Nacho, un cura en alpargatas

En unos días de estancia en Carrión de los Condes (Palencia) tuve la dicha de asistir a la misa del peregrino que presidía el párroco, Nacho. (No, don Ignacio)
No fue una Eucaristía al uso. Se respiraba un ambiente muy cercano, desde antes de comenzar, porque ya en la puerta de entrada, Nacho con una camisa a cuadros y unas alpargatas de esparto, compartía amigablemente con la gente sus impresiones sobre todo lo humano y lo divino. Me pareció un cura con “olor a oveja”, con todas las de la ley, de esos que desea el papa Francisco. Una homilía sencilla, clara y corta, hizo que todas las miradas de la asamblea, bastante numerosa, en una preciosa iglesia románica, estuvieran puestas en él.
Animaban musicalmente la misa, con una significativa presencia de peregrinos de muchos países, las hermanas del convento de la Conversión, con sus hábitos color crema y su velo blanco cayendo, airoso y elegante, sobre sus hombros. Al terminar la celebración tuvo lugar la bendición del peregrino. Las hermanas de la conversión dirigieron unas bellas palabras a los peregrinos, invitándolos a mirar a hacia la Estrella de las estrellas, mientras les regalaban a cada peregrino una estrella que ellas mismas habían elaborado. Las mismas que, al acabar la misa, invitaban en su casa a compartir la comida con los peregrinos y un rato de encuentro en familia. Resultaba muy entrañable ver a Nacho y a las hermanas de la conversión en medio de los corrillos de peregrinos compartiendo la cena y unos refrescos. La cocina de las hermanas era de todos; los peregrinos entraban y salían como si estuvieran en su casa. Usaban el microondas o cocinaban unos espaguetis como lo harían en sus propia casa.
Me pareció que una iglesia así, cercana, acogedora y testimonial cambiaría, en poco tiempo, esta mentalidad clerical y legalista que aún colea entre nosotros y que provoca urticaria a tantos jóvenes, y no tan jóvenes. Precisamente había allí dos seminaristas de la diócesis de Sevilla, enviados por su formador para hacer prácticas pastorales con Nacho, en la parroquia de santa María de Carrión de los Condes y apoyando a las hermanas en la acogida a los peregrinos. Buena vista la del formador de Sevilla para enviarlos acompañar la oración y el trabajo con un cura como Nacho, que huele a oveja, y unas hermanas como las de la Conversión, entregadas a la acogida y a las pastoral de los peregrinos y, por cierto, con abundantes y jóvenes vocaciones. Se están preparando así para una iglesia samaritana.
Disfruté, un par de horas, compartiendo un pincho de tortilla y una cerveza rodeado de peregrinos, al lado de Nacho y de los seminaristas de Sevilla y rodeados de peregrinos sedientos de hablar con las hermanas.
No está todo perdido. Otra iglesia es posible. Y Nacho me lo ha hecho ver.
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