Oh hijos e hijas



¡Feliz lunes! Comienza la primera semana de abril que además es la de la octava de Pascua. Para ir abriendo boca y desarrollándola vamos a disfruta de una música de un maestro que su tiempo causaba locura entre el público. Seguro que conoces algún artista famoso que llena grandes estadios y teatros, ¿verdad? Pues el maestro de hoy podemos decir que es algo similar. No solo era un extraordinario compositor sino que posiblemente uno de los grandes pianistas de todos los tiempos.

Lo mismo eso último te ha llegado a descubrir que estoy hablando de Franz Liszt (1811-1886), compositor húngaro nacido en Raiding. Lo que te he dicho en la introducción no es ninguna broma. Las capacidades de Liszt como pianista eran algo asombroso. Era capaz de tocar horas y horas improvisando. Adaptaba obras sinfónicas al piano a primera vista y sus conciertos eran algo legendario. De hecho, su público (supongo que en gran mayoría femenino) empezó a escribirle fervientemente cartas en las que le pedían que les remitiese mechones de su pelo (sí, has leído bien, ya sabes cómo eran en la época romántica). Quizá para guardarlos casi a modo de reliquia. Liszt, haciendo gala de buen humor, se compró un perro al que le cortaba el pelo, que era el que enviaba a sus seguidores. Este hombre de excesos también daba clases y lo hacía a entre quince y veinte alumnos a la vez durante unas dos horas. En fin, que la vida de este gran maestro se debatía entre la realidad más plenamente romántica y la leyenda más increíble.

Una de sus grandes obras religiosas es su oratorio Christus, compuesto entre 1862 y 1866. Quiero hoy fijarme en la tercera parte dedicada a la pasión y resurrección. En ella está el coro de hoy, titulado O filii et filiae. Es una obra que es pura delicadeza dentro de esta magna producción. Está compuesta solo para coro femenino, armonio y tres clarinetes, y constituye un contraste bastante espectacular con el stabat mater que le precede. El texto, muy conocido en la Edad Media, alude a palabras de la Magdalena tras el sepulcro vacío. La música literalmente flota ya que además Liszt pide que el coro esté situado fuera del escenario. El mensaje de la resurrección de Jesús no puede llegarnos de una forma más etérea y maravillosa.

La partitura de la pieza puedes conseguirla aquí (página 81).

La interpretación es del Coro de la Radio y Televisión Húngara y la Orquesta Nacional Húngara dirigidos por Antal Dorati.

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