Empresario argentino, autor de un poema para el Papa Alejandro G. Roemmers: "El espíritu de Francisco es el que tiene que tener un cristiano"

(José Manuel Vidal).- Alejandro Guillermo Roemmers tiene una personalidad tridimensional: es un gran empresario, poeta, y un hombre de espiritualidad. De origen argentino, Alejandro combina estas tres facetas que a priori parecerían tan distintas, lucha por sus valores y no esconde su fe.

El pasado 18 de septiembre estuvo con el Papa Francisco y le entregó un poema escrito para él. "Cuando le vi, constaté que está haciendo lo que tiene que hacer", cuenta. Y piensa que "todo el mundo se está dando cuenta de que el espíritu de Francisco es verdaderamente el espíritu que tiene que tener un cristiano".

Autor de "La mirada impar" (título de su último libro), Roemmers asegura que "si un cristiano es negativo, no es cristiano", y protesta contra el hecho de que "los cristianos nos hayamos transformado en conservadores, cuando Jesús fue la persona más revolucionaria de su época".

Por su experiencia personal, cree que "se puede hacer el bien en círculos concéntricos, empezando alrededor de uno", y opina que "si vives ética y poéticamente, ya tienes hecha tu propia campaña".

¿Cómo lograste juntar las tres actividades a las que te dedicas, y que producen ese resultado tan peculiar?

Bueno, lo cierto es que no he luchado. Creo que no hay que luchar por las cosas, sino ponerlas en práctica. Si vives ética y poéticamente, ya tienes hecha tu campaña. Eso es lo que deberían hacer los políticos: actuar en vez de hablar, que es lo que tenemos que hacer todos en la vida. La gente no aprende con lo que nosotros le decimos, sino con el cambio que somos. Porque, como decía el sabio de la India, "tenemos que ser el cambio que queremos ver en el mundo". El cambio tiene que estar dentro de nuestra conciencia.
Con un nivel de conciencia ético, serás poeta ya estés en el mundo de los negocios, en el mundo artístico o con tus amigos.
Lo que tiene que haber es un cambio de corazón, y a mí ese cambio me costó. Yo era una persona muy racional, había tenido mucho éxito como estudiante, las mejores calificaciones... Pero en un momento me di cuenta de que no era feliz. Entonces me di cuenta de que hay una gran diferencia entre lo que llamamos inteligencia (que podría ser la capacidad de resolver problemas) y la verdadera sabiduría. Lo que te hace feliz es poder pasar de la cabeza al corazón. Y la sabiduría es algo mucho más ligado al corazón, a la experiencia de vida, a vivir desde el espíritu.
La inteligencia es útil y tiene que estar ahí para cuando hace falta, lo mismo que el pensamiento, pero no se puede pasar la vida pensando. Hay que vaciar la cabeza para poder estar mucho más atento al momento, a las personas, incluso al exterior.
Antes de vez en cuando miraba la naturaleza y escribía, pero pasaba el resto del día en una actitud más negociadora, de cálculo, de análisis. Pero cambié y empecé a vivir más meditativamente. No es que escriba tanto, pero vivo más poéticamente que nunca.


¿Cómo se produce un cambio así, muy personal pero a la vez estructural?

Hay que tener un poco de coraje, sobre todo cuando estás en una posición en la que la gente te observa, de liderazgo. Yo debía hacer una presentación de mi grupo empresarial frente a los empresarios más destacados de Latinoamérica, y me permití leer un poema mío llamado "Dios te salve poesía". Ellos quedaron muy conmovidos y sobre todo los jóvenes se acercaron a felicitarme. Entonces me di cuenta de que tenemos que tener el coraje de salir de nuestro rol, de nuestra zona de comodidad, y ser nosotros.


Pero eso te expone a quedar de loco, o al menos de raro...

Sí, lo que sea. A lo mejor hay que pagar esos pequeños precios, pero después la gente, si ve que eres coherente, también te admira. Francisco, nuestro querido Papa, también salió de lo que era el rol de obispo o arzobispo, porque no iba con chofer, cogía transporte público, se mezclaba con la gente... Creo que tenemos que ir al compás de nuestra naturaleza, siendo nosotros mismos, cumpliendo con nuestro propósito de vida, mirando dentro de uno mismo y preguntándonos por qué Dios nos creó (y no sólo nos creó, sino que nos sostiene la existencia). Si no nos amara cada día, no estaríamos.
Cuando encontramos eso, somos felices. Y no depende de lo que tengamos o no tengamos, sino de que estemos haciendo lo que vinimos a hacer.


