Con el diablo adentro



Guillermo Gazanini Espinoza / 03 de marzo.- No he visto la película “Con el diablo adentro”. Tan sólo los promocionales provocan aversión al mostrar a una religiosa arrugada de ojos grises, nublados, escrutando a los mirones y cuyo fondo terrorífico es el escenario de la cúpula de la basílica de San Pedro teñida de rojo. “Es una película que el Vaticano no quiere que veas” dice Naibé Reynoso de Caracol Radio 1260. El morbo, la curiosidad o la fascinación por el mal, el diablo y los exorcismos lograron una recaudación de 33 millones de dólares en el primer fin de semana de exhibición.

Una explosión sobre el demonio y exorcismos han cautivado el imaginario colectivo. Los jóvenes son impactados por personajes grotescos y entidades maléficas, creen más en esta posibilidad que en la realidad de la providencia divina y la acción salvadora de Cristo en la cruz; sin embargo, todos estos filmes y propaganda sobre el mal en la Iglesia obedecen a estrategias bien planteadas para desacreditarla, incapaz de ser una institución moral y creíble que resguarda la fe y la revelación de Cristo porque en su seno hay un nido corrupto y endemoniado de curas ligados al diablo. Quienes han visto “Con el diablo adentro” quedan atónitos y preguntan, cándidamente, por qué la Iglesia prohíbe que la gente conozca todos esos misterios, ¿Qué es lo que está escondiendo?

Las leyendas negras sobre la Iglesia existen desde su fundación, hay relatos documentados donde se acusa a los cristianos de realizar prácticas caníbales, sacrificando a niños honrándolos a un dios crucificado. Más adelante, se construyen las leyendas sobre clanes secretos y de iluminados controlando los hilos del poder e impidiendo, a toda costa, que los simples escruten la Biblia porque es fuente de liberación de los dogmas crueles del catolicismo. Todavía, en este tiempo, hay gente sin formación que piensa que en la Iglesia no se toca, ni en un ápice, la Sagrada Escritura.

Las estrategias mediáticas impactan en el público de manera efectiva haciendo de éstas una fuente de información veraz e incuestionable, no importando su origen; si la televisión o el cine lo dicen, entonces es cierto y, generalmente, los supuestos especialistas ignoran o desconocen de teología, ciencias sagradas y bíblicas haciendo opinión de oídas o tomando fuentes de credibilidad dudosa como toda esa literatura basada en leyendas y mitos risibles sobre la Iglesia.

Películas como “El rito” o “Con el diablo adentro” agreden implacablemente a la Iglesia por ser institución falsa, mentirosa, ruin y poseedora de secretos que no quiere revelar; no es digna de crédito por la crisis tremenda de pederastas clericales y la forma de esta propaganda es influir en la opinión argumentando una injerencia demoníaca en toda la estructura eclesial; lo mejor, proponen, es liberarse, abandonar una Iglesia corrupta, indecente y tocada por el demonio, nada bueno puede venir de ella y atacan, estratégica y sutilmente, pilares fundamentales en los que tenemos las referencias de nuestra vida cristiana: la santidad y el sacerdocio.

C.S Lewis (1898-1963), un converso al anglicanismo, en su prefacio de las Cartas del diablo a su sobrino menciona dos errores sobre los diablos en los que puede caer la raza humana, “errores iguales y de signo opuesto. Uno consiste en no creer en su existencia. El otro, en creer en los diablos y sentir por ellos un interés excesivo y malsano”. Esa fascinación por el mal es el error que el cine promueve.

El mundo puede vivir correctamente y en él no habrá pecado alguno, relativizado todas las cosas y haciendo del yo la propia medida y, por otro lado, una institución vinculada a la santidad, ahora no lo es. El punto es mantener al público en la ignorancia: hacia el exterior, el diablo es, sencillamente, la figura cómica vestida de rojo que sirve de modelo para confeccionar los disfraces de halloween, sólo una parodia, una caricatura inocua; dentro de la Iglesia, el diablo es real, grotesco, castigador, más fuerte que Dios, el personaje que fascina y provoca terror, el mal encarnado en una institución, la Iglesia católica, la culpable del fanatismo y del oscurantismo.

Benedicto XVI ha afirmado el papel fundamental que la Iglesia tiene en el siglo XXI. En Luz del mundo, la serie de conversaciones con el periodista Peter Seewald, menciona una frase para comprender la esencia de la Iglesia de Cristo, “Ella no sólo tiene una gran responsabilidad, sino que, diría yo, es a menudo la única esperanza. Pues ella está tan cerca de la conciencia de muchos seres humanos que puede moverlos a determinadas renuncias e imprimir actitudes fundamentales en las almas” (p.59). Eso no gusta a muchos, por eso es mejor cavar la desesperanza pintando la falsa imagen de una Iglesia con el diablo adentro.
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