El prior de Silos cree que el celibato es esencial para la vida religiosa Moisés Salgado: "Los monjes somos seres humanos que necesitamos una mayor dosis de silencio y soledad que los demás"

(José Manuel Vidal)- Este verano visité el monasterio de Silos, un lugar que rezuma espiritualidad por todas partes. Desde el claustro a la iglesia, pasando por la huerta. Para hablar de Dios, del monacato, de Silos y de la vida, entrevistamos al padre Prior don Moisés Salgado. "No todos somos capaces de asumir la misma densidad de silencio" dice Moisés, que piensa que la diferencia entre los monjes y el resto de personas es precisamente ésa: "Los monjes somos seres humanos que necesitamos una mayor dosis de silencio y soledad que los demás", explica.

Habla de su vocación con profunda convicción, incluyendo el voto de celibato. Pero admite que no es ése el caso de todos los célibes: "En los seminarios todavía no se habla lo suficiente de madurez afectivo-sexual". Y sobre el papel de la vida religiosa dentro de la Iglesia, afirma rotundamente: "Si no estamos en la Iglesia para servir, no pintamos nada".

¿Qué es el monasterio de Silos? ¿Cómo se lo describiría a alguien que no lo conoce?

Estamos situados al noroeste de la provincia de Burgos, muy cerca del límite con Soria. Silos es uno más de los monasterios que subsisten todavía por toda Europa, monasterios históricos de gran tradición y antigüedad. Tenemos algunos indicios de que Silos ya existía en la época visigoda, aunque los investigadores no lo saben a ciencia cierta.
Silos está enclavado en un lugar realmente precioso, en la sierra de la Demanda, entre montañas que llegan a los 1.400 metros de altura. Todas las montañas están cubiertas por el árbol típico de la zona, el enebro. De hecho, estamos en la mayor extensión de enebros de Europa, la mayor reserva.

El hecho de que los monasterios y los conventos suelan estar en lugares privilegiados a nivel de paisaje o silencio, ¿no hace pensar que el lugar donde uno se encuentre es importante para llegar a Dios?

Bueno, esto se explica sobre todo por la vocación monástica. Habría que decir que en realidad todos somos un poco monjes. Raimond Panikkar dijo que todos llevamos un monje dentro, o mejor dicho, un arquetipo monástico. Una parte constitutiva de nuestro ser que hay en todo ser humano. En unos se manifiesta con más fuerza y en otros con menos. Sabemos por la antropología, por la filosofía y por la psicología, que el hombre es relacionalidad. Pero también es interioridad. En la misma medida que el hombre necesita relacionarse con los demás, también necesita estar solo. También necesita silencio y soledad. Es un elemento constitutivo, que necesitamos todos, para ser hombres. Y sobre todo hombres cabales.
Por eso los monjes siempre buscaron lugares apartados para sus monasterios. Porque la semilla monástica les llevaba a eso. Los monjes somos seres humanos que necesitamos una mayor dosis de silencio y soledad que los demás. Por eso nos separamos un poquito.
Esta separación, que antiguamente se llamaba "la fuga del mundo" no es algo prioritario o directo, sino indirecto: es una consecuencia de su necesidad de silencio y soledad. No es un desapego. Porque, por mucho que uno quiera salirse del mundo, no puede salirse del todo. El monje es, como todo ser humano, un habitante del mundo, copartícipe de sus luchas y traiciones.

¿Ese "alejamiento del mundo" implica cierta renuncia, pero también ciertos privilegios?

Claro. Esa necesidad de silencio y soledad se debe, también, a que el monje es una persona muy sensible a los sagrado, a lo divino, a la presencia de Dios. El monje es un hombre religiosamente sensible, más sensible que la media general en ese sentido. Aunque también es posible que fuera de los monasterios, pero dentro de la misma sociedad, haya personas más sensibles que los monjes. La vida es toda mescolanza.
Lo que está claro es que el que se ha hecho monje es porque ha sentido esa necesidad de modo tan fuerte que ha tenido que dejar el ritmo normal de la sociedad para crearse un ritmo y un hábitat propios, tanto natural como espiritual, para que su semilla pueda desarrollarse.

¿Puede decirse que la vida monástica es un método de acercamiento a Dios que ha dado pruebas de su funcionamiento? Al fin y al cabo, ha sido contrastado desde hace siglos...

