Francis Delperée: Carta a mi obispo sobre la transmisión correcta del mensaje evangélico

Monseñor, su discurso suena falso, es inadecuado y va contra el mensaje evangélico. Resitúese. Hable como un pastor y no como un “mánager”. 

29.04.2011

Francis Delpérée vs Mons Léonard

Esta carta fue escrita en el contexto del inapropiado tratamiento por Monseñor Léonard, primado de Bélgica, del gravísimo caso de Roger Vangheluwe, obispo indigno de Brujas, depuesto por sus delitos de pederastia.

Que estos delitos fueran reconocidos y minimizados por el mismo Roger Vangheluwe en una extensa emisión televisada, un año después de su deposición, y que el nuevo primado de Bélgica no supiera replicar adecuadamente ante los fieles y la ciudadanía a la provocación del obispo depuesto, provocó dos cosas:

1) que Francis Delpérée escribiera esta carta abierta, como expresión del  sentimiento de muchísimos católicos, y

2) que los hechos demostraran que el método de admisión y promoción en el clero debe ser transformado radicalmente, como lo exige la mayoría de los fieles,  remplazando la designación y nombramiento de los obispos por el Vaticano por la elección comunitaria mediante un proceso electivo confiado a las iglesias locales de sus futuros fieles diocesanos.

Salvador García Bardón

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Francis Delpérée Sénat 2012++++

Carta a mi obispo
Francis Delperée


Monseñor, su discurso suena falso, es inadecuado y va contra el mensaje evangélico. Resitúese. Hable como un pastor y no como un “mánager”. 

Una opinión de Francis DELPÉRÉE, Senador y profesor emérito de la UCL, que se expresa aquí individualmente.


La libre Belgique, Mis en ligne le 27/04/2011.

Monseñor,

No está en nuestras costumbres el escribirnos. Desde hace cuarenta años, nuestros caminos se han cruzado. En la facultad de derecho de Lovaina o con ocasión de innumerables acontecimientos que salpican la vida política, cultural o social de nuestro país. Sin olvidar las emisiones de radio o de televisión de las cuales uno y otro somos aficionados.


Habitualmente es cara a cara que tenemos la ocasión de intercambiar nuestras opiniones. Cuando es necesario, nos decimos nuestras cuatro verdades. De manera cortés, por supuesto, e intentando comprender las observaciones o las maniobras del otro. En este día en que los cristianos celebran la Resurrección, me permito alterar nuestras costumbres. El tiempo primaveral, e incluso estival, habría podido incitarme a perderme en la muchedumbre de Pascuas. No lo hice. Preferí la compañía de un televisor. A las trece horas, en la RTBF, asistí, pasmado, a su entrevista con Thomas Gadisseux.

Mi sorpresa fue inmensa. Lo que me incitó a tomar la pluma. ¡Es más fuerte que yo! ¡Debo escribírselo! Me veo obligado a decirles – a usted, Monseñor, así como a sus colegas en el episcopado - tres cosas. Uno: el discurso que la Iglesia dirige hoy a los fieles y, más ampliamente, a Bélgica y al mundo, suena falso. Dos: dista mucho de responder a la expectativa legítima del común de los mortales. Tres: más grave aún, y peso mis palabras, no se inscribe en la perspectiva de una transmisión correcta del mensaje evangélico.

Como puede constatarlo, no me pongo guantes. Pero lo hago sabiendo que le gusta el debate, incluso rudo. Si el exordio no le ha movido a ignorar el resto de mi carta, permítame que desarrolle los argumentos.

1. El discurso suena falso

El domingo de Ramos, usted se había negado a todo comentario sobre el asunto Vangheluwe. No tenía en cuenta la presión mediática que llovía sobre sus espaldas. Hablaría, precisó usted, en el momento que elegiría usted mismo. Es decir: después del oficio pascual.

Algunos Maquiavelos, entre los cuales - lo confieso – me encuentro, se imaginaron inmediatamente que, ocho días más tarde, usted iba a ejecutar el “golpe infalible”. Y reducir así al silencio a los inoportunos. Se podía suponer que el Vaticano se habría expresado entretanto. Y que usted iba a poder referirse a decisiones sabias al mismo tiempo que firmes. Su silencio se explicaría después del golpe. A la justicia romana le era necesario un tiempo para deliberar con conocimiento de causa.

En realidad, absolutamente nada de esto sucedió. La entrevista de este domingo hace “paf”. Nada de nuevo, ni de Roma ni de otra parte. Su mutismo durante la Semana santa aparece como un capricho.

