Importante Mensaje del Papa al VI Congreso Misionero Guatemalteco (COMGUA VI) León XIV, al COMGUA VI: "La verdadera misión no comienza con los pies que caminan, sino con el corazón que se abre"

Comgua VI
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El Papa sitúa la misión como el centro constitutivo de la vida de la Iglesia y de cada discípulo, invitando a los fieles a redescubrir su raíz evangélica, su fuerza espiritual y su alcance pastoral

"La misión florece cuando el amor nos mueve hacia el prójimo y nos hace instrumentos del abrazo misericordioso del Padre"

"El santo hermano Pedro de San José de Betancurt, QUe ustedes conocen bien, recorría las calles haciendo sonar su campana para despertar los corazones y recordar que Cristo sigue pasando entre nosotros"

El mensaje dirigido a los participantes del VI Congreso Misionero Guatemalteco presenta una reflexión profunda sobre la identidad, el dinamismo y la espiritualidad de la misión cristiana en el contexto actual. El Papa sitúa la misión como el centro constitutivo de la vida de la Iglesia y de cada discípulo, invitando a los fieles a redescubrir su raíz evangélica, su fuerza espiritual y su alcance pastoral.

1. La misión como identidad fundamental

El mensaje inicia con una afirmación clave: la misión no es una actividad más dentro de la vida cristiana, sino la expresión esencial de la identidad de todo bautizado. Recordando que misión proviene del término míttere —ser enviado—, el Papa subraya que la vocación de la Iglesia está orientada a salir, anunciar y testimoniar la Buena Noticia. Esta identidad misionera se vive en actitud permanente y compromete la totalidad de la existencia.

Creemos. Crecemos. Contigo

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2. La misión como anuncio de la Verdad que da vida y esperanza

La misión es presentada como la comunicación de una Verdad que no es abstracta, sino vivificante, transformadora y portadora de esperanza. La Iglesia es depositaria y testigo de este anuncio que tiene su fuente en Cristo. El misionero, por tanto, no transmite una doctrina fría, sino una experiencia que ilumina la existencia humana y responde a las búsquedas más profundas del corazón.

3. El dinamismo del ver, juzgar y actuar en la obra de Cristo

Una de las aportaciones más relevantes del Mensaje del Papa León es la descripción del dinamismo misionero inspirado en la vida de Jesús. Cristo mismo actuó a partir de un proceso que el Papa vincula al método pastoral ver–juzgar–actuar:

Ver: Jesús contempló a la humanidad dispersa y necesitada con mirada compasiva.
Juzgar: Entró en el corazón de la historia humana para comprenderla desde dentro, sin condenar.
Actuar: Se entregó hasta la cruz para reconciliar y dar vida.
Este es el itinerario que también debe asumir el discípulo misionero: ver con los ojos del Padre, discernir desde el proyecto divino y actuar desde la lógica del amor que se hace servicio.

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4. Llamado a la apertura al Espíritu y al compromiso evangelizador

El Papa exhorta a los participantes del Congreso a abrir su corazón a la acción del Espíritu, viviendo con generosidad el envío misionero. Esta apertura implica entusiasmo, disponibilidad y valentía para anunciar a Cristo en todos los ambientes de la vida: familia, trabajo, sociedad, comunidad eclesial. El misionero es llamado a irradiar caridad, verdad y esperanza.

5. La formación integral como clave para comunidades maduras

Un elemento central del mensaje es la insistencia en la formación humana, intelectual y pastoral de los agentes de evangelización. Los pastores, en particular, son llamados a promover procesos formativos sólidos que conduzcan al encuentro personal con Cristo y fortalezcan la fe, la comunión y el servicio en las comunidades. La misión auténtica brota siempre de una relación viva con Jesús, fuente de toda evangelización.

6. La misión con múltiples rostros

El Papa presenta la diversidad de caminos misioneros a través de dos figuras emblemáticas:

Santa Teresita del Niño Jesús, que vivió la misión desde la oración y la contemplación.
San Francisco Javier, que anunció el Evangelio cruzando fronteras y mares.
Ambas expresiones nacen del mismo amor que actúa en el corazón de la Iglesia. La misión —ora contemplativa, ora apostólica— es siempre obra del Espíritu que impulsa a servir desde el amor.

7. La misión comienza en el corazón: el éxodo interior

El mensaje insiste en que la misión no inicia con los pies que se mueven, sino con el corazón que se abre. Salir de uno mismo —vencer el egoísmo, el miedo, la autorreferencialidad— es el primer movimiento del verdadero discípulo misionero. Solo quien vive este éxodo interior puede abrazar al otro y reflejar el rostro misericordioso de Cristo.

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8. La figura del Hermano Pedro como inspiración

El Hermano Pedro de San José de Betancurt es presentado como modelo para los misioneros guatemaltecos. Al recorrer las calles haciendo sonar su campana, recordaba que Cristo sigue pasando hoy. Su vida ejemplifica la disponibilidad interior que permite resonar el amor de Dios en el mundo.

