A propósito de LUX, nuevo álbum de Rosalía ¿El regreso de Dios o el triunfo del mercado?

Rosalía. Álbum Lux
Rosalía. Álbum Lux

"Lo sagrado ha vuelto, pero disfrazado: se presenta en festivales, redes sociales y pasarelas. La fe se convierte en estética, y el símbolo, en marca. Desde Madonna a Rosalía, la iconografía cristiana reaparece en los escenarios como una mezcla de devoción, provocación y mercadotecnia"

"Sin embargo, la pregunta es inevitable: ¿estamos ante una auténtica búsqueda de sentido o ante la última estrategia del mercado para vender emociones envueltas en cruces, vírgenes y rezos de rosarios?"

La revancha de lo sagrado

En 1991, el sociólogo francés Gilles Kepel publicó La revancha de Dios, donde anunciaba el retorno de lo religioso en sociedades que se creían definitivamente secularizadas. Treinta años después, su diagnóstico cobra nueva actualidad. Lo sagrado ha vuelto, pero disfrazado: se presenta en festivales, redes sociales y pasarelas. La fe se convierte en estética, y el símbolo, en marca. Desde Madonna a Rosalía, la iconografía cristiana reaparece en los escenarios como una mezcla de devoción, provocación y mercadotecnia.

Sin embargo, la pregunta es inevitable: ¿estamos ante una auténtica búsqueda de sentido o ante la última estrategia del mercado para vender emociones envueltas en cruces, vírgenes y rezos de rosarios? Kepel advertía que “la modernidad no mata a Dios; lo transforma en un signo entre otros signos”. Y tal vez ahí radique el desafío: distinguir entre fe viva y simulacro rentable.

Creemos. Crecemos. Contigo

Fe, identidad y consumo

El barómetro del CIS (abril de 2025) confirma la paradoja: un 52,8 % de españoles se declara católico, pero sólo el 17,3 % se considera practicante. En cambio, los ateos ascienden al 15,9 % y los indiferentes al 11 %. La mayoría no abandona lo religioso, pero tampoco lo vive de forma tradicional: lo reinterpreta. El creyente posmoderno ya no pertenece, elige. Se trata de una espiritualidad holística, “a la carta”, moldeada por el consumo, el bienestar y el dirigismo digital.

Rosalía y Madonna
Rosalía y Madonna

Entre los jóvenes, la tendencia es aún más clara. Mientras algunos redescubren el catolicismo conservador —con ritos, incienso y latín— otros se inclinan por una espiritualidad sin dogmas, abierta al yoga, la astrología o el mindfulness. Es un regreso al misterio, sí, pero gestionado por algoritmos y programas de contagio. La fe se convierte en experiencia sensorial, no en compromiso.

La sociología contemporánea lo ha explicado bien. José Casanova, catedrático de Sociología y Teología en la Universidad de Georgetown, en su influyente Religiones públicasen el mundo moderno (1994), sostuvo que la religión no está condenada a la intimidad: puede volver al espacio público como fuerza moral y social. Sin embargo, lo que vemos hoy no siempre es mayormente esa fe comprometida, sino su versión edulcorada: una espiritualidad “guay”, sin instituciones, sin comunidad, sin compromiso social.

Rosalía puede ser un emblema elocuente. Con estética barroca, mantillas y letanías reinventadas, convierte la mística en espectáculo global. No se trata de juzgar su intención artística, ni su vivencia personal, sino de preguntarnos qué refleja Rosalía de nuestra cultura: ¿necesitamos creer o sólo parecer que creemos?

Religión, religiones y Evangelio

El teólogo José María Castillo lo formuló con contundencia: “La religión busca a Dios en lo sagrado; el Evangelio lo encuentra en lo humano”. En su libro La religión de Jesús (2001), distingue entre religión —con sus dogmas, poder y ritos— y Evangelio, que es vida, compasión y justicia. La fe no consiste en multiplicar misas ni símbolos, sino en construir fraternidad.

Por eso, la experiencia evangélica no puede limitarse a la transformación interior: exige compromiso con la transformación social. No hay espiritualidad auténtica sin lucha por la dignidad de los pobres, los migrantes o las víctimas de la exclusión. El Evangelio no invita a refugiarse, sino a salir. (El Papa Francisco habló de “la iglesia en salida”).  Jesús no fundó templos; abrió caminos. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad situada sobre un monte no puede esconderse” (Mat 5,14). No se trata de brillar por estética, sino de iluminar por compromiso.

Frente al “bricolaje espiritual” del siglo XXI —donde cada cual elige su credo como quien juega a la lotería—, el Evangelio propone algo más incómodo: amar al enemigo, compartir lo propio, perdonar y transformar la injusticia en oportunidad de esperanza. Esa fe no se compra ni se vende, no se juega. No acumula “me gusta”, pero cambia vidas.

"La experiencia evangélica no puede limitarse a la transformación interior: exige compromiso con la transformación social"

Conclusión: ¿el regreso de Dios o el regreso del mercado?

Quizá Dios nunca se fue. Lo que ha regresado con fuerza es el mercado, que ha aprendido a comerciar con el alma. El capitalismo espiritual convierte la fe en experiencia individual, la oración en contenidos y lo divino en performances. Pero, bajo esa superficie, sigue latiendo una sed real de sentido que ni las pantallas ni las marcas consiguen apagar.

Si la religión institucional ha perdido credibilidad,el Evangelio puede recuperar el espacio. No como nostalgia, sino como horizonte de transformación. Una fe que vuelva al espacio público no para imponer, sino para servir; no para dividir, sino para socializar.

Tal vez la verdadera “revancha de Dios” no ocurra en TikTok ni en los templos, sino en la calle, en las fronteras, en los barrios donde la vida se defiende día a día. Cuando la espiritualidad deje de ser adorno y se vuelva compromiso, entonces —y sólo entonces— podremos hablar de un auténtico regreso de Dios.

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