Efectivamente. Hay que tener en cuenta que el monacato es un fenómeno universal, no es sólo cristiano. De hecho, el nacimiento del monacato tuvo lugar en la India. La descripción más antigua que tenemos de lo que es un monje está en el Rig Veda, y data de mil años antes de Cristo.
El monacato existe en casi todas las religiones, aunque con muchas variantes. Pero en el fondo, desde el punto de vista antropológico, coincidimos todos.

¿La base común es buscar a Dios a través de un camino especial?

Exacto. Buscar a Dios o buscarse a uno mismo, porque hay monacatos que no son teístas. Por ejemplo, bastantes ramas del budismo o del hinduismo, que no son ateas, pero tampoco propiamente teístas. Lo que buscan esos monjes es la realización de sí mismos.
En el monacato cristiano se sobreentiende que, a la vez que se busca el encuentro con Dios, se busca la autorrealización. Aunque a mi entender esto se ha destacado pobremente. Pero es innegable que el monje cristiano busca también la realización de sí mismo. Sentirse feliz, sentir un poco de paz. Aunque evidentemente el monje cristiano acepta como capítulo primero a Dios. Es un creyente. Así que, de alguna manera, encuentra su propia realización en el encuentro con Dios. En ese camino de búsqueda en el que el cristiano trata de llegar a Dios a través de su Palabra y de los sacramentos. Especialmente de la eucaristía, que es el sacramento más importante. Pero sobre todo siguiendo el camino de Cristo. El ejemplo de Jesús, que es el hombre perfecto, el hombre por excelencia.
No se encuentra un hombre más completo que Jesús. Incluso aunque no fuese Dios, Jesús podría ser objeto de seguimiento y de veneración, por lo maravillosa y sublime que es su humanidad. Por eso enamora a cualquier persona que tenga realmente ganas de ser una persona cabal.

Pero, para llegar a ese "enamoramiento", el monacato tiene unos instrumentos especiales. A parte del silencio y de la soledad, ¿cuáles otros utilizan?

Hay una serie de herramientas corpóreo-espirituales del monacato universal, no solamente del cristiano. Además del silencio y la soledad, que ya los hemos dicho, es fundamental la vida fraterna (que es mucho más fuerte que la vida en comunidad, al menos cristianamente hablando). La ayuda mutua, la clausura (que no se reduce a que las mujeres no puedan entrar).

¿No pueden entrar mujeres al monasterio?

Al monasterio sí pueden entrar, a lo que no pueden entrar, evidentemente, es a la vida íntima de los monjes. Hay que guardar unos mínimos límites de respeto entre unos y otros.
La mezcla entre hombres y mujeres nos agrada a todos, pero también puede perturbarnos y crearnos un problema.

¿Hay algo de machismo en esto?

No, en absoluto. Tampoco en los monasterios de monjas pueden entrar los hombres. Igual que en los matrimonios. Si un hombre quiere ser fiel a su mujer, no anda tonteando con otras. Para que el matrimonio se tenga respeto hay que guardar ciertas distancias. En los monasterios esto es un poco más fuerte, pero de verdad que no esconde ningún tipo de desprecio.
Las herramientas corpóreas, que tienen que ver con la dimensión más externa del hombre, son imprescindibles para cualquier ser humano. Cualquier ser humano las necesita para llegar a conocerse a sí mismo, para ser él mismo.

Sin embargo, no todos somos capaces de asumir el silencio...

Es cierto. No todos somos capaces de asumir la misma densidad de silencio. Cada uno, según su manera de ser, necesita más o menos.

¿Incluso entre ustedes los monjes?

Sí. También entre nosotros hay un cierto pluralismo. San Benito, por ejemplo, contempló excepciones cuando escribió su regla. Al hablar de las comidas dijo que los enfermos no debían seguir la regla, la regla de la mayoría. Tampoco los ancianos ni los niños (entonces había niños en los monasterios, porque algunos padres los enviaban allí para que los monjes los educaran).

¿Uno de los problemas de la sociedad de hoy es la falta de silencio?

Justamente. Y otro problema es que leemos poco. Muchas personas sensatas se están preguntando ya dónde va Europa con esta pobreza, porque realmente es preocupante.

A pesar del silencio y de la soledad, ¿están conectados al "mundo exterior"? ¿Cómo siguen la actualidad?

