Perdonar no es fácil pero es necesario

La situación más frecuente que me encuentro en el confesionario sobre el perdón es ésta: "Mire, padre, me han hecho mucho daño y, aunque yo quisiera perdonar, no puedo, porque vienen a mi memoria todos los sufrimientos que me han ocasionado y mis sentimientos se vuelven negativos"
El perdón es, realmente, una actitud que sólo los fuertes pueden afrontar. No es fácil perdonar cuando uno ha sido herido o difamado, amenazado, atacado o engañado.
Y, sin embargo, Jesús nos pidió que rezáramos con las palabras: "Perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a quien nos ofende"
Cuando no perdonamos nos hacemos daño a nosotros mismos porque queda en nuestro interior una amargura y un resentimiento que nos hacen daño y nos quitan la paz y la serenidad. Nos hace infelices. Es una pena que seamos infelices por no perdonar. No hacemos daño a quien no perdonamos; nos hacemos daño a nosotros mismos.
Cuando Jesús nos pide que perdonemos, lo que quiere es romper esa cadena de odio que, a veces, va creciendo en nosotros hasta destruirnos por dentro. Empeñarnos en no perdonar es como beber agua salada cuando uno tiene sed. Cada vez nuestra sed será más fuerte hasta llegar a ser insoportable.
Dios no nos pide algo que es imposible; nos pide que recorramos un camino posible hacia la reconciliación; en unos, este camino llegará hasta la meta; en otros se quedará a medio camino; pero todos hemos de estar en camino hacia el perdón según nuestras fuerzas.
Hay algunas actitudes que nos dicen si estamos o no dispuestos a recorrer el camino del perdón y por tanto, seremos perdonados:
1) Queremos perdonar aunque nos cuesta.
2) No echamos más leña al fuego para que siga ardiendo.
3) Aunque no olvidamos la ofensa, queremos hacerlo.
Dios no nos pide lo imposible pero sí lo que está en nuestras manos porque Él no mira lo que hemos conseguido sino lo que queremos conseguir.
Por tanto situémonos en actitud de salir al encuentro del perdón, aunque nos cueste, pidamos a Dios ayuda y ayuda a la iglesia y lograremos mucho más de lo que creemos.
Pero no hemos de perdonar a los que no están dispuestos a arrepentirse porque entonces apoyamos con nuestro perdón la injusticia y la falta de amor. A quien no está dispuesto a arrepentirse y a reconocer sus errores no hemos de perdonarle para no apoyar sus actitudes injustas. Por ejemplo no hemos de perdonar a un terrorista mientras no de señales claras de arrepentimiento, no sea que le perdonemos por ser generosos y eso suponga que vuelva a la calle, si estaba en prisión, y vuelva a matar. Hemos de ser generosos con los arrepentidos pero implacables con los que persisten en su idea de hacer daño.
Querer perdonar, ya es perdonar a los ojos de Dios.
Volver arriba