Añado que el método de argumentación que ha utilizado en ese momento no es digno de usted. “No he visto el conjunto de la entrevista. Tengo otras quehaceres.” Lo cual me hace pensar en las respuestas apuradas de los centenares de estudiantes que usted ha interrogado en Lovaina-la-Nueva y que creen salir de un aprieto pretextando no haber revisado una parte de la materia. ¿No hay ni magnetoscopios, ni ordenadores en Malinas? ¿Y no consulta nunca Youtube?

Y además, es doloroso decirlo así, ¿se ha dado cuenta usted, el favorito de los medios de comunicación, que la entrevista del 24, en la RTBF, se parecía, hasta en su puesta en escena, a la del 14, en la VT4? Un eclesiástico a la defensiva ante un periodista. El escenario sólo podía terminar mal.

2. El discurso es inadecuado

Le escribo también, Monseñor, para decirle que, en las circunstancias del momento, los católicos, y los no católicos, no esperan solamente palabras, bien o mal elegidas. En total franqueza, me atrevo a recordarle que el propio Verbo {divino} se hizo carne. Que, durante su vida terrestre, realizó actos. Y que éstos guardan sentido aún hoy.

Es necesario efectuar gestos, no por el placer de perderse en demostraciones, sino con el fin de hacerse comprender. Gestos proféticos. En el “Pequeño abecedario político” que publico estos días, me permito recordar este episodio. “Cuando en 1970, en Varsovia, Willy Brandt pone una rodilla, e incluso las dos, en tierra, delante del monumento creado en recuerdo de las víctimas del nazismo, no tiene que pronunciar un discurso. Su cuerpo y su espíritu hablan por él y por el país del que es el representante eminente.”

Con esta pregunta {sobre los gestos esperados}: ¿La Iglesia de Bélgica no está en condiciones de encontrar los comportamientos adecuados? Se me dirá “Eso es fácil, es cómodo. Yo digo solamente una palabra, mejor: hago solamente un gesto y seré curado, como se dice en el oficio”. Para tener en cuenta la pobreza de nuestras palabras y para expresar respeto por la amplitud del desastre, deberían efectuarse gestos particulares de arrepentimiento. Serían testimonio de los valores evangélicos que los cristianos, incluidos los de la base, persisten en compartir.

Es necesario también efectuar gestos humanos. Son los de la solidaridad, incluida la solidaridad financiera – hay que ser claro. La comisión constituida en la Cámara de Representantes les ha enviado sugerencias precisas y concretas. Deben ser examinadas con la debida serenidad. ¿Pero sus expertos no podrían adoptar el ritmo de los tiempos modernos y no dar la impresión de que tienen ante ellos la eternidad? En el medio de los juristas especializados, el consejero que pide dos meses antes de dar una opinión sobre un tema delicado es marginado de la profesión por incompetencia.

3. El discurso va en contra del mensaje evangélico

Como usted, seguramente, yo oigo a las puertas de algunas iglesias un mensaje asombroso. “Compasional”. No por las víctimas sino por los abusones. ¡A todo pecador misericordia! ¡Que el que nunca haya pecado le lance la primera piedra!

Supongo que usted no acredita semejantes discursos. El Evangelio de Mateo no tiene palabras bastante duras para los escribas y los fariseos. Les promete nada menos que el fuego de la gehena. No es una cuestión ni de derecho penal, ni de derecho canónico. Es un problema moral. Trátelo como tal. Con todas sus consecuencias, incluidas - lo repito - : las financieras. “El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, dice la Biblia. No soy uno de sus exégetas más informados. Constato que, en un reflejo de realismo, Mateo deja entender que el hombre, en particular el hombre herido, vive también “de pan”, es decir, de las ayudas materiales y morales que los miembros de la comunidad deben garantizarle. Sin reserva.

No querría encontrarme en su lugar. Usted accede al cargo supremo en el seno del episcopado en un momento en que la Iglesia de Bélgica está prisionera en la tormenta. Y es sólo un eufemismo. Resitúese. Hable como Pastor y no como un “mánager”. Exprésese simplemente, sin dejarse tentar por el placer de la dialéctica. No haga derecho sino moral - es un jurista quien se lo dice.

Conjeturo que los días que vienen no serán de los más cómodos y que el hombre de Brujas atormentará aún algunas de sus noches. No dispongo de consejo que pueda darle. Pero me parece, al margen de toda consideración canónica, que dos normas de conducta se imponen: la firmeza frente a los descarriados y la solidaridad en favor de las víctimas.

Este domingo 24 de abril de 2011

Texto original en francés

Publicación de 29.04.2011 en español

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