Ustedes lo mataron

“Eso quiere la Iglesia: inquietar las conciencias, provocar crisis en la hora que vive. Una Iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta, una palabra de Dios que no levanta roncha[1] como decimos vulgarmente, una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué Evangelio es ése?  Consideraciones piadosas muy bonitas que no molestan a nadie, y así quisieran muchos que fuera la predicación. Y aquellos predicadores que, por no molestarse, por no tener conflictos y dificultades evitan toda cosa espinosa, no iluminan la realidad en que se vive, no tienen el valor de Pedro de decirle a aquella turba donde están todavía las manos manchadas de sangre que mataron a Cristo: ¡Ustedes lo mataron! Aunque le iba a costar también la vida por esa denuncia, la proclama. Es el Evangelio valiente, es la buena nueva que vino a quitar los pecados del mundo. “ (16 de abril de 1978)

En El Salvador, los familiares de las víctimas de desapariciones y asesinatos ocurridos durante la época de represión y guerra se reúnen varias veces al año frente al muro del Parque Cuscatlán, en la ciudad de San Salvador, donde están grabados en mármol miles de nombres.  Las madres llevan fotos de sus hijos e hijas.  Desde ahí, gritan: «¡Ustedes los mataron! ¡Abran los archivos militares para que se conozca la verdad histórica!».  En la actualidad, también hay madres que claman al cielo por sus hijos encarcelados o muertos en prisión.   También ellas gritan: «¡Ustedes los matan!».

Claro está, estos acontecimientos no son noticia para los grandes medios de comunicación, ni privados ni estatales. Sin embargo, las víctimas y quienes caminan solidariamente con ellas siguen gritando: «¡Ustedes los mataron!».  Y es evidente: si el presidente y el Estado Mayor del ejército no permiten que se investiguen los archivos militares de hace cuarenta años, se hacen cómplices de esos asesinatos al ocultar la verdad y no dejar que las víctimas la conozcan.  La tendencia a promover la presencia de militares en la vida pública, a aumentar el presupuesto del ejército y a nombrar incluso a una capitana y doctora en Medicina como ministra de Educación son señales alarmantes.  No hay intención de esclarecer la brutalidad de la represión y de la guerra que ha sufrido el pueblo salvadoreño.

Monseñor recordó el grito de «¡ustedes lo mataron!» como ejemplo de una predicación valiente del Evangelio que siempre entra en conflicto con los poderes económicos, políticos e ideológicos.  Denunció los sermones piadosos que no abordan la verdad del pecado del mundo ni de las estructuras pecaminosas.  Monseñor Romero espera que cada predicación, cada reflexión sobre el Evangelio y cada catequesis sea «una palabra de Dios que levanta roncha», que provoque crisis y una nueva toma de conciencia. Una predicación del Evangelio y una catequesis que no inquieta a la gente no es el Evangelio de Jesús, sino una droga religiosa que adormece.

Las metodologías «práctica-teoría-práctica» y, aún mejor, «ver-iluminar-actuar-celebrar-evaluar» (iniciada desde la experiencia fuerte del trabajo de la JOC (Juventud Obrera Cristiana) y luego retomada y desarrollada por la dinámica de las comunidades eclesiales de base) ayudan a que la Palabra de Dios ilumine realmente la historia y la vida.  Iluminar significa mostrar lo bueno y lo malo, lo seguro y lo inseguro, el dolor y la alegría, la angustia y la esperanza, la vida y la muerte.

En los países latinoamericanos estamos viviendo años de mucha tensión social, crisis económica, corrupción política, militarización, etc. Cada pueblo vive su propio calvario.  Y es en esa realidad histórica en la que las iglesias debemos anunciar el Evangelio a los pobres (a las víctimas), señalar las heridas de la sociedad, desenmascarar informes manipulados, elecciones fraudulentas, desinformación política, etc., y la represión y la guerra que han sufrido los pueblos

En Europa y Oriente Medio somos testigos del genocidio del pueblo palestino perpetrado por el Gobierno del Estado de Israel, que cuenta con todo el apoyo de EE. UU. y mantiene buenas relaciones con los gobiernos europeos.  La protesta crece, pero la voz y el actuar de las iglesias sigue siendo muy débil al respecto.   Continúa la guerra de Rusia contra Ucrania: destrucción, heridos, muertos, miseria, etc. La industria militar obtiene grandes beneficios.  De repente, los países tienen mucho dinero para invertir en la modernización militar.  Los gobiernos no dudan en reducir drásticamente las inversiones sociales y la ayuda internacional solidaria. ¿Dónde están las voces evangélicas que se atreven a gritar «¡ustedes los matan!»?

Por supuesto, proclamar la verdad del Evangelio de esta manera choca contra los poderes políticos y económicos.  Las iglesias deben ser anunciadoras de esperanza desde la realidad histórica concreta.  Los anuncios superficiales y teóricos de esperanza no aportan nada.  La esperanza debe estar enraizada en la historia real y aportar luces para comprenderla y seguir adelante.

Esas prédicas también se enfrentan al silencio ciego y sordo de la mayoría de nuestros pueblos.  El mundo del entretenimiento (música, festivales, deportes, vacaciones, ferias, redes sociales, etc.) funciona como una droga bastante efectiva.  No nos gusta que desde el Evangelio se cuestionen nuestra forma de vivir, nuestro silencio político, nuestras prioridades y gustos.

Aunque nos cueste, con comentarios, rechazos, burlas, acusaciones y conflictos, no podemos seguir permitiendo que se nos predique sin inquietar la conciencia del pueblo, sin iluminar su realidad histórica, sin dar esperanza a sus luchas. 

Cita 7 del capítulo VII (La verdad  ) en el libro “El Evangelio de Mons. Romero”

[1] Levantar roncha:  expresión popular salvadoreño que refiere a “molestar”. 

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