El Arte pictórico de El Quijote a la luz de la iconografía velazqueña

Accediendo a la demanda de algunos de mis Amigos escritores y pintores, reproduzco aquí un artículo de la Enciclopedia de mi "Taller cervantino del Quijote", que colgué en mis blogues el 25 de febrero de 2005, es decir, al comienzo del inolvidable año cervantino.

Hoy tengo la satisfacción de poder enriquecer mi artículo con un magnífico filme de ArteHisoria.com sobre la composición pictórica de los personajes de "Las Meninas", cuadro de Velázquez considerado por los historiadores del Arte como el exponente supremo de la composición en profundidad, característica inconfundible de la pintura barroca, en particular de la española.

Este filme, publicado en 2008, confirma plenamente mi propio punto de vista, al emplear la alegoría pictórica para explicar la composición literaria de los personajes del Quijote por Miguel de Cervantes. El escritor como el pintor profesaban la misma estética prosopológica.

Esta tesis da su pleno sentido a la frase lapidaria de don Quijote, al criticar severamente la obra literaria del plagiario Avellaneda, comparándola con la obra pictórica de un mal pintor, que le muestra Sancho:

pintor o escritor, que todo es uno

El QpCSGB, II.71.30.


He aquí el contexto de esta frase:

29. —Yo apostaré—dijo Sancho—que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón, o tienda de barbero, donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas. Pero querría yo que la pintasen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a éstas.

30. —Tienes razón, Sancho—dijo don Quijote—, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Ubeda; que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: «Lo que saliere»; y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo: «Este es gallo», porque no pensasen que era zorra. Desta manera me parece a mí, Sancho, que debe de ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a luz la historia deste nuevo don Quijote que ha salido; que pintó o escribió lo que saliere;

El QpCSGB, II.71.29-30


Fuente: El QpCSGB = El Quijote para citarlo.

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Imagen:Las Meninas, Velázquez, 1658. Grandes formatos. Ver el filme.

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Arte pictórico del Quijote

Viendo el Quijote como un cuadro, alegoría nada ajena a la estética cervantina, Hatzfeld hizo notar la clara disposición en profundidad de los personajes que aparecen en él: hay personajes que aparecen en primer plano, otros a media profundidad, otros en el fondo y, si se admite la alegoría pictórica hasta sus últimas consecuencias, hay personajes que aparecen en pequeños cuadros que el autor ha incorporado a su gran cuadro general como si fueran ventanas hacia mundos exteriores, se trata de los personajes que aparecen en los relatos y lecturas.

Ahora bien, los historiadores del arte consideran la composición en profundidad como característica de la pintura barroca frente a la composición superficial del renacimiento. Así pues, Hatzfeld supo ver en la composición del Quijote un criterio formal que demuestra su incuestionable implantación en el barroco naciente. Para comprender bien esta alegoría pictórica piénsese en las Meninas (1658) de Velázquez (1599-1660), exponente supremo de la composición en profundidad, característica inconfundible de la pintura barroca, en particular de la española. He aquí, completada por nosotros, la visión Hatzfeldiana de la evidente composición en profundidad de los personajes que aparecen en el Quijote.

En primer plano: Don Quijote, Sancho, el Cura, el Barbero, Sansón Carrrasco, el Ama y la Sobrina.

A media profundidad: Teresa Panza (con su hija Sanchica en segundo plano); Maritornes (con la mujer y la hija del ventero); Ginés de Pasamonte; Dorotea y Cardenio (narradores homodiegéticos de sus propias historias, con Don Fernando y Luscinda al fondo); el Canónigo; Don Diego de Miranda (con su mujer y su hijo en segundo plano); los Duques (con sus servidores en segundo plano); Don Antonio Moreno (con su mujer y sus amigos en segundo plano).

En el fondo: Pastores, cabreros, mercaderes, venteros, monjes, comediantes, labradores, estudiantes; el muchacho Andrés y el rico Haldudo; el Vizcaíno; Quiteria, el rico Camacho y Basilio el pobre; Doña Rodríguez (con su hija en segundo plano); Altisidora (con su amiga Emerencia en segundo plano); doctor Pedro Recio de Mal Agüero; Ricote y su hija Ana Félix; Don Jerónimo (con su amigo don Juan en segundo plano), Roque Guinart (con su reflejo femenino Claudia Jerónima en segundo plano), Don Álvaro Tarfe.

En los relatos y lecturas: El cabrero Eugenio (narrador homodiegético de su propia historia, con Leandra y de la Roca); Zoraida y el Cautivo (narrador homodiegético de su propia historia). Anselmo y Lotario (con Camila y Leonela en segundo plano).

Una tan neta y rica distribución en profundidad no se encuentra en parte alguna antes del Quijote. Hatzfeld, p.129-130. ® pintor o escritor, que todo es uno.

