¿Sublimar el dolor?



Palabra del Pastor / El Semanario de Guadalajara.- 10 de Febrero
Estimados lectores:

Este 11 de febrero celebramos en la Iglesia Católica el “Día del Enfermo”, y como cada año, el Santo Padre Benedicto XVI ha enviado un mensaje, para iluminar al ser humano, especialmente a los creyentes, en torno al dolor.

Ahora bien, ¿Por qué la Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y el dolor van juntos? ¿Cuál es la razón? En 1858 se apareció la Santísima Virgen en un pequeño poblado de Los Montes Pirineos franceses, a una muchachita sencilla de campo, llamada Bernardita Soubirous, de 13 años de edad.

Se le apareció 13 veces y le dio su nombre: “Soy la Inmaculada Concepción”. En una de sus apariciones, la Virgen María le mandó a la niña que cavara frente a la peña en donde ella se encontraba, y al hacerlo, comenzó a salir agua, convirtiéndose en una milagrosa fuente que, hasta hoy, nunca ha dejado de manar.

Ya desde aquel tiempo de las apariciones, comenzaron a acudir enfermos a esa fuente prodigiosa, se lavaron con sus aguas, y muchos sanaron por eso, de manera inexplicable. Fue así como Lourdes se convirtió en un famoso lugar de peregrinaciones, a donde acuden principalmente creyentes aquejados de diversas enfermedades y procedentes de muchos lugares del mundo.

Entre los grandes sitios de peregrinaje de la cristiandad se encuentran, como ustedes saben: Roma, Jerusalén, Tierra Santa y, por supuesto, Lourdes; aquí en México tenemos la Basílica Nacional de Santa María de Guadalupe, pero a Lourdes van especialmente enfermos, y ahí suelen ocurrir curaciones corporales milagrosas, aunque también se obran milagros morales en abundancia, porque muchos de los peregrinos que van aquejados por algún mal, si no obtienen su salud, sí acaban encontrado sentido al dolor y descubren por qué el ser humano debe de sufrir.

Así pues, con motivo del Día Mundial del Enfermo, el Santo Padre puso como lema a su mensaje este año, el siguiente: “Él tomó sobre Sí nuestros sufrimientos, y por sus llagas hemos sido curados”; palabras del Profeta Isaías, que describen prácticamente la Pasión del Salvador, seis siglos antes de que Éste muriera en la Cruz, y con las cuales se le da sentido a ese dolor del siervo de Yahvé, amado por Dios; ese sentido es que el sufrimiento rescata, redime a los pecadores, los salva; ese sería el sentido del dolor de Cristo.

El Sumo Pontífice, en su mensaje, señala que el dolor humano, que para los que no son creyentes es un absurdo, para nosotros tiene un sentido muy profundo. El dolor es parte de la condición humana y, a veces, preparación para la muerte.

Nosotros, como fieles creyentes, tenemos respuesta para comprender el dolor; esa respuesta es poder contemplar a Cristo sufriendo y poder unirnos voluntariamente a sus sufrimientos, ofreciéndole nuestro dolor por la remisión de nuestros pecados y para la redención del mundo y la muerte; ese inevitable desenlace que nos espera a todos como seres humanos que somos, pero que encuentra también, en Cristo, una alentadora respuesta: la promesa de la Vida Eterna y de la Resurrección final.

Saludo por este medio a todos los enfermos, a todos los que están postrados en el lecho del dolor y, sobre todo, a aquéllos que estén solos o un tanto abandonados en sus casas. Ahí deben de tener a mano, colgado de la pared, un crucifijo; mírenlo y agradezcan, agradezcamos todos, que Aquél que de ese madero está pendiente, haya muerto por nosotros, y que nos haya mostrado la manera de darle sentido al sufrimiento. Únanse a Él; ofrezcan con Él sus propios dolores, angustias y abandono, por sus propias deficiencias y por los pecados del mundo. Así, su dolor no será en vano, pues se convertirá en moneda de eternidad y tendrá un sentido profundo de salvación. Vuelvan también su rostro para ver o imaginen la presencia de la Virgen María, Madre de Cristo, que estuvo con Él sufriendo al pie de la Cruz, y pídanle alivio y consuelo en sus penalidades.

Este viernes se celebrarán, en todas las iglesias, Misas por la salud de los enfermos; ojalá que quienes puedan asistir por su propio pie lo hagan, y quienes estén impedidos puedan ser llevados por otros. Así, todos juntos podremos hacer oración por la salud de quienes sufren y que han sido visitados por el Señor a través del dolor.
Que Dios los bendiga.
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