¿Pero la felicidad propia, no debe plasmarse de alguna manera en el mundo, que tiene hoy tantos sufrimientos? ¿Cómo podemos hacer felices a los demás? A los empresarios se os suele echar en cara que os desentendáis de esta tarea...

Bueno, es tanta la necesidad y tanto el dolor, que no se puede arreglar todo de golpe. Pero uno puede hacerlo en círculos concéntricos, empezando alrededor de uno, dando felicidad con pequeñas cosas, dando siempre una palabra de aliento, escuchando al amigo... Yo tengo la suerte también de poder ayudar con cosas materiales. Pero dándonos es como realmente vamos a ser felices. Lo que a nosotros nos gustaría recibir de los demás, es lo que tenemos que salir a dar.
Uno puede pensar: "Pero si no tengo un duro y lo que me gustaría es recibir dinero, ¿cómo voy a ir a darlo?". Sin embargo, así es como funciona, aunque parezca mentira. En cuanto tú das lo poco que tienes, enseguida te empiezan a llegar cosas a ti, aunque sean cosas gratuitas (que las hay, y muchas). Entre ellas, el tiempo, que es lo más valioso que tenemos y no se repone. Tiempo podemos dar todos.


¿La bondad se contagia?

Sí. Es como una ola. En mi libro "El regreso del joven príncipe" digo que es como si uno pusiera en marcha una ola de bondad con una buena acción, y esto se transmite y sigue por el océano hasta orillas lejanas. Nadie es perfecto y todos tenemos nuestros defectos, pero si cada día ponemos en marcha a nuestro alrededor muchas pequeñas olas de acciones positivas, eso al final general a tu alrededor un microcosmos, que es el mundo donde tú vas a vivir. El mundo que está a tu alrededor es el que puedes modificar.


¿Y cómo se las apaña un hombre como tú para vivir entre "tiburones"? (Me refiero a los grandes empresarios)

Para empezar, yo pienso bien de toda la gente. Muchas veces me han dicho "¿pero cómo vas a ayudar a esa persona, si no se lo merece?". A lo que yo siempre respondo que nosotros no estamos acá para juzgar a las personas, sino para tratar de ayudar. Y si quiero ayudar a alguien, no me voy a detener a ver si la historia de esa persona la hace merecedora de ayuda o no.
Respecto a los empresarios, creo no son suficientemente valorados, porque el desarrollo económico es muy importante para las sociedades. "El dinero no te da la felicidad" es una frase muy trillada, pero reconozcamos que la salud y otras muchas cosas cuestan dinero, y el dinero ayuda por lo menos a tener un bienestar, una paz, una tranquilidad. Todos deberíamos lograr cierto mínimo para vivir de una manera que nos alcance para todos. Pero para eso hace falta gente que invierta, gente que arriesgue y gente que trabaje mucho. La gente no se da cuenta, pero el empleado a las 6 de la tarde cierra su ordenador y se va a su casa, mientras que el empresario se lleva consigo sus preocupaciones y sus problemas. Entonces, es cierto que se obtiene un rendimiento mayor, una plusvalía o lo que sea, pero también es muy cierto que muchos empresarios pierden muchos años de su vida y dedican mucho tiempo... y no siempre ganas como empresario. Uno se suele fijar en los que han ganado, pero muchos han perdido. De 100 negocios que empiezan, a penas 10, o menos, son los que tienen éxito.
Creo que por todo esto se tiene que valorar el esfuerzo y la capacidad creativa que los empresarios ponen en sus negocios, que van a dar trabajo a otras personas. Precisamente esto fue lo que le dijo el Papa Francisco a mi padre, y lo hizo sentirse muy bien: "Usted está cumpliendo su propósito en la vida, que es dar trabajo a otras personas, y el trabajo les da dignidad a los seres humanos". No es lo mismo volcar tu imaginación en un trabajo y ganarte las cosas, o que te las den regaladas.


¿Qué negocios tienes?