Por supuesto. Sobre todo a través de libros y revistas. La actualidad la seguimos a través de dos periódicos que nos llegan, El Diario de Burgos y El Mundo. Son suficiente.

¿No ven la televisión?

No. Alguna vez vemos algún programa que vale la pena en diferido. Por ejemplo, cuando el Papa beatifica a algún santo, cuando se decide la elección papal o acontecimientos eclesiásticos por el estilo.

¿Utilizan internet, redes sociales...?

Sí, pero con mucha prudencia y discreción. Entre otras cosas, porque no tenemos tiempo. Y teniendo la biblioteca que tenemos, no digo que otros medios no sean necesarios, pero es que tenemos libros para toda la vida, o para varias vidas. Eso es una riqueza inmensa.

¿Cómo llegan a este oasis de paz los gritos de sufrimiento del mundo?

La gente suele olvidarse de que los monjes somos seres humanos. Ni hemos venido de Marte ni somos ángeles. Nosotros podemos comprender a quien sufre a través de nuestra propia convivencia. Aceptarnos unos a otros y convivir fraternalmente es lo más duro para nosotros, porque todos tenemos nuestras virtudes y nuestros defectos, nuestras manías, nuestros hábitos negativos y positivos, repelente o atractivos. La convivencia es para nosotros una escuela de humanidad.

¿Como una familia?

Sí, pero una familia en la que no tienes lazos de sangre, y en la que lo único que te une es la fe. Y esto es durísimo. Yo diría que es el mayor reto que tenemos como cristianos: el amor al hermano. Es la principal dificultad para cualquier cristiano, pero especialmente para nosotros. Es lo que nos produce más sufrimiento y a la vez más alegrías.
En ese sentido estamos en una escuela de humanidad para aceptar al hermano tal como es. Se producen muchas tensiones internas, como unos padres con sus hijos (aunque en ese caso, los lazos de sangre que hay tienden a suavizar los choques). Cuando vives con treinta hermanos, todos distintos, eso se convierte en una lucha diaria por aceptarlos, quererlos y amarlos.
Por eso nuestra referencia es Jesús. Eso nos basta. Jesús nos ha venido a decir que tenemos que amarnos los unos a los otros como humanidad. Ésa es la razón más fuerte. Quien no sufre no puede compadecerse del sufrimiento de los demás. Es imposible.
Las angustias de la gente nos llegan a través de las familias, a través de los huéspedes, con los que tenemos una comunicación constante. Con los huéspedes hablamos todos los días, porque ellos vienen a hablarnos. Nos plantean sus problemas, sus dramas personales. A veces son gente que está volviendo a la fe; otras veces, gente que la está perdiendo. Unos vienen buscando luz, otros no tienen nada que ver con el cristianismo pero acuden al monasterio porque tienen un problema...

¿Acuden a ustedes como si fueran psicólogos?

Sí, como psicólogos o maestros, padres espirituales, etc. Pero no siempre está la fe de por medio. Hay gente que quiere conversar de su problema humano, que no necesariamente tiene que ver con la fe.

¿Hay mucha gente con necesidad de ser escuchada?

Sí. Y cuando llega ese tipo de gente, nada más entrar al monasterio se siente acogida. Por el templo, por el silencio, por la densidad religiosa que tiene el lugar, que es enorme. Es un ambiente que hace más fácil que los huéspedes se abran, y que les suscita las preguntas y aclara su confusión.

¿Cree que la Iglesia podría poner en marcha alguna fórmula para mitigar el dolor que tanta gente está padeciendo a causa de la crisis?

La Iglesia ahora mismo está trabajando mucho a través de Cáritas y de muchas otras instituciones de caridad. Sin embargo, estoy de acuerdo en que siempre podríamos hacer más, porque me duele muchísimo cada vez que me llama un amigo diciéndome que está en paro, que no encuentra trabajo y que no sabe cómo va a pagar el piso.

¿Cree que el Papa está dando esperanza también en España?

Yo Dios gracias a Dios y me alegro muchísimo porque este Papa nos está despertando de muchas maneras. La Iglesia se está concienciando poco a poco de la necesidad de llegar a los demás.
A mí personalmente no se me ocurren medios concretos que se pudieran poner en práctica. Lo que hacemos nosotros es acoger a gente en nuestra hospedería, para la que cobramos un precio simbólico para la entrada general, y a los parados y a los jubilados no les cobramos. El fin no es ganar dinero ni mucho menos. El fin es aligerar las cargas que lleva encima la gente.

