Vinos e El Bierzo Tres obispos

(Antonio Aradillas).- La historia del excelente vino rosado -cien por cien "mencía"- integrado en el Consejo Regulador de El Bierzo, que se presenta bajo la capa pluvial de la marca "Los Tres Obispos", es así de reverendísima y veraz, tal y como con todo detalle refiere su etiqueta: tres obispos se reunieron en un lugar donde las tres diócesis lindaban, por estar así en tierra no propia y hablaron, bebieron y resolvieron.

Por eso, antes de marcharse cada cual a su obispado, dejaron escrito dar por nombre a aquel vino "Tres Obispos".
Las sugerencias que se revelan alrededor de la noticia tienen actualidad permanente, evocadora y algunas de ellas son dignas de ser destacadas con fruición sacrosanta, cívica y hasta política.

• El tiempos tan marcadamente pretenciosos de laicismo y secularización como los que nos están siendo programados, una marca religiosa, como la de referencia, puede ser interpretada por unos como provocación y, por otros, como un testimonio... En ambos casos, el riesgo de rechazo o de aceptación del producto vitivinícola está asegurado, bastante más que si fueran otros el nombre y santo y seña que los distinguiera.

• En este caso, y en la muchedumbre de otros similares, a cualquiera tendrá que parecerle inalcanzable, absurdo y hasta irracional el propósito y esfuerzo de llevar a efecto cualquier anhelo, plan y aspiración por implantar modos y procedimientos desacralizadores, aunque no se ahorraran medios para conseguirlo.

• Por supuesto que el nombre y la titulación no lo son todo, y en ocasiones son y actúan como elementos contradictorios y contraproducentes, pero pueden constituir y significar alguna seria referencia a ideas, estilos y modos de ser inspirados por la religión.

• Es deplorable que connotaciones, marcas y símbolos, religiosos de por sí, se apliquen y con ellos se intente diferenciar ciertos productos cuyo uso y aplicación carecen de contenido relacionado con dogmas y creencias y sin ni siquiera corresponderse con la calidad y cantidad exigibles y publicitadas. Comerciar de alguna manera con las cosas de Dios, convirtiéndolas en bastardos estímulos para se uso y consumo, equivale a tomar el nombre de Dios en vano, con riesgos de ser reos de horrendos pecados.

• Es así mismo deplorable que palabras, nombres e ideas arrancadas de la terminología litúrgica o canónica designen o señalen ciertos productos con alusión a estamentos eclesiásticos, que supuesta o realmente disfrutan del excelso privilegio de poder poseerlos y detentarlos casi en exclusiva. La condición de monjas, frailes, cardenales, obispos, canónigos, santos y santas acreditan la calidad supuesta de dulces, pasteles, vinos, caramelos, licores, néctares, elixires y hierbas, con intenciones comerciales no siempre avaladas por la honradez y conciencia.

• En el mismo contexto es obligada la cita a empresas, bodegas, fábricas... acogidas publicitariamente bajo la advocación e imagen de celestiales patronos o patronas, sin que tal circunstancia garantice para nada tal calidad, de modo superior o igual a la que individualiza a otras de su mismo género, pero que se anuncian con denominaciones no sacralizadas.

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