#25N2024 ¿Miedo a qué, me preguntaron?

¿Miedo a qué, me preguntaron?
¿Miedo a qué, me preguntaron?

Lectura bíblica: 2da. Samuel 20:14-22(a)

Vers. Principales 16,17; 22(a)

Todas conocemos la historia del rey David, con sus luces (sus buenas actitudes, su amor a Dios) y sus sombras (sus rebeldías, sus infidelidades, mentiras, y  las rebeliones que sufrió su reino).

Cuando terminó la rebelión de Absalón (su hijo), se levantó otra posiblemente más grave para el reino de David. Por esa rebelión una ciudad Abel, se queda en peligro. Iba a la destrucción, la ciudad sitiada. Pero esa ciudad se salva por una persona. La biblia dice que esa persona era una mujer sabia. Sin duda tuvo un arrojo de valentía y sabiduría. No conocemos como sucede con tantas mujeres (lamentablemente) su nombre, pero sí la acción que desplegó junto al pueblo y que es muy bueno que la visibilicemos.

Para el tema “miedo” que nos convoca Tras las huellas de Sophía, me pregunté a qué tuve o tengo miedo.  Mm… me puse a pensar… ¿alguna persona puede decir que nunca ha tenido miedo? ¿O que ese miedo no le perturba hace mucho tiempo y no sabe cómo desembarazarse para vivir con menos tristeza, más libremente?

Ante esa inquietud necesité saber -desde la libertad- quién soy yo, indagar sobre los obstáculos que a mí y a las mujeres nos impidieron o nos impiden ser libres. Recapitulando en mi propia memoria, me di cuenta de que el miedo produce tristeza, no puedo, no podemos quedarnos a vivir en ese lugar!

Como docente y en el ámbito universitario he leído varios autores, entre ellos a Gilles Deleuze, filósofo alemán del siglo pasado; él expresa –“el poder requiere cuerpos tristes. El poder necesita tristeza porque puede dominar. La alegría por lo tanto es resistencia, porque no se rinde. La alegría como potencia de vida, nos lleva a lugares donde la tristeza nunca nos llevaría.

Desde muy jovencita, diría adolescente, comencé a militar en los espacios eclesiales con el tema mujer. Me incomodaban los discursos vacíos de igualdad del varón y la mujer porque  en la práctica eran una falacia. Esa incomodidad se tradujo, tiempo después, cuando leyera a la Dra. en medicina y teóloga Teresa Forcade (española) en experiencias de contrastes de muchos y variados textos bíblicos. A su vez me llevó a comprobar que lo que  percibía, “no era la única”, es decir, no era solo “un problema personal” ya que muchas mujeres transitábamos situaciones de discriminación, invisibilización y en algunos casos de absurda exclusión.

Entonces, ¿cuál fue mi miedo personal? El miedo a hablar, que no se escuchara mi voz, que se creyera que estaba imponiendo, con el tema de la mujer, solo una “moda” de exégesis y hermenéutica antojadiza que nada tenía que ver con la visión de años de las comunidades de fe de la institución religiosa a la cual pertenecía.

Tenía que seguir confrontando mi miedo. ¿Dónde lo pongo? ¿Lo disfrazo? ¿Lo simulo? ¿Cómo nació este miedo? De frente a la verdad, me dí cuenta,  que los lugares que habitaba, espacios de educación, lugares de trabajo, etc. y la iglesia (aunque tenía vivencias hermosísimas), existía un miedo que inculcaban a las mujeres para impedir conseguir objetivos porque era funcional al sistema. Claro, si yo me sentía culpable-miedosa, me movía menos, entonces el hombre tenía más protagonismo y la mujer menos; era para que el circuito patriarcal terminara funcionando. 

Junto al miedo trabajé la libertad, aquella que desde la conciencia te hace estar abierta a otras miradas, a otras experiencias, con los mismos sentidos pero “no colonizados”, y sobre todo con el corazón abierto para que las decisiones que tenía que ir tomando no evadieran mi responsabilidad por salir de innumerables mandatos que opacan las vidas humanas.

Para fortalecerme comencé a participar de talleres con teólogas donde ya se hablaba de  romper el “techo de cristal”; también leer bibliografías que tenían que ver con historias de mujeres de la cultura, especialmente latinoamericana; mujeres del quehacer cotidiano y de la Biblia ya que me había propuesto, allá por los años ´70, debatir con fundamento teológico-bíblico a los varones y por supuesto también a las mujeres (porque las había y las hay…) cuyos pensamientos eran conservadores, fundamentalistas.

Me di cuenta que inicié un proceso en la inequidad de género y su liberación, como un movimiento, este no sería definitivo en el sentido que no tendría fin por lo complejo del mismo, no por creación (génesis), sino por las interpretaciones bíblicas-patriarcales, además por lo que significa para el desarrollo humano la deconstrucción-construcción de las ideas. Como diría la teóloga Mercedes Bachmann (argentina) “decir lo que hay que decir, tema quien tema”. ¡Realmente fue así!

Si hay alguna imagen de Dios que Jesús quiso liberarnos es,

 el Dios del miedo

Estando en una celebración de una iglesia en Chile trabajé pasajes de mujeres que a través de sus estrategias llegaron a una solución (no mágica) anhelada. Y entre esas historias un texto de Eclesiastés 7:19, me ayudó mucho, dice así: -“La sabiduría hace más fuerte al sabio (a la sabia) que diez gobernantes que haya en una ciudad”-.

Cuando volví a Buenos Aires,  mi ciudad natal, me propuse  ahondar en la capacidad que nos da la sabiduría… porque es la comprensión de cómo actuar cuando surjen cuestiones que nos paralizan, como el miedo y sin darnos cuenta,  caminamos al rechazo sin obtener el beneficio, el derecho,  que nos corresponde.

Cabe aclarar que atravesar el miedo no se realiza en un instante, no es mágico,  y este aspecto que puede persistir hay que trabajarlo siempre.

La mujer sabia de 2da. Samuel, que ocupa nuestra lectura, al conocer que había un comandante que en defensa de su rey estaba dispuesto a derribar los muros de la ciudad para terminar con la traición de un enemigo, insta a la ciudad a llamar al comandante del ejército de David para que pueda hablar con él “cara a cara”. Esta mujer desde su sabiduría aplicó estrategia, esto nos recuerda que cada una de nosotras tenemos el poder de influir y generar un cambio colectivo. Todas, desde la sabiduría, tenemos algo valioso que ofrecer, independientemente de nuestro género, raza o posición social.

Resalto la vindicación de la mujer frente a la cultura patriarcal bíblica, a ella y a nosotras nos permite tomar una enseñanza esperanzadora y hacernos protagonistas para generar cambios en nuestros entornos, cualquieras sean. Así desde los años ’70, en diferentes comunidades de fe, trabajé y sigo trabajando, en forma colectiva con las mujeres.

Dios anuncia una promesa, y se trata de creer en ella a pesar del miedo

¿No ha llegado el momento de la palabra?

¿El momento de salir del miedo y entrar en la alegría?

En sororidad

Susana Vaccaro

Docente-Bibliotecaria

Pastora ordenada (1978)

Paraná (E.R.) Argentina

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