¿Siguen cumpliendo la regla del "ora et labora"? ¿Viven de lo que trabajan ustedes mismos?

Sí. Lo que pasa es que el "labora" es muy variado, depende mucho de cada monasterio, que tiene sus fuentes de financiación según dónde esté situado. A nosotros concretamente nos condiciona el turismo. Positivamente, claro. Llevamos recibiendo turismo desde los años 60. Es nuestra principal fuente de ingresos.

¿Qué es lo que viene a hacer la mayoría de la gente a Silos?

La mayoría viene a visitar el claustro. Antes, cuando el turismo era menor, hacíamos visitas guiadas. Ahora no podemos, hacemos visitas guiadas sólo de forma excepcional.

Desde fuera se puede ver que tienen una gran riqueza de patrimonio. ¿La vida interior al monasterio es más austera? ¿Son pobres por opción?

Deberíamos ser pobres. Pero no míseros. Porque Jesús no predicó la miseria, ni dijo "dichosos los miserables". Jesús predicó una vida sencilla, no la miseria al borde de la cual está hoy en día tanta gente de este mundo. Ésa es la gente a la que hay que echar un cable.
En los años del marxismo y a raíz de sus análisis, comenzó a expandirse un prejuicio sobre los monasterios. Hay gente que piensa que vivimos en un gran edificio sólo porque es un edificio histórico, un edificio antiguo. Además de que es un edificio que nos viene del pasado, que viene de la historia. Nosotros tenemos aquí las actas de la Congregación Benedictina de Valladolid, que estuvo aquí desde el siglo XIV hasta la desamortizacion. Y en las actas se ve que desde los comienzos, en este monasterio nunca ha habido dinero. No nos llega para arreglar la iglesia, por ejemplo. Cuando en los monasterios hay dinero suficiente, enseguida se emplea en hacer algo nuevo. En ampliar la hospedería, por ejemplo. Pero siempre con una dimensión social. No es para el bienestar de los monjes. De los monjes podemos decir a ciencia cierta que, salvo momentos puntuales de relajación extrema, han vivido siempre con muchas escaseces. La gente que viene a pasar unos días a la hospedería lo comprueba por sí misma. La comida es abundante, pero es muy sencilla. Frugal. Mucha más verdura que carne.
No hay que alardear de pobreza, pero sí que es cierto que vivimos con sencillez. Buscar en el monasterio un estilo de vida palaciego sería una contradicción absoluta por parte de los monjes. Sencillamente no nos va eso. Sentimos un rechazo visceral hacia una vida con comodidades. Lo que nos significa que en algún momento de la historia los monjes no se hayan propasado. Pero ése es un capítulo cerrado de la historia.
Vivir en un sitio así tiene sus pros y sus contras, porque mantener un edificio como éste cuesta mucho. Pero lo que está claro es que vivimos en un edificio bello.

¿La belleza acerca a Dios?

Dios es bello. La presencia de Dios en el sujeto humano le hace bello. Eso se nota en los santos, que están más cerca de Dios. En su rostro notas belleza, porque vuelcan hacia fuera la belleza interior de su alma. Por eso todos los santos tienen el rostro sereno, porque tienen paz, están relajados.

¿Qué significa para ustedes la obediencia? ¿Es una virtud que tienen totalmente asumida?

Sí. La obediencia nace del ejemplo de Cristo. Si hay algo claro sobre Cristo es que él no hizo su voluntad, sino la voluntad del Padre. Por eso dijo constantemente: "Yo no hablo de mí mismo, hablo de quien me ha enviado". El momento de la pasión es el que mejor lo demuestra, cuando dice "Padre, si es posible, aparta de mi este cáliz... pero si no es posible, hágase tu voluntad y no la mía". Los monjes se remiten a Jesús como Jesús se remitía a su Padre.

¿El abad es para ustedes como el obispo para los curas?

Según San Benito, el abad es el representante de Dios para los monjes. Es nuestro superior, pero eso no significa, evidentemente, que pueda mandarnos cosas inmorales. Si un abad mandara algo inmoral, sería nuestra obligación desobedecer.

¿De qué manera condiciona que el cargo de abad sea un cargo para toda la vida?

