"La cuaresma quiere decir no a las palabras vacías y sin sentido" El Papa, en el rito de la ceniza: "Que nuestro polvo, por la fuerza de tu aliento de vida, se transforme en polvo enamorado"

(José M. Vidal).- Misa del miércoles de ceniza del Papa Francisco desde la basílica de San Alselmo a la de Santa Sabina. En la homilía, Francisco recordó que la Cuaresma consiste en decir no "a la asfixia del espíritu", a las apariencias y a las exclusiones. Y conlcuyó con una bella frase: "Que nuestro polvo, por la fuerza de tu aliento de vida, se transforme en polvo enamorado".

El Papa entra en la magnífica basílica de San Anselmo de los benedictinos, rodeado de algunos cardenales y de la comunidad de monjes y demás invitados, mientras el coro entona la antífona de entrada en gregoriano.

Francisco reza una oración y comienza la procesión, mientras el coro canta las letanías de los santos. Una procesión orante.

La procesión se dirige desde la basílica de San Anselmo a la de Santa Sabina, regentada por los padres dominicos. El Papa cierra la procesión, con capa morada y mitra blanca y el famoso báculo de Juan Pablo II.

Precedido por monjes, frailes, obispos, cardenales y fieles, el Papa sale a la calle, para dirigirse a Santa Sabina. Las aceras de las calles están llenas de gente, que ve pasar la procesión.

En unos diez minutos, la procesión llega a la Basílica dominica de Santa Sabina, donde se celebra la eucaristía y el rito de la ceniza. A los pies del altar, Francisco se despoja de la capa y reviste la casulla también morada. Y comienza la eucaristía.

Primera lectura del libro del profeta Joel. Salmo responsorial número 50. La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Corintios: "Dejaros reconciliar con Dios".

El Evangelio de San Mateo: "Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu mano derecha...El Padre que ve en lo secreto te recompensará..."

Algunas frases de la homilía del Papa

"Todo el pueblo fiel es convocado, para ponerse en camino y adorar a su Dios"

"Volver al corazón misericordioso del Padre"

"Fijemos una vez más nuestra mirada sobre su misericordia"

"La Cuaresma es una vía que conduce a la victoria de la misericordia"

"La Cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida"

"Estamos hechos de polvo, pero polvo en las manos amorosas de Dios"

"Soplo de vida que nos salva de la asfixia sofocante provodada por nuestros egoísmos"

"El soplo de la vida de Dios nos salva de esta asfixia"

"El soplo de la vida de Dios nos libera"


"Estamos acostumnbrados a respirar un aire en el que falta la esperanza"

"Cuaresma es tiempo para decir no a la asfixia del espíritu"

"Cuaresma quiere decir no a las palabras vacías y sin sentido"

"Es el tiempo de decir no a la asfixia de una oración que nos tranquiliza la conciencia"

"Tiempo de decir no a los intimismos, que quieren llegar a Cristo, descartando las heridas de Cristo"

"Cuaresma es tiempo de memoria"

"¿Qué seria de nosotros, sin la misericordia de Dios?"

"Cuaresma es el tiempo para volver a respirar, abrir el corazón"

"Es el tiempo de la compasión"

"Que nuestro polvo, por la fuerza de tu vida, se transforme en polvo enamorado"


Tras la homilía del Papa, el rito de la ceniza. 12 sacerdotes y un diácono se presentan ante el Papa con las bandejas de la ceniza, para que éste las bendiga. Tras le bendición de la ceniza, el Papa baja de su sede y el cardenal Tomko le impone la ceniza. Después, el Papa se la impone a los cardenales y a los obispos, a algunos frailes y a algunos fieles.

Homilía completa del Santo Padre

«Volved a mí de todo corazón...volved a mí» (Jl 2,12), es el clamor con el que el profeta Joel se dirige al pueblo en nombre del Señor; nadie podía sentirse excluido: llamad a los ancianos, reunid a los pequeños y a los niños de pecho y al recién casado (cf. v. 6). Todo el Pueblo fiel es convocado para ponerse en marcha y adorar a su Dios que es «compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad» (v.13).