Fuente: Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, apareció en la Red en 2005.

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◊ Las meninas ◊ o ◊ La familia de Felipe IV ◊

Autor: Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y
Título: Las meninas, o La familia de Felipe IV
Cronología: 1656
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Medidas: 318 cm x 276 cm
Escuela: Española
Tema: Retrato
Ubicación actual: Museo del Prado
Num. de catálogo: P01174
Procedencia:
Colección Real (Real Alcázar, Madrid, Cuarto bajo-pieza del despacho de verano, 1700, nº 286; Palacio Real Nuevo, Madrid, antesala de la Furriera, 1747, nº 4; Palacio Real Nuevo, Madrid, paso de tribuna y trascuartos, 1772, nº 4; Palacio Real Nuevo, Madrid, cuarto de la serenísima infanta-dormitorio, 1794, s.n.; Palacio Real, Madrid, pieza amarilla, 1814-1818, nº 4).
Detalle iconográfico: SaGaBardon

Es una de las obras de mayor tamaño de Velázquez y en la que puso un mayor empeño para crear una composición a la vez compleja y creíble, que transmitiera la sensación de vida y realidad, y al mismo tiempo encerrara una densa red de significados.

El pintor alcanzó su objetivo y el cuadro se convirtió en la única pintura a la que el tratadista Antonio Palomino dedicó un epígrafe en su historia de los pintores españoles (1724). Lo tituló En que se describe la más ilustre obra de don Diego Velázquez, y desde entonces no ha perdido su estatus de obra maestra.

Gracias a Palomino sabemos que se pintó en 1656 en el Cuarto del Príncipe del Alcázar de Madrid, que es el escenario de la acción.

El tratadista cordobés también identificó a la mayor parte de los personajes: son servidores palaciegos, que se disponen alrededor de la infanta Margarita, a la que atienden doña María Agustina Sarmiento y doña Isabel de Velasco, meninas de la reina.

Además de ese grupo, vemos a Velázquez trabajar ante un gran lienzo, a los enanos Mari Bárbola y Nicolasito Pertusato, que azuza a un mastín, a la dama de honor doña Marcela de Ulloa, junto a un guardadamas, y, al fondo, tras la puerta, asoma José Nieto, aposentador.

En el espejo se ven reflejados los rostros de Felipe IV y Mariana de Austria, padres de la infanta y testigos de la escena.

Los personajes habitan un espacio modelado no sólo mediante las leyes de la perspectiva científica sino también de la perspectiva aérea, en cuya definición representa un papel importante la multiplicación de las fuentes de luz.

Las meninas tiene un significado inmediato accesible a cualquier espectador. Es un retrato de grupo realizado en un espacio concreto y protagonizado por personajes identificables que llevan a cabo acciones comprensibles.

Sus valores estéticos son también evidentes: su escenario es uno de los espacios más creíbles que nos ha dejado la pintura occidental; su composición aúna la unidad con la variedad; los detalles de extraordinaria belleza se reparten por toda la superficie pictórica; y el pintor ha dado un paso decisivo en el camino hacia el ilusionismo, que fue una de las metas de la pintura europea de la Edad Moderna, pues ha ido más allá de la transmisión del parecido y ha buscado con éxito la representación de la vida o la animación.

Pero, como es habitual en Velázquez, en esta escena en la que la infanta y los servidores interrumpen lo que hacen ante la aparición de los reyes, subyacen numerosos significados, que pertenecen a campos de la experiencia diferentes y que la convierten en una de las obras maestras de la pintura occidental que ha sido objeto de una mayor cantidad y variedad de interpretaciones.

Existe, por ejemplo, una reflexión sobre la identidad regia de la infanta, lo que, por extensión llena el cuadro de contenido político. Pero también hay varias referencias importantes de carácter histórico-artístico, que se encarnan en el propio pintor o en los cuadros que cuelgan de la pared del fondo; y la presencia del espejo convierte el cuadro en una reflexión sobre el acto de ver y hace que el espectador se pregunte sobre las leyes de la representación, sobre los límites entre pintura y realidad y sobre su propio papel dentro del cuadro.

Esa riqueza y variedad de contenidos, así como la complejidad de su composición y la variedad de las acciones que representa, hacen que Las meninas sea un retrato en el que su autor utiliza estrategias de representación y persigue unos objetivos que desbordan los habituales en ese género y lo acercan a la pintura de historia. En ese sentido, constituye uno de los lugares principales a través de los cuales Velázquez reivindicó las posibilidades del principal género pictórico al que se había dedicado desde que se estableció en la corte en 1623.

Fuente: Texto extractado de Portús, J.: Velázquez y la familia de Felipe IV, Museo Nacional del Prado, 2013, p. 126.
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