Bueno, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. En el caso de los cistercienses, por ejemplo, no es un cargo vitalicio. Los renuevan cada seis años, aunque pueden volver a elegir al mismo. Hemos hablado con ellos de este tema, para comprar cómo les va a ellos y cómo nos va a nosotros. Y el balance más o menos es el mismo. Incluso puede ser que el cargo temporal tenga más inconvenientes. Nosotros después del Concilio, como sabes, protestamos mucho, contestamos muchas cosas... Pero eso lo mantuvimos así. Y si un abad nos cae antipático, relativizamos.

¿No cree que un abad que sabe que llegado un momento dado tiene que renunciar, se apegaría menos al poder?

Bueno, nosotros hemos tenido un caso especial, porque nuestro anterior abad, don Clemente Serra, renunció por cuestiones de salud. Y es que ahora mismo, aunque según la constitución de nuestra congregación los abades son vitalicios, realmente no duran toda la vida en el cargo. Más allá de quince años normalmente no duran. Ellos mismos renuncian. ¿Por qué? Quizá porque la mentalidad de hoy es distinta, los abades tienen una vida muy intensa. No pueden evitar tener muchas visitas, reuniones, entrevistas...

¿Cree que el Papa Benedicto ha marcado un precedente con su renuncia?

Sí. Pero es que es natural. Llega un momento en que el sujeto se da cuenta de que no puede seguir más años. Pero el apego al cargo también es algo que nos pasa a todos. Es una tentación humana que nos acosa a todos, hasta al más humilde. El poder corrompe en todos los ámbitos. Por eso en la Iglesia tenemos que cuidarnos muchísimo de ese apego al poder. Porque agarrarse al poder está en contra del espíritu del Evangelio. Si no estamos en la Iglesia para servir, no pintamos nada. Los títulos son nombres, no valen para nada más. Yo soy prior para servir a mis hermanos y a mi comunidad.

¿Trabaja mucho un prior?

El abad es el que tiene casi todas las responsabilidades. El prior le suple cuando no está., pero no puede innovar. No puede realizar ningún cambio mientras sustituye al abad. El papel del prior es mantener lo que hay.

¿El voto de castidad es más fácil para los monjes (que están protegidos por el entorno del monasterio) que para los sacerdotes que están expuestos a más tentaciones?

Yo diría que el voto de castidad se hace difícil cuando el sujeto no ha logrado una madurez afectivo-sexual-psicológica suficiente. Ahí es cuando se puede hacer difícil, y esa dificultad puede indicar, en muchos casos, que el sujeto no está en realidad llamado a la castidad. El voto de castidad no supone que seamos de madera o de piedra y que no sintamos nada. Sentimos lo mismo que todo el mundo. Pero con el don del celibato, con el carisma del celibato, el mismo Espíritu nos da una lucidez interior especial. Una lucidez que luego nosotros vamos cultivando.
Hace tiempo vino aquí un joven que supuestamente tenía vocación. Hablando con él le saqué el tema del celibato, y me di cuenta de que no tenía claro ese aspecto. Entonces le pregunté si había descartado firmemente el matrimonio, y me contestó que no. Así que le dije que antes que nada tenía que aclararse, y que si volvía, que volviera cuando estuviera totalmente convencido del carisma del celibato.
Yo, personalmente, siempre me vi hecho para el celibato. Mi primera vocación fue sacerdotal, después monacal. Pero siempre sentí que mi vida tenía que estar abierta a Dios a través del celibato. Eso es el voto del celibato: tener tu puerta abierta a Dios las 24 horas del día. Estar a su servicio, siempre disponible, libre y adulto. Y me siento libre así. Nunca me he visto casado. Pero esto no significa que no sienta atracción por el matrimonio o que no lo valore. Yo diría, incluso, que el celibato te hace mucho más sensible al amor que hay entre un hombre y una mujer que se entregan en matrimonio. Porque cuanto más puro es un ser humano a nivel espiritual, más valora a toda persona con la que se encuentra.

¿Es decir, que para usted es un carisma deseado y aceptado?

Sí. Yo descubrí que me sentía llamado a vivir abierto a los demás, sin casarme, sin centrarme solamente en una mujer y unos hijos.

¿Cree que los monjes entran al monasterio mucho más convencidos del voto de castidad de lo que llegan a estarlo los sacerdotes? ¿Cree que el celibato sacerdotal podría revisarse, para que sea un carisma opcional en vez de impuesto?

