Escuchar y dialogar con Dios.
19 Domingo ordinario –A - Mt 14,22-33 - 13 de agosto de 2023
| Luis Van de Velde
En esta homilía [1] Mons. Romero reflexiona a partir del versículo 14,23 ("Jesús subió solo a la montaña para orar") y luego habla de la figura de Pedro en relación con el Papa Pablo VI, fallecido una semana antes. En este comentario retomamos la cita del versículo mencionado.
“Cristo subió solo a la montaña para orar. A Cristo lo encontramos muchas veces en este diálogo con su Padre. Y es que nos quería enseñar que hay que vivir en continua comunicación con Él y que hay que vivir de su vida; que no hay que vivir del pecado, de la mentira; que hay que anegarse en la belleza, en la sublimidad de Dios para darle gracias por los favores recibidos, para pedirle perdón por nuestras debilidades, para pedirle cuando nuestras limitaciones topan ante la impotencia de lo grande que se nos pide. Es necesario saber comprender que tenemos esa capacidad y que Dios tiene el deseo de llenar esa capacidad. Esto es lo bello de la oración y de la vida cristiana: que el hombre logra comprender que un interlocutor divino lo ha creado y lo ha elevado con capacidad de poder hablar de tú a tú. …..Si sólo esto lograra, hermanos, en mi homilía de hoy: despertar un interés por descubrir eso que tal vez nunca se ha descubierto. Como aquel “Marcelino[2] Pan y Vino” que sube al piso donde se encuentra con Cristo para platicar con Él. ¡Qué dicha poder encontrarlo! Nosotros, tal vez, no hemos subido a ese segundo piso y por eso vivimos a ras de la tierra, solo platicando miserias humanas, intrigas de hombres, mentiras de hombres y no nos subimos a ese piso o, como Cristo, a la montaña para hablar a solas con nuestro Dios. Y ese segundo piso lo llevamos aquí dentro. Dice el Concilio: Dios ha creado para el hombre la conciencia como un santuario íntimo donde él baja para platicar a solas con el hombre y donde el hombre decide su propio destino.”
Monseñor Romero espera que su homilía abra un camino para que la comunidad eclesial esté dispuesta a escuchar y dialogar con Dios. Eso es la oración. Hoy más que en tiempos de Monseñor Romero (en El Salvador), la oración auténtica quizás se diluye, se oscurece o incluso se desliza o se abandona en nuestro tiempo. ¿Son tiempos de eclipse de Dios o tiempos en los que nosotros mismos ya no estamos interesados en el contacto con la Fuente y el Futuro de la Vida?
En efecto, es sorprendente cómo los 4 Evangelios mencionan regularmente que Jesús se retiraba, subía a la montaña, para orar allí en soledad. Si nosotros vamos a la montaña, no suele ser para "orar en soledad". Y retirarnos al silencio no parece ser una opción prioritaria inmediata de la mayoría de las personas, incluidas las que tienen algo que ver con la Iglesia. ¿La consecuencia es entonces que vivimos "a ras de suelo, hablando sólo de la miseria humana, de las intrigas de la gente, de las mentiras de la gente"? ¿Vivimos en tiempos en los que la pregunta de Lode Zielens[3] "Madre, ¿por qué vivimos?" ya no se plantea o necesita plantearse?
Dos veces en esta cita, Mons. Romero menciona "las mentiras de hombres". Las mentiras y las medias verdades nos mantienen bastante ocupados. Somos víctimas de ellas, porque nunca tuvimos acceso a tanta "información", pero al mismo tiempo ya nadie sabe lo que es verdad y lo que es mentira. La información sobre las causas de la guerra en Ucrania y lo que está ocurriendo en ella es muy confusa. Estamos inundados de publicidad comercial de la que nadie sabe lo que es exagerado, simplemente falso o es verdad. Mentiras en política, todo es posible. También en la Iglesia, la verdad sobre el creer y la forma de ser cristiano ha sido bastante manchado a lo largo de la historia. Incluso en nuestras relaciones cortas y cercanas, a veces hay más oscuridad (mentiras) que luz (verdad). Monseñor Romero llama a eso "vivir en la planta baja", esa vida de ilusiones sobre la prosperidad de unos y la miseria de otros. No en vano el "no mentirás" está en los diez mandamientos fundamentales, señalización indispensable en los caminos "hacia la vida". Querer y atreverse a ver la verdad, querer y atreverse a expresarla y revelarla es tan importante en nuestra propia vida, en nuestras relaciones con los demás, en la comunidad, y también en las personas, en el mundo. Sólo quien realmente quiera estar en la verdad estará dispuesto también a subir a la montaña, a atreverse a subir al piso superior (Marcelino pan y vino), y a escuchar a nuestro propio corazón, a nuestra conciencia. Todo esto no es evidente y requiere mucho valor y perseverancia. Monseñor Romero reitera aquí una cita del Concilio: "Dios creó la conciencia del hombre como un santuario íntimo donde Él desciende para hablar sólo al hombre y donde el hombre determina su propio destino."
A los discípulos les llamó mucho la atención esa costumbre de Jesús de retirarse, montaña arriba, a orar en soledad, a escuchar esa Voz (del Padre), a someter su búsqueda y su duda y su esperanza, a comprender más claramente la verdad sobre su vida. ¿Para qué estamos en este mundo? ¿Para qué vivimos? ¿De dónde venimos y adónde vamos? ¿Quién o qué anima la naturaleza, la historia, nuestras propias vidas? Los falsos dioses -tantas veces desenmascarados por monseñor Romero- no aparecen en silencio ni recluidos. Quieren arrastrarnos y embotarnos los oídos y cegarnos los ojos. No tienen alma de nada ni de nadie.
Seguir a Jesús no es sólo intentar hacer lo que Él hizo en la relación con las personas (especialmente heridas y vulnerables), sino también querer aprender de Él en la oración vigilante y fiel "en el monte", "en nuestra conciencia", en el silencio. El "escucharle" significa también "orar como Él lo ha hecho". ¿No será que todavía conseguimos débilmente actuar como Él, precisamente porque aún no hemos aprendido a vigilar y a orar como Él?
En la oración en silencio, dice monseñor Romero, podemos expresarnos desde lo más profundo de nuestro corazón: agradecer el don de la vida en tantas facetas; pedir perdón por los errores y las carencias; presentar nuestros interrogantes, nuestras limitaciones, nuestra impotencia ante el gran sufrimiento de la gente. Podemos orar "en la montaña" porque sabemos que Él nos escucha.
Si conseguimos orar como Jesús, encontraremos también la fuerza para hacer lo que él hizo, empezando por "pasar haciendo el bien", combatiendo todo el mal que se hacen los unos a los otros y significando salvación y curación.
Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.
- ¿Qué significa la oración para nosotros? ¿Qué importancia tiene la oración en nuestra vida? ¿Cuánto hace que no subimos "a la montaña" para orar en soledad? ¿Qué experiencia tenemos cuando oramos?
- ¿Dónde y cómo vemos en nosotros y en nuestro alrededor que "la mentira" supera a la verdad? Cómo nos situamos en la lucha por la verdad sobre la vida y la historia?
- ¿Cuál es nuestra respuesta a la pregunta "¿por qué vivimos?", tan amenazada por los falsos dioses de nuestro tiempo? ¿Qué tiene que decirnos Dios en el silencio de nuestro corazón?
[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero. Tomo III – Ciclo A, UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p 160
[2] Marcelino Pan y Vino, película del año 1955.
[3] Novela del Autor Lode Zielens, 1932.