#LectioDivinaFeminista Ni estamos locas ni somos del diablo

Ni estamos locas ni somos del diablo
Ni estamos locas ni somos del diablo

Ciclo B. Tiempo ordinario

Marcos 3:20-35

Primero lo asociaron con el demonio y luego le diagnosticaron locura.

Los maestros de la ley lo acusaron de tener asocio con Beelzebú porque estaba yendo más allá de las fronteras de lo religioso instituido, y Él estaba haciendo lo impensable, liberando gente del yugo del enemigo que se extiende más allá del plano espiritual y abstracto, hasta lo social, político, económico y cultural. Luego su familia de sangre, avergonzada o abrumada por sus hechos y palabras, y seguramente preocupada por todas las aguas que ya se estaban removiendo, corre a salvarlo del qué dirán, porque “está fuera de sí”. Ya no conoce ni respeta los límites de las buenas costumbres y ha perdido de vista cuál es su lugar como hijo de Dios.

Pero Jesús es Jesús. No necesita de la aprobación de la institución para seguir haciendo la voluntad de su Padre. Pues el reino de Dios trasciende todo intento de limitar la multiforme gracia divina y no necesita de nuestra aprobación para crecer. Tampoco requiere el Señor de la aprobación o el respaldo de su familia de sangre para seguir avanzando lo que en efecto era una locura a los ojos de los hombres (1 Corintios 1:18).

Pero si la obra de Dios fuera cosa del demonio, entonces Satanás mismo se estaría metiendo el pie, atentando contra sí mismo, y eso sí que es un contrasentido, porque Satanás nunca se traicionaría a sí mismo liberando por su propia voluntad al ser humano que tiene afligido. Y por el otro lado, es increíblemente grato descubrir en otros tantos que han dedicado su vida a la locura de la cruz, madres, padres, hermanos y hermanas, un linaje espiritual del que podemos formar parte y que trasciende toda limitación sociocultural en cada época.

Cuando termino de leer este pasaje no puedo evitar pensar en nosotras, las hijas de Dios, y sus fieles servidoras, que también hemos sido acusadas por la élite de la iglesia y desde los inicios del cristianismo de tener tratos con el diablo, y de estar locas y fuera de sí, por nuestras familias de sangre, que no entienden por qué nosotras también queremos formar parte del linaje espiritual de Cristo, y poner los dones que el Espíritu Santo, no Satanás, nos ha dado porque así le plació (1 Corintios 12:11). Y sin importar si los maestros de la ley modernos nos acusan de pertenecer a otro espíritu, o si nuestras familias intentan a toda costa aplacar nuestro ímpetu rebelde de seguidoras de Cristo, nosotras seguimos siendo coherederas de la gracia, hijas muy amadas y llenas de gracia. Sobre nosotras también se han derramado dones espirituales y cada una ha recibido un llamado irrevocable e irresistible, pues, así como Jesús no necesitaba del permiso o la aprobación de nadie para hacer la voluntad de su Padre, tampoco tú hermana, tampoco yo.

Preguntémonos esta semana:

¿Estoy contenta y satisfecha con el trabajo que hago en pro del reino de los cielos, o reconozco que me estoy limitando por no meterme en problemas con la institución o con las personas que me rodean?

¿Qué aspectos de mi identidad como hija de Dios, como coheredera de la gracia me hacen falta afirmar para vivir mi vocación en libertad y fortaleza?

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