Nos estamos enfriando La gripe vino para quedarse.

 El evangelio ha sido siempre un antídoto muy eficaz contra todas las pandemias

   Hace ya tiempo que la gripe llegó a las filas eclesiales y se quedó. Es una gripe que se propaga con el enfriamiento y no se cura fácilmente con analgésicos. Hablamos, una y otra vez, de los posibles remedios pero no conseguimos poner remedio. Es como la vacuna del Covid-19 tarda en llegar y no tenemos seguridad, cuando llegue, de que sea efectiva, segura y eficaz.

Se han enfriado los adultos incapaces de ofrecer un testimonio vivo y comprometido de la fe. Parece que todo da igual. Aquella fe militante de otros tiempos ha terminado en una fe sociológica sin mayores consecuencias.

Se han enfriado también los jóvenes. Algunos, cada día menos, se casan por la iglesia, pero con la firme decisión de no bautizar a sus hijos. Esperan para que les lo decidan ellos cuando sean mayores y mientras tanto los catequiza la televisión y  las modas. Son síntomas de una gripe que ha llegado y nos ha robado el mordiente de la fe.

Se han enfriado también los niños porque no encuentran estímulos suficientes para mirarse en los mayores y acaban cogiendo la gripe. Después de la primera comunión hay gripe generalizada en todas las parroquias.

   Y ahí estamos nosotros, los adultos y los pastores, ideando una estrategia para abordar esta gripe y no encontramos solución. Tal vez porque nosotros mismos estamos amenazados de gripe y enfriándonos poco a poco.

    ¿Seremos capaces de encontrar una vacuna para la mayoría de la población que nos preserve de las amenazas gripales?

    El Evangelio, conocido y amado, ha sido siempre un antídoto muy eficaz contra todas las pandemias que amenazan al ser humano. Contra la Pandemia del enfriamiento necesitamos una buena dosis de formación, de testimonio creyente y de solidaridad cristiana. Aquellas viejas recetas caseras de autoritarismo, del clericalismo, de mirada congelada, de fastos y oropeles, de espiritualidad desencarnada, nos han traído esta crisis pandémica. Necesitamos una estrategia eficaz y compartida para ser más humanos y más auténticos.

¿Qué tal si nos acercarnos todos un poco más al evangelio a ver si nos contagia el virus de la generosidad, la tolerancia y el amor incondicional? ¿Hay voluntarios dispuestos a probar la nueva vacuna?

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