¿Qué debemos esperar del acto de consagración de México al Espíritu Santo?




CONSIDERACIONES SOBRE LA CONSAGRACIÓN DE MÉXICO AL ESPÍRITU SANTO

Por Jorge Pérez Uribe


¿Por qué se propone una medida de carácter espiritual, a nuestros problemas humanos?

El momento actual

Nuestro pueblo luce desanimado, abatido, sin esperanzas y así ante la virulencia de la lucha contra el crimen organizado, se pide mejor negociar con él, o bien legalizar la droga. La población de Ciudad Juárez emigra lentamente ante la inseguridad y en la capital, la inseguridad y la impunidad de los manifestantes asfixian a la población. La desilusión por la partidocracia que ha seguido al régimen de partido único, lleva a numerosos ciudadanos y líderes de opinión a propugnar por la abstención en las próximas elecciones. La dificultad para modificar el “status quo” quedó de manifiesto con la “reforma energética” que después de un largo y tedioso período de debates desembocó en una simple “reforma administrativa” de PEMEX. Se mantienen los privilegios de los grandes sindicatos, consorcios empresariales e instituciones de crédito, pero también del comercio ambulante. La mala distribución del ingreso se incrementa día con día y la falta de solidaridad de los sectores pudientes es cada día más evidente. La crisis económica mundial azota a los sectores más desfavorecidos y aumenta la zozobra en la población.

Nadie parece querer asumir su responsabilidad social y el bienestar común es asunto olvidado, en tanto que los prejuicios y mitos históricos impiden los cambios estructurales y la modernización del país; mientras que la cultura de la muerte y la pérdida de los valores humanos se diseminan por el todo el territorio nacional.

Humanamente hablando, no se vislumbra solución a tanto problema

La voz de un conocedor

Ignacio de Loyola, maestro del alma humana, enseñaba que eran propios del buen espíritu: el ánimo, la paz interna, la alegría, el amor; en tanto que al mal espíritu lo caracterizaban: la tristeza, la inquietud, la desesperanza, el desamor, la desolación; de lo anterior resulta evidente que espíritu es el que prevalece en la sociedad de nuestro país.

¿En qué puede ayudar una consagración al Espíritu Santo?

“Esta Consagración es un acto de fe y esperanza con el que manifestamos nuestra firme confianza en Jesucristo, el señor de la historia, que guía nuestros pasos con la sabiduría y fuerza de su Espíritu, en estos momentos de duras pruebas. Pues creemos, es imposible esperar de los solos esfuerzos humanos la solución a tan grandes problemas; los creyentes estamos anclados en la esperanza que nos produce la Palabra del Señor: “Les daré un corazón nuevo y un Espíritu nuevo. Quitaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que se conduzcan según mis preceptos y observen y practiquen mis normas (Ez 36,25-27)”.

Esto es lo que esperamos de nuestro buen Dios con la Consagración de México al Espíritu Santo. Que a todos nos dé Dios un corazón lleno de amor y de perdón, y nos renueve y guíe con su Espíritu.”(1)

¿La consagración al Espíritu Santo, es un mero acto piadoso?

“Consagrar nuestra patria al Espíritu Santo no es un acto piadoso más, es tomar conciencia de que Dios nos ha elegido para Él, para su servicio, para dar frutos de santidad. Es proclamar a Jesucristo como el dueño y Señor de la historia. Es comprometernos en la tarea de hacer de México un templo donde vivan y reinen el amor, la paz, la concordia, los valores.

Consagrar es una acción de Dios con la que Él reserva para sí y destina a su servicio, por mediación de la iglesia, a la criatura que se le ofrece respondiendo a su llamado. De ahí que, consagrarnos al Espíritu Santo, es abrirnos a su divino influjo y ofrecernos para que nos consagre. En realidad, ya fuimos consagrados por Él en el bautismo y la confirmación y, la entrega que ahora queremos reiterar, significa aceptar consciente y libremente la Consagración de la cual fuimos objeto entonces, recibir con renovada fe el Don de Dios Altísimo, entregarnos a Él y comprometernos a ser dóciles a su acción para que manifieste en nosotros y a través de nosotros su divina eficacia, haciéndonos vivir como verdaderos cristianos para edificación de la Iglesia y el mayor bien de todos”.(2)

¿Qué requiere por nuestra parte, esta consagración?

“Esto supone una sincera conversión. Cada persona y cada grupo saben o deben tomar conciencia de cuáles con los aspectos de su vida en los que Dios les pide conversión, tanto en la vida persona y familiar, como en la vida social y eclesial, sea que se trate de laicos o de religiosos y sacerdotes.
Convertirse es reconocerse pecador y arraigado en el mal; es renunciar al pecado y a las ataduras con que nos esclaviza; es pedir perdón y confiar en que se recibe; es conocer la Voluntad de Dios y dedicarse a cumplirla.

