En 1970, la Virgen de Guadalupe dejó su altar para estar cerca del pueblo A 50 años de la “Basílica efímera”

A 50 años de la “Basílica efímera”
A 50 años de la “Basílica efímera”

Se cumplen 125 años cuando los arzobispos de México y Michoacán impusieron la corona concedida por León XIII a la imagen de la Guadalupana.

Cardenal Miguel Darío Miranda festejó los 75 años de la coronación pontificia con una magna celebración en al atrio del recinto mariano.

San Pablo VI dirigió un radiomensaje al pueblo de México en la celebración del 12 de octubre de 1970.

12 de octubre de 1970, la historia de la Basílica de Guadalupe consigna un hito en su historia que, actualmente, pocos recuerdan. Ese día, el arzobispado de México tuvo una magna celebración en honor a la Madre del cielo. Se celebró el 75 aniversario de la coronación pontificia de la imagen por voluntad del Papa León XIII.

En las crónicas de aquel lejano 1895 -del cual hoy llegamos al 125 aniversario- se consignan esplendorosos y magnos eventos religiosos congregando a sacros y profanos. Fueron los arzobispos de México, Próspero María Alarcón y de Michoacán, José Ignacio Árciga Ruiz de Chávez, quienes, en representación del Episcopado Mexicano, impusieron la corona a la imagen de la Virgen de Guadalupe ante fieles y 36 obispos quienes, además, escucharon el juramento de fidelidad del recién nombrado abad, José Antonio Plancarte y Labastida. Fue un hecho que se perpetuó en la memoria del México católico y guadalupano.

1970. Villa de Guadalupe
1970. Villa de Guadalupe

75 años después, en 1970, debería recordarse con igual solemnidad y algarabía. Y es especial porque se trata de una de las pocas ocasiones en las que la Virgen de Guadalupe dejó su altar para estar cerca del pueblo católico.

Hoy, la conocida Basílica Antigua, fue testigo mudo del respeto, amor y devoción de miles de personas cuando ese hecho inédito se perpetuó en la memoria. Ver de cerca la imagen de la Guadalupana. A principio de esa década, el edificio de la llamada Colegiata sucumbía al paso del tiempo y prácticamente era insuficiente para recibir a miles de peregrinos.

Durante el arzobispado del cardenal Miguel Darío Miranda y del abad Guillermo Schulenburg Prado, nombrado por Juan XXIII en mayo de 1963, el 75 aniversario de la coronación debería ser de tal impacto y magnitud como aquella de 1895.

Cardenal Miranda y Abad Schulenburg. Magna eucaristía
Cardenal Miranda y Abad Schulenburg. Magna eucaristía

Según las memorias del abad Schulenburg publicadas en 2003 por la casa editorial Miguel Ángel Porrúa, los 12 primeros días de octubre de 1970 fueron organizadas celebraciones litúrgicas en un espacio que fue el embrión del actual inmueble donde hoy está la bendita imagen. Se le llamó “Basílica efímera”, así lo recordaba el último abad de Guadalupe:

“El marco digno para las celebraciones litúrgicas y paralitúrgicas de los 12 primeros días del mes de octubre de 1970 fue, sin duda, la llamada "Basílica Efímera" que en realidad resolvió en forma adecuada los diversos problemas de higiene, cupo, visibilidad, participación del pueblo de Dios y digna celebración del Santo Sacrificio de la misa”.

La Basílica efímera tuvo por techo una lona rosa montada justo al frente de la antigua Colegiata. Diseñada por los arquitectos Fr. Gabriel Chávez de la Mora,Juan Planas y Héctor García Olvera fue montada por Casa Planas y albergaría a los miles quienes estarían en la celebración presidida por el cardenal Miguel Darío Miranda, el 12 de octubre.

Basílica efímera.  Embrión del moderno recinto.
Basílica efímera. Embrión del moderno recinto.

Las fotos de la época inmortalizaron los momentos donde los trabajadores utilizaron grúas y maquinaria para ensamblar el techo donde estaría el altar que recibiría a la guadalupana flanqueada por una gran cruz. Justo la noche del 11 de octubre de 1970, Santa María de Guadalupe dejó el resguardo del antiguo edificio para dar dignidad a la Basílica efímera que estaba lista para la gran celebración eucarística de los 75 años de la coronación de León XIII.

Uno de los pocos testigos de ese extraordinario hecho fue el Lic. Fernando Chiquini Barrios. Educado desde el nivel de estudios de primaria y hasta la prearatoria por los padres benedictinos del Colegio Tepeyac en la colonia Lindavista, Chiquini tuvo un activo apostolado en el convento de las Madres Auxiliadores operando el dispensario para los más necesitados de 1964 a 1970. Gracias a estas actividades conoció al padre José Cenobio Ramírez quien colaboró con el abad Schulenburg en la Colegiata.

En entrevista a este medio, Fernando Chiquini recuerda ese especial momento de tener a tan sólo un metro la preciada imagen del pueblo mexicano. Ese octubre de 1970 quedó en la memoria de quien, en ese mismo año, egresó como licenciado en administración por la UNAM.