Sí, eso es. En la definición de la vida religiosa es un elemento constitutivo y esencial el voto de celibato. Uno no puede entrar en la vida religiosa si no siente dentro de sí ese don que es el celibato. Y eso no va a cambiar, porque nosotros los monjes adoptamos libremente ese voto. En cambio, en el caso de los sacerdotes puede plantearse la discusión. El celibato de los curas diocesanos es una condición que ha puesto la Iglesia, pero no es un elemento constitutivo de la vida sacerdotal.

¿O sea que podría ser suprimido en cualquier momento?

Claro.

¿Qué instrumentos utilizan ustedes los monjes para dominar las "pasiones de la carne" que, como decía San Pablo, "son como un aguijón que se lleva por dentro"? ¿Se siguen utilizando las flagelaciones, cilicios u otras mortificaciones?

No. No es que quiera despreciar esa metodología, pero creo que responde a parámetros históricos ya superados. El hombre de hoy es igual al hombre del siglo XVI o del siglo V, con las mismas debilidades y la misma grandeza. En sustancia seguimos siendo lo mismo. Pero las épocas históricas nos condicionan y nos cambian bastante. Más de lo que pensamos. Por eso los métodos que utilizamos para educar (no me gusta la palabra controlar) nuestras tendencias afectivo-sexuales han cambiado en comparación a épocas pasadas. Hoy en día los cilicios los veríamos como un método de coacción, posiblemente nos crisparían más. También hay que tener en cuenta que ni la sexualidad ni la afectividad se manifiestan con la misma intensidad en todas las personas. Hay quienes prácticamente no tienen ningún problema con la sexualidad y hay quienes sufren pasiones alocadas. Depende de cada cual. Hay quienes no sufren la lujuria pero sufren la gula, les da por eso, lo sustituyen. Entonces, lo que hay que trabajar es la madurez. La lucidez en el conocimiento de uno mismo.

¿Para eso sirven los noviciados?

En los noviciados tratamos de que se desarrolle esa madurez, pero es un proceso que dura toda la vida. Además, creo que todavía hoy por hoy esto es una cuestión que no se habla lo suficientemente clara en los seminarios. Muchos seminaristas con los que he hablado me han dicho que les gustaría que este tema se tratara más en serio. Y yo creo que a un sacerdote que va a ser célibe para toda la vida hay que hablarle mucho más de este tema. Y mucho más claramente.
Nosotros sí lo hacemos con nuestros aspirantes, pero hay una diferencia notable de edad. Es raro que venga al monasterio alguien que no ha cumplido los 30 años. Por tanto, o ya trae consigo la madurez necesaria, o probablemente la estancia en el monasterio le va a crispar.

¿Hay muchos aspirantes que llaman a las puertas de Silos?

Bueno, para la sequedad de vocaciones que hay hoy en día somos bastante privilegiados. No tenemos vocaciones suficientes para el relevo generacional de monjes, pero, dentro de la terrible escasez, aquí siguen llamando. Vienen y abrimos.

¿Unos diez o doce al año?

No los he contado, no me gusta llevar las cuentas. Pero calculo que cada año se acercan aquí unos dos o cuatro con intención o inquietudes de vocación.

¿Qué proceso tienen que pasar para entrar?

Primero, hablar. Tenemos conversaciones. Les hacemos preguntas para intentar discernir. Valoramos (si los tienen) los informes de algún sacerdote o religioso que les conoce. Pero esto no suele pasar, porque generalmente los que viene aquí no son chicos de parroquia.

¿La de monje es una vocación muy específica?

Sí. Por eso suele influir si has recibido la fe de tus padres, si la has cultivado en grupos de jóvenes, por ejemplo. Eso te da ventajas. Pero Dios puede llamar a cualquier cristiano, en cualquier momento.

¿Les da miedo la falta de relevo? ¿Temen que su congregación se acabe, que sean ustedes los últimos?

Sí lo tenemos, aunque procuramos no estar preocupados. Sabemos que existe esa posibilidad. Pero también confiamos en que los grandes monasterios lo tienen más difícil para desaparecer que otros que no tienen tanta historia, tanta tradición o tanta fuerza.

En este clima generalizado de falta de vocaciones, llama la atención el fenómeno de Iesu Communio, que ha logrado aglutinar a unas 200 monjas, casi todas jóvenes. ¿Cómo se explica eso?