Tenemos negocios ligados a la química y a la farmacéutica en distintos países, y ciertamente hay muchas miles de familias que dependen de esos trabajos, los que tenemos la suerte de poder dar porque los negocios van bien y crecen. No es que se esté todo el día nervioso e intranquilo por saber que muchas familias dependen del trabajo que tú les das, pero sí se siente una cierta responsabilidad, porque hay mucha gente que depende de que no equivoques el rumbo.
Nosotros como empresarios tenemos que valorar muchísimo el esfuerzo y la colaboración que ponemos, reconocérnoslo entre nosotros y compartir los resultados. Pero nunca podemos dejar de hacer las cosas con responsabilidad (también responsabilidad social, porque las empresas no sólo se deben a sus trabajadores, sino que se integran en un marco más amplio y colaboran con su entorno). A mí me consta que la gente quiere y respeta a nuestras empresas por esto.

¿Tenéis RSC?

Sí, fuimos la primera empresa argentina y una de las primeras en el mundo que empezamos a hacer cosas muy concretas en el campo de la ecología ambiental. Por ejemplo, hicimos una primera edición de un libro para que se enseñara ecología y medio ambiente en los colegios. Hemos hecho campañas relativas al tema de residuos (por ejemplo, para que la gente no tira basura en la montaña cuando esquía), y por supuesto también hacemos ayuda humanitaria cuando hay inundaciones, sequías, o distintos fenómenos climáticos. Uno trata de buscar su forma de compartir la generación de riqueza.


En la presentación de tu libro "La mirada impar", en la Biblioteca Nacional, tu madre nos contaba que haces versos desde pequeñín...

Así es. La verdad es que yo empecé escribiendo poesía, no leyéndola. Escribo desde muy chico, y fue algo que surgió con la naturaleza. A mí me gustaba mucho salir a caballo o a pie por los paisajes de la sierra o por la orilla del mar cuando íbamos de vacaciones. Eso me producía tal emoción que un día necesité volcarlo en un papel, y el aliento que me dio mi madre al leer esas palabras fue lo que hizo que yo siguiera y siguiera.
Entonces me convertí en trovador, como decía en la presentación del otro día Luis Alberto de Cuenca: alguien que va encontrando situaciones en la vida que le producen emoción, y que decide compartir esa emoción.
Yo no he estudiado las artes métricas ni la literatura desde el punto de vista académico, porque para mí lo importante es transmitir una emoción. Por eso me gustan mucho los poemas de Miguel Hernández, porque me parece que es una persona que escribía con bastante sencillez, pero de manera muy contundente. Yo quiero lograr una carga emotiva así en mis poemas. No me importa si lo que digo se hubiera podido decir con unas palabras menos o de una forma más sofisticada. Lo que quiero es que la persona que escucha o lee el poema se emocione como yo me emociono.


¿Sintonizar?

Sí. Y para ello sólo se necesita silencio y un buen equipo de sonido, por suerte. Si las palabras son buenas.
El otro día en al auditorio creo que logré sintonizar, y he constatado que leyendo mi poesía conmueve a la gente, que es lo que yo quiero.


¿Te gustan nuestros místicos? Santa Teresa, San Juan de la Cruz...

Sí, los leí hace mucho acá en España, cuando acabé el colegio secundario. Algunas cosas de ellos me gustan, a pesar de que estamos hablando de un lenguaje de otra época. A Santa Teresa la cité en el poema del Papa, y sucedió una de esas casualidades que no son casualidades, de que el día de Santa Teresa fue el día que presentamos el libro. Así que yo repetí la frase de "A quien tiene a Dios nada le falta/ sólo Dios basta". Son palabras que están guardadas en el fondo de la memoria, desde cuando era chico. Al igual que no se olvidan las palabras de Quevedo cuando dijo "Polvo será/ mas polvo enamorado". En eso pensaba cuando escribí que me gustaría que quede de mí un rastro de amor en el silencio. Porque esta vida es pasajera, y nuestro cuerpo y nuestras páginas serán polvo... Pero quizá algo de las caricias que dimos o de las acciones que pusimos en marcha como una ola queden en otras personas. En otros seres, en otras generaciones.