9. Envío final y Bendición Apostólica

El Papa concluye evocando las palabras de Jesús: “Como el Padre me envió, así los envío yo”, reafirmando así el carácter trinitario del envío misionero. Con esperanza y confianza, imparte la Bendición Apostólica como signo de comunión, fortaleza y aliento para la tarea evangelizadora.

MENSAJE DEL PAPA A LOS PARTICIPANTES EN EL VI CONGRESO MISIONERO GUATEMALTECO

ZACAPA (GUATEMALA), 14-16 DE NOVIEMBRE DE 2025

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo con afecto a todos los que se han reunido en Zacapa para compartir la fe y fortalecer la vocación misionera que el Señor confía a su Iglesia. El COMGUA VI es una ocasión para recordar que la palabra misión viene de mittere, que significa ser enviados. No se trata de una tarea más, sino de una identidad: todo cristiano vive de ese envío.

En el camino misionero debe resplandecer la Verdad de quien nos envía, sabiendo que comunicamos una "buena noticia" que da vida y esperanza, de la cual somos custodios y testigos. Cristo, en la obra de la Redención, siguió el dinamismo del ver, juzgar y actuar: vio la humanidad dispersa y necesitada de salvación (cf. Mt 9,36); juzgó, no para condenar, sino para comprender desde dentro, penetrando en el corazón de la historia humana y abrazando su límite con amor infinito (cf. Jn 1,14; 3,16); y actuó «entregándose hasta la muerte y una muerte de cruz» (Flp 2,8), para «reconciliar en sí todas las cosas» (Col 1,20).

El discípulo misionero, siguiendo al Señor, está llamado a vivir según la lógica de este mismo movimiento: ver con los ojos del Padre, juzgar desde los criterios del proyecto divino y actuar dejando que el amor que brota de la Cruz se

haga servicio, palabra de consuelo y gesto que da vida. Así, la misión es prolongación del amor de Cristo, que obra también a través de quienes lo dejan actuar en ellos, convirtiéndolos en portadores de la esperanza que no defrauda (cf.

Rm 5,5).

Por este motivo, los exhorto a vivir con generosidad la llamada del Señor, abriendo el corazón a la acción del Espíritu y asumiendo con entusiasmo el compromiso de anunciar a Cristo en cada ámbito de la vida. Es mi vivo deseo que los pastores, con amor y dedicación, promuevan una sólida formación humana, intelectual y pastoral, que ayude a las comunidades a crecer en la fe, a fortalecer la comunión y a servir con caridad, pues los procesos formativos auténticos conducen al encuentro personal y constante con Jesucristo, fuente de nuestra misión y centro de la vida cristiana. ¡Sean misioneros en todas partes! Que su presencia entre los demás irradie la caridad, la verdad y la esperanza de Cristo, y haga resonar en el mundo su llamada al amor y a la misericordia.

La misión adopta múltiples rostros. Algunos, como santa Teresa del Niño Jesús, abrazaron al mundo desde el silencio y la oración, dejando que su amor por Cristo se hiciera luz para los hermanos. Otros, como san Francisco Javier, cruzaron mares y fronteras para anunciar la fe. En ambos caminos actúa el Espíritu: un amor que contempla y un amor que sirve, nacidos de la misma fuente divina.

Tanto en la oración como en la acción, la misión comunica el amor de Cristo, que impulsa a salir de sí mismo antes de pensar en salir al mundo. Porque la verdadera misión no comienza con los pies que caminan, sino con el corazón 

que se abre. Sólo quien se libera del egoísmo y del miedo puede abrazar al otro y reflejar el rostro de Cristo. Salir de sí es el primer paso del envío, el éxodo interior que nos configura con Aquel que, permaneciendo en el amor del Padre (cf. Jn 1,18), vino al mundo para revelarnos ese amor y enseñarnos a amar. Así, la misión florece cuando el amor nos mueve hacia el prójimo y nos hace instrumentos del abrazo misericordioso del Padre.

El santo hermano Pedro de San José de Betancurt, que ustedes conocen bien, recorría las calles haciendo sonar su campana para despertar los corazones y recordar que Cristo sigue pasando entre nosotros. Así también, el corazón misionero sólo puede hacerse oír cuando está vacío de sí: cuanto más libre de ruidos interiores, más fielmente deja resonar el amor de Dios. Esa campana, también símbolo del alma disponible, sigue sonando hoy en quienes se dejan guiar por el Espíritu, encendiendo en el mundo el deseo de la Verdad y la esperanza del Reino.

Suplico a Dios, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María, Reina de las Misiones, que, en sus corazones, resuene la voz de Cristo que dice: «Como el Padre me envió, así los envío yo» (Jn 20,21). Con la certeza de que el Señor los acompaña en este camino, les imparto de corazón la Bendición Apostólica, signo de comunión y fortaleza en la misión.

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