Mi versión particular es que es un fenómeno totalmente natural dentro de la Iglesia y de las coordenadas históricas que estamos viviendo en la actualidad. Mi opinión es que estamos asistiendo al nacimiento de una congregación, como otros, en el pasado, asistieron al nacimiento del benedictinismo, del Císter, de los dominicos, de los carmelitas, de los jesuitas, etc. ¿Cómo se puede explicar? Yo no buscaría razones sociológicas causantes de este tipo de fenómeno. Tampoco es un fenómeno paranormal. Simplemente llegó un momento en que Verónica (la madre abadesa) vio que empezaban a llegar jóvenes, y entonces las monjas de dieron cuenta de que el Espíritu les estaba llevando por otros derroteros. Entonces, empezaron a verse diferentes, y pensaron que tenían que planteárselo a la Iglesia. Y tomaron la decisión de hacer cosas nuevas. Es mi interpretación.

¿Han tenido contacto entre ustedes, de institución a institución?

Muy poquito.

¿Son esas jóvenes monjas una prueba de que Dios sigue llamando?

Efectivamente. Lo que no quiere decir que el condicionante social no tenga importancia, porque claro que la tiene. Pero fundamentalmente lo que condiciona es la espiritualidad.
Esto significa que aquel o aquella fundadora (como puede verse si se estudia el nacimiento de órdenes y congregaciones del pasado) que sabe captar una serie de aspectos, más bien de expectativas, de los jóvenes de su época, y sabe darles cauce y sabe concretarlas, es el que consigue las vocaciones.

¿Los signos de los tiempos?

Eso es. Saber captar las necesidades del mundo y de la Iglesia, ponerles nombre y llevarlas a la práctica. Es lo que han sabido hacer los fundadores.

¿Está contento con la primavera de Francisco?

Por supuesto. Al cien por cien.

¿Está llegando a España, o va a llegar?

En este tema no me hago especiales ilusiones, porque el ser humano progresa muy lentamente. A nivel individual avanzamos lentamente, pero a nivel global más lentamente aún.
Es una bendición que existieran Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, y es una bendición que tengamos al Papa Francisco. Con él siento sintonía, me encanta. Así que simplemente me dejo llevar. Sin hacer pronósticos. Intento ser lo más auténtico que puedo como cristiano.

¿O sea que la contribución que se puede hacer desde aquí es sumarse espiritualmente "al carro" de la revolución tranquila?

Ya estamos sumados, es nuestro compromiso personal. Es una bendición que venga un Papa como Francisco a inyectarnos de optimismo, a sacudirnos de la modorra (porque somos proclives a ella, a los hábitos, las lentitudes, la dejadez y las manías). Es maravilloso, es un don del Espíritu.
Estoy convencido de que este hombre está llegando a muchos corazones, incluso no creyentes. Mi hermana, por ejemplo, que no es creyente, me decía hace poco: "Oye, ¡qué majo es este Papa!".

Acaba de publicar un libro que se titula "Vivir con sabiduría. Un viaje con los monjes al interior de sí mismos", editado por Ediciones Montecasino. ¿Qué transmite en ese libro?