Hablas de tu poesía como una búsqueda propia, de belleza y de espiritualidad

Sí. Yo soy un agradecido de la poesía, realmente. Por eso le he dedicado varios poemas, entre ellos "Te doy gracias, poesía", que es el último que he publicado. Porque a través de la poesía hice un camino espiritual, puesto que creo que buscando la belleza en el exterior, se acaba encontrando la belleza en todo, también en el interior de las personas.
Por eso yo no veo "tiburones", porque también a ellos intento verles la parte positiva. Hasta en un criminal intento verlo, y pensar como Jesús: "perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen". Lo que veo no es maldad, sino falta de conciencia, enfermedad, quizás fanatismo. No creo en la maldad como una entidad, sino como la ausencia de bien. Con la oscuridad pasa lo mismo: tú prendes una vela, y se acabó la oscuridad. Por tanto, con un poco de conciencia se podría terminar fácilmente con el mal.
Hay veces que la gente me pregunta por qué no escribo novelas, y pienso que tal vez lo podría hacer, porque la poesía es el género más difícil de la literatura... Pero no es lo mío, creo que no he venido al mundo a entretener a las personas con mi escritura, sino más bien a iluminarlas, a compartir un sentimiento, a tratar de que abran su corazón y sean mejores personas... No sirvo para escribir algo que sirva sólo de pasatiempo.


Más que una vocación, tal como lo explicas parece casi una misión...

Es más místico, sí. Es algo que me fluye desde dentro.
Yo hice mi camino espiritual escribiendo, y eso es lo que puedo compartir: un aprendizaje de vida. "El regreso del joven príncipe" es una prosa poética en la que está toda mi vida. Cuando una persona me pregunta cómo puedo ser una persona tan cálida siendo empresario, le digo que lea mis poemas. La clave es no quedarnos con nuestro rol, sino saber que somos seres espirituales que estamos de paso en la experiencia humana. Ser espiritual es el empresario, el empleado y la persona que abre la puerta. Si yo fuera la persona que abre la puerta en un colegio o en un hospital, saludaría a cada persona que entrara, sonreírlas... y al poco tiempo lograría crear conciencia en ellos, y lograría que me reconocieran y que les cambiara el día un poquitito.


¿Cómo alimentas tu espiritualidad? ¿Tu oración es la poesía, o también rezas?

El amor se retroalimenta, es una de esas cosas que cuanto más la das, más tienes. Por un lado, a la mañana trato siempre de leer algo que me motive: algún texto espiritual, algo de poesía... Luego, trato siempre de tener charlas de espíritu a espíritu con las personas con las que estoy. Y por último, trato de vivir no sólo dentro de mi pensamiento, sino de fijarme en lo que me rodea, tratar de apreciar la belleza aunque esté en una ciudad llena de asfalto como Madrid. La creación humana también tiene belleza.
En resumen, es una búsqueda permanente de armonía, de estética. Si hay una persona pidiendo en la calle siempre le doy algo que le ayude, aunque sé que la utilidad de eso es relativa, pero no importa... Me hace bien a mí. Siempre dar le hace mejor al que da, a veces al que recibe también, pero al que da seguro que le hace bien.
Y rezar para mí es agradecer. Realmente me siento muy escuchado, y he tenido algunas experiencias espirituales que me cuesta mucho narrar ante el público, pero que sí converso con sacerdotes o personas cercanas.
Antes tenía una visión de Dios muy lejana, como de una energía amoroso-universal que sostiene toda la Creación. Una vibración, un estado de conciencia. Pero eso era algo demasiado etéreo y demasiado lejano. En cambio, en los últimos 10 o 15 años he tenido experiencias muy fuertes en conexión básicamente con la Virgen de Lourdes. Yo no lo sabía, pero nací justo en el centenario de su aparición. Y bueno, yo he tenido una experiencia con la Virgen de Lourdes. Quizá otro la tiene con otra advocación o con algún santo.


¿Estuviste en el santuario de Lourdes?

Sí, pero las experiencias fueron anteriores, aunque luego volví a tener alguna posteriormente, y han sido muy milagrosas. A partir de ahí me quedé tan impactado, y me di cuenta de que Dios no sólo es amor, en abstracto, sino que hay presencias muy cercanas a nuestra vida. Algunos creerán que es la Virgen, otros nuestros ángeles custodios... o Dios mismo que nos escucha. Si el Internet puede unir instantáneamente a los seres humanos desde cualquier punto del mundo, ¿por qué Dios no nos va a oír instantáneamente desde cualquier lugar del universo?