Chiquini Barrios. Testigo
Chiquini Barrios. Testigo

¿Qué recuerdos guarda de esa Basílica efímera, cómo fue su instalación?

-Sobre la construcción de la Basílica efímera tuve conocimiento desde su planeación ya que el abad Guillermo Schulenburg invitó a fray Gabriel Chávez de la Mora para que lo apoyara en el diseño y construcción del proyecto.  Yo conocía a Chávez de la Mora desde varios años antes ya que era fraile Benedictino.  Hacía finales del mes de septiembre había mucho entusiasmo para esta celebración y mucha actividad para la finalización de la Basílica efímera que fue al mismo tiempo un diseño preliminar de la Nueva Basílica.

De hecho, usted fue de los pocos en tener el honor de ver de cerca la imagen de la Virgen de Guadalupe y atestiguar el traslado al altar de la Basílica efímera, ¿Cómo fue ese momento?

-El padre Cenobio me invitó a que asistiera al traslado de la Virgen la noche anterior, es decir, el 11 de octubre. Debido a las medidas de seguridad implementadas ingrese a las 11 de la noche por la parte posterior a través de la oficina del ecónomo. Los trabajos para bajar a la Virgen se iniciaron a la 1 de la mañana, yo recuerdo que había entre 80 y 100 invitados. Una vez abajo la posicionaron con mucho cuidado en el suelo sobre una base en donde se sostenía verticalmente. Nos invitaron a pasar a verla de cerca, a un metro de distancia, en parejas. Mi pareja fue el padre benedictino Hildebrando Garza, mi maestro en el Tepeyac.  Mientras hacíamos fila se respiraba un ambiente tenso y plenamente en silencio. Cuando nos tocó estar frente a Ella fue una bella y gran emoción que al punto de las lágrimas. El padre Hildebrando me explicaba a detalle el ayate. Fueron 5 minutos, para mí una eternidad. A las 5 de la mañana se colocó el ayate en la Basílica efímera.

Madrugada del 12 de octubre, 1970
Madrugada del 12 de octubre, 1970

Este 12 de octubre se cumplen 50 años de la Basílica efímera, medio siglo desde que la Virgen de Guadalupe bajó de su altar para estar cerca de sus hijos, ¿Qué sentimiento guarda tras el paso de ese tiempo?

-Efectivamente, han pasado 50 años y siempre llevo conmigo ese recuerdo. Cuando lo platiqué con mi familia también se emocionaron mucho y me comentaron que era obra de mi madre que había fallecido 4 años antes. Desde hace muchos años traigo conmigo una medalla con la imagen de la Guadalupana. Sólo puedo decir que me siento un hombre bendecido, fielmente creyente. Es por eso por lo que, periódicamente, asisto a misa en el monasterio Benedictino de Ahuatepec, Morelos, también fue diseñado y construido por fray Gabriel Chávez de la Mora.

1970. Festejo por los 75 años de la coronación
1970. Festejo por los 75 años de la coronación

Así como los recuerdos de Chiquini Barrios, las coincidencias de la historia han puesto que en el duro año de la pandemia 2020, se conmemore el 125 aniversario de la coronación pontifica de la Virgen de Guadalupe que reluce con los 50 años de la Basílica efímera y de la “bajada” de la santa imagen, misma que volvería para esperar seis años hasta peregrinar para ocupar el lugar en el cual ahora se encuentra. Esa Basílica efímera fue el germen de la nueva Basílica construida bajo no pocas tensiones, acercamientos, negociaciones y convenios con el poder. Una nueva casa que, como recuerda el abad Schulemburg, era “necesidad vital para la gente de nuestro país”.

Ese lunes 12 de octubre de 1970, Pablo VI dirigió un emotivo radiomensaje al pueblo de México. Palabras que parecen actualizarse cuando, en estos tiempos particularmente difíciles, Santa María de Guadalupe acompaña a sus hijos. En esa ocasión estas palabras llegaron en un radiomensaje y aún parecen ir hacia nuestros problemas más agobiantes y urgentes: “Amadísimos mexicanos, queremos hoy hacernos eco ante vosotros de tantas tristezas y ansias que agobian al mundo, las cuales no nos pueden dejar indiferentes si queremos de verdad ser fieles al mensaje evangélico. Un cristiano no puede sentirse tranquilo mientras haya un hombre que sufre, que es tratado injustamente, que no tiene lo necesario para vivir. Un cristiano no puede menos de demostrar su solidaridad y dar lo mejor de sí mismo, para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable y justamente remunerado; no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones, y mientras una parte de la humanidad siga estando marginada a las ventajas de la civilización y del progreso”.

Para Paulo VI la mejor corona que la Virgen de Guadalupe podía portar era la de la “fidelidad al Evangelio de la que Ella supo ser el ejemplo eminente”. A 50 años de la Basílica efímera, quizá sea necesario abrir los oídos a las proféticas palabras del Papa santo.

Paulo VI. "Amadísimos mexicanos..."
Paulo VI. "Amadísimos mexicanos..."

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