Que brillen las estrellas



¡Feliz jueves! Con la música de hoy seguro que lo hacen más intensamente, sobre todo cuando veas quién es el autor de la misma. Te traigo una obra muy poco conocida de él porque también tenemos que conocer otros repertorios y otros aspectos, tanto de los grandes maestros como de los menos conocidos. Esa es al menos mi opinión, no sé qué pensarás tú. A veces disfrutamos siempre de las mismas piezas, y eso está bien; pero también hay mundo tras ellas. Hoy te muestro algo.

Viene hoy a acompañarnos un rato el gran Antonio Vivaldi (1678-1741), compositor italiano nacido en Venecia. Es autor de una gran cantidad de bellísimas obras, optimistas y con melodías arrebatadoras en un estilo fácilmente reconocible. Sus ritmos frenéticos, esa fluidez melódica y el brillo instrumental ha hecho de su música una de las más disfrutables de todo el barroco. Entre sus contemporáneos era tenido en una gran alta estima y fue incluso encumbrado por Bach. Aunque compuso unos quinientos conciertos en su época era muy conocido por sus óperas (unas cien) y él mismo las consideraba su mejor producción. Fue un rebelde indomable ya que se ordenó sacerdote pero se negaba hacer las funciones de tal (y él lo achacaba a que estaba enfermo). Fue profesor de violín del famoso «Ospedale della Pietà» de Venecia, una institución para chicas y para esa institución y sus habitantes compuso sus más famosos conciertos. También produjo para él obras religiosas. Sin duda, las internas debían tener mucho nivel instrumental y vocal debido a que las obras compuestas para el hospital no son para nada fáciles.

Disfrutemos hoy de su motete Clarae stellae, scintillate, RV 625. Fue compuesto probablemente en 1715 (para algo, cuerdas y continuo) para el «Ospedale» y ser interpretado en su festividad, la visitación de la Virgen, que antes se celebraba el 2 de julio. Tiene texto en latín y forma tripartita. Se abra la composición de forma trepidante y optimista pidiéndosele a las estrellas que brillen más ante tal día tan importante. Ese ritmo inicial está presente en toda la pieza. La segunda aria carece de da capo y Vivaldi lo que hace es encadenar cinco secciones. En todo momento el veneciano imprime a la obra un constante ritmo de danza hasta terminar con el aleluya final de la forma más brillante.

La interpretación es de Sara Mingardo (alto) y el Concerto Italiano dirigido por Rinaldo Alessandrini.

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