Convertirse, también es reconocer que no tenemos la capacidad para vivir la nueva vida que Dios nos pide con la conversión. La experiencia nos da testimonio de que somos incapaces de cambiar nuestra conducta por nosotros mismos y que necesitamos el auxilio poderoso del Espíritu que cambie nuestros corazones. Cuando uno está más necesitado, tanto más debe acercase al que es la fuente perenne de luz, de fortaleza, de consuelo y de santidad.

Por consiguiente, la Consagración al Espíritu Santo, requiere que nos presentemos con humildad ante Dios, reconociendo que tenemos necesidad de ser salvados, insistiendo en una oración llena de confianza y dispuestos a ratificar nuestra entrega con acciones, mediante las cuales, la vida de Dios se haga presente en nosotros y en las circunstancias que vivimos”. (3)

¿Va a ser un mero acto pasajero?

“No pensemos, por otra parte, que la Consagración al Espíritu Santo ha de ser un acto transitorio. Ha de ser un proceso permanente de conversión y de entrega en la fe viva y en un amor comprometido, mediante el cual secundemos la acción del Espíritu para que vaya transformando nuestra existencia hasta hacer aparecer la figura de Cristo en nuestras vidas y en las circunstancias familiares, educativas, económicas, políticas y religiosas de nuestra patria”(4)

¿Y si no puedo asistir al acto de consagración?

La convocatoria cita desde las 15:00 hrs. del día 20 de abril, para que estemos presentes, en espíritu y de corazón, en la Insigne Nacional Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en donde se renovará la Consagración de nuestra nación al Espíritu de Santo, probablemente en la Eucaristía que se celebra a las 17.00 horas.

¿Tengo yo alguna participación en este asunto?
“Creemos que el Espíritu, que es exigente, nos saque de cualquier anquilosamiento y nos libere de toda pereza de corazón, de lo mediocre, de lo cansado, de lo lánguido y sin valor, con el fuego celestialmente vivo y nos haga sinceros y exigentes con nosotros mismos para estar a la altura de la hora presente.

Creemos que el soplo potente, animoso y seguro del Espíritu, nos dará creatividad para presentar el Evangelio de siempre ante un pensamiento y una sociedad en cambios constantes y nos infundirá la audacia necesaria para ser los cristianos que Dios quiere que seamos en las presentes circunstancias, decididos a las más radicales empresas ante una situación extrema”. (5)
En conclusión en Espíritu obrará en nosotros y a través de nosotros, liberándonos de nuestra pereza, mediocridad, cansancio y cobardía.

¿Puedo esperar que esta consagración ayude a solucionar tantos problemas que nos afectan?
“Creemos que el Espíritu de caridad unificará los distintos grupos dentro de la iglesia, dará luz y generosidad a las familias cristianas para realizar su misión, iluminará a los responsables de la educación, moverá a llevar una vida económica según la enseñanza de la iglesia sobre la justicia social, impulsará a muchos a la práctica de una actividad política en consonancia con las exigencias de la fraternidad humana y del amor cristiano y llevará a los religiosos y sacerdotes a vivir, en el gozo y gratitud al Señor, la entrega de su vocación, comprometidos más que nunca con la iglesia en su verdadera renovación”. (6)


Conclusión
No debemos temer esperar demasiado de esta consagración, ya que tenemos la experiencia histórica de la consagración de 1924, misma que infundió el Espíritu, y el valor a miles de compatriotas que sucumbieron gritando animosamente ¡Viva Cristo Rey!, gracias a lo cuál hemos podido recibir el bautismo y profesar con libertad nuestra fe, frustrando los planes de erradicación de la fe católica, propios del “destino manifiesto” norteamericano y de la masonería. Obviamente las circunstancias han cambiado y el testimonio y la fortaleza habrán de manifestarse de otra forma, que el mismo Espíritu nos irá señalando.

Efectuar un acto de amor de esta naturaleza, al Espíritu de Amor que es el Espíritu Santo, no puede sino desencadenar fuerzas tremendas que abrasen los corazones e iluminen los entendimientos; por lo que debemos de unirnos a Él, para impedir que tal derrame de gracia se desperdicie en forma irreparable.

1. Consagración de México al Espíritu Santo, Conferencia del Episcopado Mexicano, 3 de abril de 2009
2. Ibídem
3. Ibídem
4. Ibídem
5. Ibídem
6. Ibídem.
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