"Como tantos inocentes que no tienen peso en la opinión mundial" El Papa denuncia las masacres del Congo, perpetradas "en el silencio vergonzoso"
(José M. Vidal).- Ángelus de la Anunciación. Después de hacerlo ayer, Francisco se asoma de nuevo hoy a la cátedra de la ventana. El Papa recuerda a la Virgen del Magníficat y al Dios que "derriba del trono a los poderosos", al tiempo que denuncia las nuevas masacres del Kivu (Congo) perpetradas en medio "del silencio vergonzoso" de la opinión pública mundial.
Algunas frases de la catequesis del Papa
"Buen día y buena fiesta de la Asunta"
"María corría a una pequeña ciudad para reunirse con Isabel"
"Hoy la ocntemplamos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su hijo Jesús"
"Hoy, María llega a la montaña de Dios, vestida de sol y con la luna bajo sus pies"
"La vemos cruzar elumbral de la patria celeste"
"La primera de todos nosotros de subir a los cielos"
"María, humilde muchacha es admitida por Dios para estar por toda la eternidad junto al Hijo"
"Así Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes"
"La Asunción es una gran misterio, que prefigura nuestro futuro"
"María nos precede en el camino"
"La fiesta de hoy nos hace mirar al cielo"
"El Magníficat es el canto de toda la Humanidad"
"El Señor se inclina sobre los humildes, para alzarlos"
"El Magníficat nos lleva a pensar en tantas sufrimientos actuales, sobre todo en las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, de los niños obligados a trabajos deshumanos, de mujeres explotadas sexualmente"
"Vida de paz y justicia y amor para ellos"
"María me hace pensar en estas mujeres esclavizadas que sufren tanto"
Saludos tras el ángelus
"A la Reina de la paz que contemplamos hoy quisiera confiar, una vez más, las ansias y el dolor de laa poblaciones que, en tantas partes del mundo, son víctimas inocentes de persistentes conflictos"
"Mi pensamiento va a los habitantes del norte de Kivu, en Congo, golpeados por nuevas masacres, que, desde hace tiempo, son perpetuadas en el silencio vergonzoso, sin atraer siquiera nuestra atención"
"Forman parte de tantos inocentes que no tienen peso sobre la opinión mundial"
"Deseos de paz y concordia"

Texto completo de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! ¡Buena fiesta de la Asunción!
La página evangélica (Lc 1,39-56) de la hodierna fiesta de la Asunción de María al cielo describe el encuentro entre María y su prima Isabel, subrayando que «María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá» (v.39). En aquellos días, María corría hacia una pequeña ciudad a los alrededores de Jerusalén para encontrar a Isabel. Hoy, en cambio, la contemplamos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su Hijo Jesús. Muchas veces en su vida terrena había recorrido zonas montañosas, hasta la última etapa dolorosa del Calvario, asociada al misterio de la pasión de Cristo. Ahora la vemos llegar a la montaña de Dios, «revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza» (Ap 12,1) - como dice el Libro del Apocalipsis - y la vemos cruzar el umbral de la patria celeste.
Ha sido la primera en creer en el Hijo de Dios, y es la primera de nosotros en ser elevada al cielo en alma y cuerpo. Fue la primera en recibir y tomar en brazos a Jesús cuando era todavía niño y es la primera en ser recibida de sus brazos para ser introducida en el Reino eterno del Padre. María, la humilde y simple muchacha de un pueblo perdido en las periferias del imperio romano, justamente porque ha recibido y vivido el Evangelio, es admitida por Dios a estar por la eternidad junto al Hijo. Es así que el Señor derriba a los poderosos de su trono y elevó a los humildes (Cfr. Lc 1,52).
La Asunción de María es un misterio grande que se refiere a cada uno de nosotros, concierne nuestro futuro. María, de hecho, nos precede en el camino en la cual están encaminados aquellos que, mediante el Bautismo, han ligado su vida a Jesús, como María ligó a Él su propia vida. La fiesta de hoy nos hace ver al cielo; la fiesta de hoy pre-anuncia los "cielos nuevos y la tierra nueva", con la victoria de Cristo resucitado de la muerte y la derrota definitiva del maligno. Por lo tanto, el regocijo de la humilde joven de Galilea, expresada en el cantico del Magníficat, se convierte en el canto de la humanidad entera, que se complace en ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y todas las mujeres, humiles creaturas, y llevarlos con Él al cielo. El Señor se inclina sobre los humildes para elevarlos y esto lo hemos escuchado en el Magníficat, en el catico de María.
Y el cantico de María nos lleva también a pensar en tantas situaciones dolorosas actuales, en particular a aquellas, de las mujeres oprimidas por el peso de la vida y del drama de la violencia, de las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, de las niñas obligadas a trabajos deshumanos, de las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el espíritu a la concupiscencia de los hombres.
Pueda llegar lo más antes para ellas el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, en espera del día en el cual finalmente se sentirán tomadas por manos que no las humillan, sino con ternura las levantan y las conducen en el camino de la vida, hasta el cielo. María, una mujer, una joven que ha sufrido tanto en la vida, nos hace pensar a estas mujeres que sufren tanto. Y pidamos al Señor que Él mismo las lleve en sus manos por el camino de la vida y las libere de estas esclavitudes.
Y ahora nos dirigimos con confianza a María, dulce Reina del cielo, y le pedimos: «Dónanos días de paz, vigila sobre nuestro camino, has que veamos a tu Hijo, llenos de alegría en el Cielo» (Himno de las segundas vísperas).