¿Esas experiencias te marcaron?

Sí. En ocasiones me he tenido que arrodillar en el lugar donde han sucedido estos milagros. No me siento merecedor de recibir ningún signo especial, pero tal vez me han dado esa prueba por algo. No me siento especial por haber vivido una experiencia de este tipo, pero lo que quiero volcar, lo que quiero compartir, es mi fe. Mi íntima convicción. Seguramente sea por esto que me han dado este signo: para poder hacerlo con mayor seguridad todavía, cuando hablo con las personas o cuando escribo. Porque a mí ya no me quedan dudas. Ya no necesito ir y tocar como Tomás.
Felices los que pueden creer y ver que de alguna manera ellos tenían una fe previa... A partir de que escribí "El regreso del joven príncipe" fue que me empezaron a suceder estas experiencias. Y hoy por hoy no me queda espacio para la duda. Sé que esta vida no es el principio ni el fin para nuestras almas, sino una experiencia pasajera, y que aquí estamos para evolucionar. Que Dios está muy cerca y muy pendiente de nosotros, que nos perdona es amoroso.
Cuando escucho hablar al Papa Francisco, que por suerte tiene los brazos abiertos a todos los seres humanos, y no habla tanto del dogma o de la crítica de lo que debe ser, sino más bien del acompañamiento a los seres sufrientes... eso me hace muy feliz. Porque yo tampoco puedo describir la vida como un valle de lágrimas.
Creo que todo el mundo que pueda dar amor consigue que eso se multiplique, y al final su vida acaba siendo un regalo.


¿Francisco también es un regalo?

Sí, un regalo del Espíritu Santo. Él mismo nos decía que no tenía pensado el nombre de Francisco, y ocurrió de manera providencial, porque la persona que tenía al lado le dijo "no te olvides de los pobres". Lo increíble de esto fue que fue una decisión tomada sobre la marcha, pero realmente pienso que ése era el nombre que tenía que elegir. Nadie antes lo había elegido, y él era la persona que realmente podía darse ese nombre, que además describía todo su proceso de vida anterior.
Él es jesuita, no franciscano. Y quizá no fue consciente, en el momento en que escogió ese nombre, de cuán querido es por todos San Francisco, y qué fortuna acumulada llevaba ese nombre. Toda la bendición y toda la bondad que ha transmitido la figura de San Francisco de Asís a lo largo de los siglos se volcó en Bergoglio, y creo que eso lo ha iluminado.


Dicen que está más sonriente ahora que cuando estaba en Buenos Aires

Sí, totalmente. Es así, pero lógicamente debería ser así. Porque ahora está en el lugar donde tiene que estar.


Estuviste con él hace poco, el 18 de septiembre

Sí, hace poco más de un mes. Y constaté que él está haciendo lo que tiene que hacer.


¿Y le van a dejar hacerlo?

Sí... el Espíritu finalmente logra las cosas. Cuando se pone en marcha nadie lo puede detener. Todo el mundo se está dando cuenta de que éste es verdaderamente el espíritu que tiene que tener un cristiano.
Nosotros hoy no nos damos cuenta, pero Jesucristo fue la persona más revolucionara de su época. Los cristianos nos hemos transformado en conservadores, cuando Jesús fue un súper revolucionario. Si hoy todavía sería muy criticable estar en compañía de ciertas personas (por ejemplo, las prostitutas), imagínate en tiempos de Jesús, cuando la mujer estaba tan relegada... Y sin embargo, Él la puso en pie de igualdad con el hombre. Hasta a sus discípulos les costaba aceptar esto. Jesús consiguió darle contenido humano al judaísmo.
Sin embargo, en los últimos años la Iglesia se había refugiado dentro de sí misma, y hacía falta ya abrir las puertas... Y cuando abres las puertas siempre hay riesgos, pero eso es como cuando sales de tu casa.


¿Prefiere una Iglesia accidentada, antes que una Iglesia encerrada o enferma?

Claro, exactamente. Es que puede ser que los peores accidentes ocurran dentro de la casa.


¿Qué te parece el cambio en el lenguaje que ha introducido Francisco?