Bueno, el título es mercantil, por desgracia, y ni siquiera lo llamaría libro, porque es prácticamente un reportaje periodístico. Tiene su origen en una charla que me pidieron unas monjas benedictinas de España, sobre cómo educaría hoy San Benito a las nuevas generaciones. Una cuestión muy bonita pero muy difícil de responder, porque yo no puedo llamar ahora a San Benito para que me diga cómo educaría él. Pero bueno, me puse a trabajar e hice lo que pude. Así que di la charla y la publiqué en una revista monástica. Después, volviendo un poco sobre ella, me gustó, me atrajo, y empecé a ampliarla. Amplié bibliografía, fui incrustando temas, fichas y demás... y de pronto había llegado a los quinientos y pico folios de ordenador. Así que hablé con la editorial que tienen las benedictinas de Zamora, les pareció bien y lo publicaron.
En realidad el libro es una reflexión que me hago a mí mismo como monje, preguntándome y cuestionándome sobre qué es la vocación monástica. Pero también quiero dar una respuesta a los que no son monjes: laicos, creyentes y no creyentes. Me dirijo a un público muy plural, aunque fundamentalmente trato problemas de la vida monástica de hoy en día, desde mi pobre punto de vista. Una perspectiva siempre es una perspectiva, y siempre es muy limitada. Pero bueno, lo cierto es que me dejé llevar por el deseo interior que sentía de dar salida a muchas cosas que hasta ahora no había plasmado en ningún sitio.
En la presentación hago un repaso de la situación espiritual que estamos viviendo en el mundo occidental, especialmente en Europa; y en el capítulo primero entro ya en el tema de la vocación monástica. Una especie de pequeña fenomenología de la vocación monástica. ¿Cómo es un monje, por qué se hace monje? Una especie de estudio del arquetipo monástico, pero con un lenguaje distinto al que normalmente hemos utilizado para explicarnos.
Como te he dicho antes, creo que la vocación de monje, desde el punto de vista del ser humano, es una vocación que sale de las tripas. Como la del torero que asegura que no puede vivir sin torear.
El monje nace y se hace, como el escritor. Es algo que se lleva dentro pero que también se pule. La vocación monástica entra dentro del espectro general de todas las vocaciones. Que no es lo mismo que profesiones, hay que distinguir. Una profesión puede ser temporal, se elige para ganar dinero, para desenvolverse en la vida. La vocación tiene matices mucho más profundos. Responde a lo que el hombre es en lo más profundo de sí mismo, y sin lo cual no puede vivir. Si yo siento que soy músico, buscaré a toda costa ser músico. Porque es algo que sale de mí y que no puedo parar.
Este tipo de comparaciones son las que no suelen hacerse en relación a los monjes, pero que yo he utilizado para que el libro se lea bien. Es un lenguaje muy directo, no excesivamente conceptual.

¿Podría resumir en dos consejos la sabiduría personal que ha condensado en su libro?

Yo diría que la vida es difícil y complicada, pero al mismo tiempo es mística. Por desgracia no podemos dejar de complicarnos la vida, porque la vida es complicada. Pero dentro de lo inevitable, de lo que no tiene vuelta de hoja, al hombre lo que le cabe es hacer lo que hacen los jugadores de fútbol: pasarle al contrario sin que te piten falta. Es decir, tratar de vivir con un poco de inteligencia y de sabiduría, vivir con sensatez para que la vida no se haga tan compleja.

Algunos titulares:

-En la misma medida que el hombre necesita relacionarse con los demás, también necesita estar solo para ser un hombre cabal

-Los monjes somos seres humanos que necesitamos una mayor dosis de silencio y soledad que los demás

-La vocación del monje es tan fuerte que le obliga a dejar el ritmo normal de la sociedad para crearse un ritmo y un hábitat propios, para que su semilla de espiritualidad pueda desarrollarse

-Incluso aunque no fuese Dios, Jesús podría ser objeto de seguimiento y de veneración, porque es el hombre perfecto, el hombre por excelencia

-La mezcla entre hombres y mujeres nos agrada a todos, pero también puede perturbarnos y crearnos un problema

-No todos somos capaces de asumir la misma densidad de silencio

-Un problema de la sociedad actual es que leemos poco. Me pregunto dónde va Europa con esta pobreza, que es realmente preocupante.

-Jesús nos ha venido a decir que tenemos que amarnos los unos a los otros como humanidad. Ésa es la razón más fuerte para aceptarnos con nuestros defectos.

-Si no estamos en la Iglesia para servir, no pintamos nada

-El voto de castidad no supone que seamos de madera o de piedra y que no sintamos nada. Sentimos lo mismo que todo el mundo

-El celibato consiste en tener tu puerta abierta a Dios las 24 horas del día

-El voto de celibato es esencial para la vida religiosa, pero en el caso de los sacerdotes diocesanos puede plantearse la discusión y suprimirlo en cualquier momento

-Ya no utilizamos cilicios, los métodos para educar nuestras tendencias afectivo-sexuales han cambiado respecto a épocas pasadas

-En los seminarios todavía no se habla lo suficiente de madurez afectivo-sexual

-Iesu communio no es un fenómeno paranormal: está naciendo una congregación como en el pasado nació el benedictinismo, el Císter, los dominicos, los carmelitas o los jesuitas

-El fundador o la fundadora que sabe captar las expectativas de los jóvenes de su época, y sabe darles cauce y concretarlas, es el que consigue las vocaciones.

-Es una bendición que venga un Papa como Francisco a inyectarnos de optimismo y a sacudirnos de la modorra, la dejadez y las manías

-La vocación de monje es una vocación que sale de las tripas, como la del torero que asegura que no puede vivir sin torear


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