En la muerte de Lluís Maria Xirinacs

Me imagino que mucha, muchísimas páginas se escribirán en estos días a raíz de la muerte de Lluís Maria Xirinacs, ex escolapio y político catalán. Habrá quienes le canonicen con facilidad, y quienes sin piedad le condenen. Una vez más habrá que reconocer que la Palabra de Dios es muy sabia, pues “¡más vale caer en manos del Dios vivo que en las manos de los hombres!”.

No pretendo con estas letras ni defenderlo ni condenarlo, el juicio es sólo de Dios; simplemente quiero dejar constancia de mi oración por este hombre de espíritu inquieto que no dejaba indiferente a nadie, y que era amigo de opciones radicales, que ni podían ser secundadas por todos, ni siempre eran imitables o deseables.

Lo cierto es que fue un hombre que ayudó a muchos en la lucha por sus derechos, que en más de una ocasión intercedió no sólo por los presos políticos, sino también por los “mas desgraciados y olvidados de las prisiones”, y que fue un hombre coherente con lo que pensaba, más allá, insisto de que uno pudiera no estar de acuerdo con sus premisas.

Durante sus años de ministerio, son muchos los jóvenes, hoy muy comprometidos, que creyeron en el compromiso evangélico que él predicaba, y que atraídos por su liderazgo iniciaron un camino de vida y de compromiso cristiano.

Insisto, no nos toca juzgar ni condenar, hoy simplemente toca dar gracias a Dios por todo lo bueno que pudo haber hecho durante su vida; pensar en el sufrimiento que viviría y que le llevó a buscar la muerte quien sabe por qué, y pedir al Dios de las misericordias, que le acoja en la Vida que él, como entendió, buscó mientras fue peregrino en este mundo.

Desde este blog mi condolencia a su familia, de manera particular a sus dos hermanas Carmelitas del Monasterio de la Presentación de Valls (Tarragona).

Descanse en Paz, Lluís Maria Xirinacs

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