Que llega mucho más. ¿Por qué no hablar a las personas con el lenguaje de las personas? Yo intento hacer lo mismo con mi poesía: escribir de manera sencilla para llegar a más gente. Si empleas un lenguaje muy elaborado, no conmueves. Puede ser que algunas personas aprecien tu manejo del idioma, pero no los vas a emocionar.


La Iglesia católica ha hecho una especie de resurrección antes de apagarse del todo, pero el resto de instituciones (el poder financiero, la democracia, los políticos...), ¿serán capaces de refundarse?

Ya les tocará su turno. Lo que pasa es que, si no empezamos a hacer la revolución por el Espíritu (por las instituciones religiosas), ¿cómo van a hacerlos las instituciones que lo que quieren es conservar su estructura y sus privilegios? Es evidente que la revolución tiene que empezar por dentro del ser humano. Lo demás cambiará instantáneamente.
Hoy en día es inconcebible cualquier tipo de empresa que no tenga algún tipo de compromiso de acción social, o que no tenga mucho cuidado con no ofender sensibilidades, no discriminar, etc. Y todo esto hace años no existía. Así que es evidente que está cambiando todo, hay que tener esperanza.
Yo veo que la gente joven es mucho menos prejuiciosa con la diferencia, y eso me alegra. La diferencia nos enriquece, lo que debemos hacer es incorporarla. Lo lindo es la variedad. Si todas las flores fueran idénticas, sería espantoso... Y los seres humanos somos como las flores, con distintos colores, formas y habilidades. Una sinfonía no se compone con una sola nota.
Internet ha ayudado mucho a esto, a que la gente joven se dé cuenta de que somos una unidad llena de variedad, y que no debemos enfrentarnos por eso. Eso es un grado de primitivismo comparable al de las fronteras: ¿Cómo podemos pensar que una línea imaginaria sobre un territorio nos puede dividir?


¿O sea que no compartes el pesimismo de la época?

Si un cristiano es negativo, no es cristiano. El cristianismo es la religión de la alegría y de la esperanza por antonomasia, por definición. Porque está basado en la resurrección que vence a la muerte.
Yo pienso que si todo esto hubiera sido una patraña armada por unos pocos discípulos, se hubiera sabido. Todos murieron torturados. No creo que se dejaran torturar 30 o 40 años después por una patraña. El Watergate no se pudo guardar ni dos semanas, y eso que estaban implicados los hombres más poderosos del mundo... ¿Cómo iba a poder guardarse 2000 años una mentira?
Aunque también reconozco que es igual de increíble para nuestra psiquis que un ser infinito se haya encarnado. Solamente la fe te puede hacer aceptar eso. Pero me quedo con la opción que siento en el interior de mi espíritu, y que es la que me da esperanza.


¿Cuál es tu receta para ser feliz?

Es difícil hablar de recetas, pero yo puedo contar lo que me está funcionando a mí (y que me he llevado tiempo descubrir). Lo primero es aceptar que no hay felicidad sin dolor, sin sufrimiento previo. Probablemente tengamos el mismo grado de felicidad que de sufrimiento o de dolor, como un árbol que tuviera las raíces y la copa del mismo tamaño. Pero al dolor se le puede dar un sentido que lo transforme, y a eso nos ayuda mucho el cristianismo.
Lo segundo es perdonar. El primer beneficiario del perdón es el que perdona, porque es el más sabio. Y el más feliz es el primero que olvida.
Y por último, para ser feliz lo que hay que hacer es tratar de hacer felices al otro, dar amor.
Pero lo más difícil es abrir el corazón y perdonar. Cuando esa etapa está superada, las demás pasan con facilidad: empatizas con otros seres humanos, y al darles lo mejor de ti te empiezas a querer a ti mismo. Hay que quererse bien, sin soberbia ni orgullo por encima de otras personas. Quererse también es necesario para ser feliz.


¿Cómo encontraste al Papa, y qué te dijo?

Le encontré con mucha paz, sereno, lleno de luz. Y yo también me sentí lleno de luz. Creo que las almas que están en el mismo estado espiritual se reconocen y se abrazan. Creo que nos hemos sentido cerca.


¿Le leíste tu poema?

Sí. Me dijo que le parecía muy sutil: "No parecen palabras, es casi inmaterial. Son como caricias de naturaleza y de poesía". Un piropo que me halagó mucho.


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