinos marchan por la falta de vocaciones y que esta crisis afecta a toda la Iglesia.

La Iglesia, como otras tantas instituciones en la sociedad atraviesa hoy una crisis, que no solo se hace sentir en esta carencia, sino también en el desprestigio o falta de credibilidad a causa de diferentes escándalos, o por posturas de enfrentamiento asumidas desde sus filas hacia determinadas posturas del gobierno, o la dificultad de dialogar con una sociedad plural y secularizada, en ocasiones hostil a sus postulados, en la que vive y tiene que anunciar el Evangelio de Jesús.

No creo que sea hora de flagelarnos preguntándonos ¿qué hemos hecho mal?, y menos de caer en la tentación de creer que todo tiempo pasado fue mejor.

Sin duda Dios es el que guía la historia y en cada época acompaña a su pueblo en aquello que le toca asumir. Sí creo que podemos hacer un examen de conciencia y un mea culpa para preguntarnos en qué nos hemos apartado del Evangelio; si hemos aparcado el compromiso con los pobres; si nos hemos acomodado a la sociedad de bienestar; si hemos dejado de ser una voz profética; si nos hemos dedicado a la política y tal vez nos hemos identificado con una tendencia, como si fuera infalible, y un largo etcétera que no estaría mal revisar.

Sin embargo, creo que esta hora de crisis y de precariedad, si la sabemos vivir desde la fe y con una buena dosis de confianza y humildad, nos ayudará a reavivar lo que es más importante y esencial de nuestra vida de discípulos de Jesús y que nunca deberíamos haber abandonado. Jesús tampoco lo tuvo fácil y era puesto bajo sospecha incluso por las autoridades religiosas que hicieron alianzas para cargárselo porque “estorbaba”.

Desde mi lugar, como contemplativa, invito a todos los cristianos, recordando lo que dijo Benedicto XVI hace unos días a los obispos, a que seamos hombres y mujeres de oración; a que nos dediquemos a hacer el bien y a estar al lado de las personas, especialmente de las que sufren, a que nos juguemos la vida.

No tenemos nada que perder y vale la pena jugarnos por el Reino: ese será el mejor testimonio de lo que decimos creer, y la mejor garantía de que el grano de trigo dará muchos frutos después de madurar en lo hondo del surco.

La crisis no es motivo para tener miedo y retroceder, y mucho menos para espantarnos y martirizarnos de forma masoquista, sino para convertirnos y lanzarnos por los caminos de la fe, que son caminos de futuro, caminos de esperanza, caminos de Evangelio. En definitiva, los caminos de Dios

No lo olvidemos, nuestro Dios es aquel que, permanentemente todo lo hace todo nuevo.

No lo dudemos: Dios es fiel y Él llevará a plenitud la obra que ha comenzado.

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