También nosotros queremos hacernos eco de este llamado; queremos volver al corazón misericordioso del Padre. En este tiempo de gracia que hoy comenzamos, fijamos una vez más nuestra mirada en su misericordia. La cuaresma es un camino: nos conduce a la victoria de la misericordia sobre todo, aquello que busca aplastarnos o rebajarnos a cualquier cosa que no sea digna de un hijo de Dios. La cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida. El gesto de las cenizas, con el que nos ponemos en marcha, nos recuerda nuestra condición original: hemos sido tomados de la tierra, somos de barro.

Sí, pero barro en las manos amorosas de Dios que sopló su espíritu de vida sobre cada uno de nosotros y lo quiere seguir haciendo; quiere seguir dándonos ese aliento de vida que nos salva de otro tipo de aliento: la asfixia sofocante provocada por nuestros egoísmos; asfixia sofocante generada por mezquinas ambiciones y silenciosas indiferencias, asfixia que ahoga el espíritu, reduce el horizonte y anestesia el palpitar del corazón. El aliento de la vida de Dios nos salva de esta asfixia que apaga nuestra fe, enfría nuestra caridad y cancela nuestra esperanza. Vivir la cuaresma es anhelar ese aliento de vida que nuestro Padre no deja de ofrecernos en el fango de nuestra historia.

El aliento de la vida de Dios nos libera de esa asfixia de la que muchas veces no somos conscientes y que, incluso, nos hemos acostumbrado a «normalizar», aunque sus signos se hacen sentir; y nos parece «normal» porque nos hemos acostumbrado a respirar un aire cargado de falta de esperanza, aire de tristeza y de resignación, aire sofocante de pánico y aversión.

Cuaresma es el tiempo para decir «no». No, a la asfixia del espíritu por la polución que provoca la indiferencia, la negligencia de pensar que la vida del otro no me pertenece por lo que intento banalizar la vida especialmente la de aquellos que cargan en su carne el peso de tanta superficialidad. La cuaresma quiere decir «no» a la polución intoxicante de las palabras vacías y sin sentido, de la crítica burda y rápida, de los análisis simplistas que no logran abrazar la complejidad de los problemas humanos, especialmente los problemas de quienes más sufren.

La cuaresma es el tiempo de decir «no»; no, a la asfixia de una oración que nos tranquilice la conciencia, de una limosna que nos deje satisfechos, de un ayuno que nos haga sentir que hemos cumplido. Cuaresma es el tiempo de decir no a la asfixia que nace de intimismos excluyentes que quieren llegar a Dios saltándose las llagas de Cristo presentes en las llagas de sus hermanos: esas espiritualidades que reducen la fe a culturas de gueto y exclusión.

Cuaresma es tiempo de memoria, es el tiempo de pensar y preguntarnos: ¿Qué sería de nosotros si Dios nos hubiese cerrado las puertas? ¿Qué sería de nosotros sin su misericordia que no se ha cansado de perdonarnos y nos dio siempre una oportunidad para volver a empezar? Cuaresma es el tiempo de preguntarnos: ¿Dónde estaríamos sin la ayuda de tantos rostros silenciosos que de mil maneras nos tendieron la mano y con acciones muy concretas nos devolvieron la esperanza y nos ayudaron a volver a empezar?

Cuaresma es el tiempo para volver a respirar, es el tiempo para abrir el corazón al aliento del único capaz de transformar nuestro barro en humanidad. No es el tiempo de rasgar las vestiduras ante el mal que nos rodea sino de abrir espacio en nuestra vida para todo el bien que podemos generar, despojándonos de aquello que nos aísla, encierra y paraliza. Cuaresma es el tiempo de la compasión para decir con el salmista: «Devuélvenos Señor la alegría de la salvación, afiánzanos con espíritu generoso para que con nuestra vida proclamemos tu alabanza»; y nuestro barro -por la fuerza de tu aliento de vida- se convierta en «barro enamorado».


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