Carrerismo eclesiástico

Cuando he leído las palabras clarísimas del papa, en el colegio español pontificio de san José, dirigida a los sacerdotes y obispos, he sentido un alivio grande. El papa está bien informado de lo que está sucediendo en nuestro país y en el conjunto de la iglesia y quiere atajar esta situación lamentable que estamos atravesando en la iglesia española:"Por favor, huyan del carrerismo eclesiástico, es una peste".Y, por si fuera poco, ha añadido:" El diablo entra por el bolsillo". ¡Qué clarito, qué bien dicho y qué real! Si esto lo hubiera dicho yo u otro religioso o sacerdote español de a pie, se habría armado la "marimorena": que si no trabajamos por la comunión, que quién soy yo para decir estas cosas, que me meta en mis asuntos…y muchas cosas más que podamos imaginar, porque la crítica sana, desde dentro de la iglesia, la llevamos muy mal y eso de la corrección fraterna ni existe siquiera. Pero, por suerte, ha sido el papa y eso me da pie para recalcar esto porque yo mismo lo he vivido en muchas circunstancias y momentos de mi vida en mis relaciones con los pastores de la iglesia.
¡Qué triste es que en este momento haya algunos obispos amenazados con sentarse en el banquillo por motivos económicos o de otro tipo! Y es que hay obispos para todo. Podíamos hacer una tipología de obispos reales de nuestro país, que yo he conocido y con los que he tenido que tratar en algún momento de mi vida.
Yo me encontrado, por ejemplo, con el obispo “Talibán”, disfrazado de humildad, pero que arreaba a la primera de cambio sin compasión. Obispo de las que las guardan y no las perdonan. De esos que presumen de mucha oración y humildad pero es de los que dicen que “A mí a humildad no me gana nadie” Por desgracia, hoy en su diócesis casi todos sus sacerdotes le tienen miedo como era de esperar. Mucha humildad y oración pero muy poca caridad.
Me he encontrado con el obispo “zoquete”, ingenuo hasta el extremo, pero cerrado en sus ideas hasta excomulgar, si es necesario. En una ocasión a mí me pidió obediencia ciega. Ha llegado incluso a querer pedirme, en una reunión con obispos, explicaciones por las ideas vertidas en mis libros sobre vida consagrada en un lugar fuera de contexto y tuve que decirle que eso para otra ocasión y en otro lugar, porque no estábamos allí para eso. Clavaba en hueso. Obediencia ciega, le dije, sólo a Jesucristo. Y nunca ciega, sino meditada y razonada que para eso Dios me dio una cabecita.
Me he encontrado con el obispo “príncipe”,de palacio y anillo rápido, frío y distante como el hielo. No tuve mucha suerte con él porque un conflicto nos llevó a Roma y lo ganamos en nombre de Confer. Llegó a depreciarme públicamente. Por desgracia su memoria no ha sido, al final, una memoria agradecida de su pueblo, como un barbecho que hay que empezar a desbrozar de nuevo.
Me he encontrado también con el obispo “Chaquetas” que cambia de manera de pensar según le va en el mercado. De joven era una amenaza progresista, simpatizando y apoyando grupos un poco “sospechosos” de adelantar por la izquierda, pero cuando vio la posibilidad de mitra se cambio de un lugar a otro para que, si la mitra caía lo hiciera en su cabeza.
También he conocido, y más de uno, al obispo “político”, al que le gusta estar cerca del poder con la disculpa de que defiende más los valores cristianos y está a la que salta para ocupar los titulares, descalificando y condenando desde su condición episcopal, dividiendo más que uniendo, y generando rechazos más que adhesiones. Y lo peor es que todos sabemos con sus denuncias a qué partido apoyan en las elecciones, porque se les ve el plumero. De imparciales en política, nada de nada; de acoger a todos, menos aún.
También he llegado a conocer, desde lejos, al obispo “especulador”, que no tiene escrúpulos a la hora de apropiarse de edificios de monjas, con intereses poco claros, y por encima de las leyes.
Pero también, ¡faltaba más! he conocido al obispo “pastor con olor a oveja”, cercano, sencillo, sin boatos, dialogante, que sirve a su pueblo y se desvive por él y se gana el amor y la confianza de su pueblo. Sí, también los hay y son mayoría pero deslucidos por los otros obispos anteriores.
Ojalá la Cuaresma haya servido para una conversión real a la realidad evangélica a la que estamos convocados todos y podamos vivir una Pascua renovada y llena de vida y esperanza, desde el testimonio de cada uno de los creyentes, con sus pastores al lado marcando el paso con su comunidad.
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