Un poco de alegría



¡Feliz jueves! Coincidirás conmigo que un poco de alegría nunca viene mal, ¿no? La música está llena de ella y hoy te traigo un ejemplo. Y ello a pesar de que su compositor llevó una vida dura de persecución y silencio, pero a pesar de ello siempre le salía la vena optimista, a veces cargada de una bella irónica amargura. Se trata de uno de los grandes compositores del pasado siglo XX, de esos a los que siempre que acudimos a él nos deleitamos con su impresionante música.



Te hablo de Dmitri Shostakovich (1906-1975), compositor ruso nacido en San Petersburgo. Nos cuenta su hija que era un obsesionado con la limpieza y con el orden y puntualidad. Parece ser que tenía todos los relojes sincronizados y incluso se mandaba postales a sí mismo para comprobar que el servicio de correo funcionaba adecuadamente. Cuando se graduó en el conservatorio, con 19 años, compuso como obra final su primera sinfonía. El director Bruno Walter escuchó la composición e inmediatamente pidió que se le enviase la partitura. Parece ser que su carrera se convertiría en algo prometedor ya que el joven Shostakovich habría conseguido pronto este espectacular éxito. Sin embargo, más adelante compuso una ópera titulada «Lady Macbeth de Mtsenk». En 1936 fue criticada ferozmente por el diario «Pravda», donde se la calificó como «caos en vez de música». A partir de ahí el compositor cayó en desgracia y Stalin lo contó entre los enemigos del país en 1948. De ahí que su obra se hiciese cada vez más irónica, amarga e incluso a veces pesimista, pero otras llena de optimismo, siempre con algo de sombra a sus espaldas.

Disfrutemos de su Obertura festiva, op. 96. Surgió en la época posterior a la muerte de Stalin, periodo de libertad y cierto optimismo. Su estilo se hizo conservador y lleno de crítica a la música contemporáneo, y de todo ello salió esta obra en 1954. El objetivo era celebrar el 37.º aniversario de la Revolución Bolchevique y está llena de alegría y carente de pomposidad, como siendo la abertura a un nuevo mundo. Está llena de colorido y con unos temas que incluso son pegadizos, propios de la vena ligera de Shosta. El maestro sacó aquí toda esa alegría que tenía contenida en su interior y la expresó en una obra que suele interpretarse mucho. Desgraciadamente le duró poco ese optimismo porque en 1962 otra obra suya volvió a sufrir la mayor de las censuras.

La interpretación es de la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo dirigida por Yuri Temirkanov.

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