El patriarca de los papás mexicanos

Dice el Evangelio de Lucas que Jesús iba creciendo en sabiduría, edad y gracia. El Papa Francisco habló del patriarca José, “el modelo del educador y del papá, del padre”. Educador en la fe quien dio a la familia lo necesario para vivir de cara a Dios hasta que Jesús, el hijo único, conociera su misión, salir de casa e iniciar un ministerio público.
San José ha sido una figura callada y desconocida. Los evangelios canónicos nos dan importantes evidencias de un padre preocupado por la salud y bienestar de una casa perseguida y refugiada, expulsada de su país, pero interesada en conocer la ley, obedecer las instituciones de Israel y cumplir con los tributos del invasor. No sabemos cómo acabó, desconocemos su edad, si era un gran empresario por el oficio o si tenía un estatus económico humilde. Sin embargo, la devoción por san José es riquísima y abundante. Hasta 1847, Pío IX ordenó su fiesta universal encargándole su patrocinio y Juan XXIII le encomendó el desarrollo del Concilio Vaticano II.
Lamentablemente, en nuestros tiempos, la paternidad aparece demeritada y se juzga que papá es el proveedor en lugar del formador. Ser padre no se mide por lo que se pueda proporcionar sino, como José de Nazareth, él vive en la familia para procurar su protección trascendental en la fe, la gracia y la templanza. Como José, un padre de familia actual debería advertir a sus hijos sobre los tiempos que vivimos y cómo afrontarlos en la esperanza. Custodio de la familia donde comienza la alianza de Dios y su Pueblo; protector de la Iglesia doméstica para ser sacrificio agradable a Dios con el trabajo y el amor ordinarios, de todos los días. Como José, debería hacerse un tiempo para jugar con los hijos, platicar con ellos y despertar su inquietud sobre las maravillas de la vida; estar al pendiente de su desarrollo, compartir sus fracasos y anhelos, vivir, simplemente, en gracia y santidad.
En su tiempo, José y su familia vivieron graves violaciones a sus derechos humanos. En nuestro México, papás y sus familias carecen de lo mínimo, reconocer sus derechos es un lujo y partir su vida por la familia a la que aman no es reconocido justamente con salarios dignos según las aspiraciones de nuestras leyes, viven en persecución y apartadas de sus lugares de origen por no tener las mínimas posibilidades de desarrollo, en la opresión, marginadas en la violencia de la pobreza, incapaces de recibir un pago justo por el oficio desempeñado porque el “sistema considera” que eso debe ser pagado con un salario mínimo de hambre.
Meditar sobre la magna figura de José de Nazareth va más allá de una devoción a un personaje discreto y oculto. Algunos quieren quieren eclipsar el rol paterno, pero San José se levanta como el patriarca de los papás mexicanos, nos hace meditar sobre la esencialidad del padre y apoyar a los más jóvenes quienes inician la aventura de fundar una familia. Hoy, en la compleja realidad de nuestro país, ser padre implica la adopción de una vocación y responsabilidad que compromete nuestro futuro. Como el patriarca de Nazareth, el padre mexicano está llamado a forjar grandes personalidades, en sus hijos e hijas, para hacer de este país un lugar más justo y digno, libre de todos los factores que se empeñan en su destrucción.