CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (29.05.2016): “la esencia del cristianismo es comer-con”
Introducción: “comieron todos y se saciaron” (Lc 9,11b-17)
La fiesta de la mesa compartida
Jesús supera la religiosidad de los sacrificios, basada en la ofrenda de animales o dinero. En su lugar coloca la fiesta de la mesa compartida, símbolo de la fraternidad y del amor. Llegar a la conclusión de que “la solidaridad y hacer el bien son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebr 13,16), no le resultó fácil a Jesús. Los mismos Doce se resistieron a esta enseñanza. Lo vemos claro en el evangelio de hoy:
Compartir es lo natural cristiano
Coge los panes y los peces de su grupo, mira al Padre de todo y de todos, le da gracias, los parte y se los da para que lo sirvan. Comparten y sobra. Lección práctica del Reino: compartir la mesa, “comer-con”. “Se puede, instruido por la carta a los Gálatas, decir: `la esencia del cristianismo es syn-esthiein´ -`comer-con´- (F. Mussner. Der Galaterbrief, Freiburg 1974, p. 423. Citado por Rafael Aguirre: La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias sociales. Sal Terrae. Santander 1994. p. 128). En el siglo IV, San Juan Crisóstomo lo dice con toda claridad: “el compartir radica en la naturaleza misma del cristiano” (Homilías sobre Hechos. PG 60, 162). González Faus comenta: “Crisóstomo saca hasta la última consecuencia de este principio: la verdadera riqueza humana no es el dinero sino la libertad y capacidad para compartir: “La verdadera riqueza y la opulencia indestructible está en buscar lo necesario y distribuir debidamente lo que pasa de la necesidad” (Hom. sobre el Génesis. PG 53, 348. G. Faus: “Vicarios de Cristo”. Ed. Trotta. Madrid 1991, p. 32). “Comer-con” supone acoger, dar y recibir, servir, comprometerse en igualdad... Es la fraternidad. Jesús describe el encuentro definitivo con Dios como un banquete de bodas. Los cristianos de primera hora lo comprendieron y crearon unas comunidades donde fuera más fácil compartir. La “casa” sirve mejor para expresar los valores del Reino de Dios: solidaridad, dar sin esperar nada, valorar a la persona por existir... El momento más significativo es la mesa. Jesús hizo de las comidas el signo del Reino: compartir, alabar a Dios, a cielo abierto, sin ritos ni lugares “santos”.
Nuestra eucaristía, resumen de las comidas de Jesús
Todas las comidas de Jesús incluyen perdón de los pecados y comunicación de vida nueva. “Comía con pecadores” para expresar y entregar el amor del Padre, como decían sus parábolas -“arrojadizas”, es su significado etimológico-, provocadoras de conversión (Lc 15,2; 19,7; Mc 2,6-7). A todos ofrecía amor y mesa (Lc 9,11b-17; Mt 14, 13-21;Mc 6, 35-44; Jn 6, 1-14). En la última Cena entrega su “pan”, incluso a Judas, ofreciéndo perdón y amistad (Mt 26, 26ss; Mc 14, 22ss; Lc 22, 15ss; 1Cor 11, 23ss). En las comidas del Resucitado (Lc 24,23-35.41ss; Jn 20, 19ss; 21, 9-14; He 1,4ss) no hay reproche por la cobardía, abandono, negación... Por contra, los discípulos, al recordar su amor, sienten paz, alegría inmensa, liberación inmerecida de sus culpas. Son los regalos del Resucitado. Experiencia de perdón y simpatía con Jesús y los hermanos debe ser vivencia de la Eucaristía. Sin esta experiencia no hay eucaristía cristiana. Mucha pedagogía y reforma ritual debe hacer la Iglesia para provocar y abrir la puerta de esta experiencia a todos los participantes de la eucaristía. ¿Tiene sentido participar de la eucaristía, creyendo en la entrega de Jesús y escuchando su voluntad perdonadora y reconciliadora, y no reconciliarse en su mesa y no alimentarse de su vida resucitada?
Nuestras eucaristías dejan mucho que desear
La eucaristía, signo y medio de fraternidad, a veces expresa lo contrario: la no fraternidad. Desde la denuncia de Pablo a la comunidad de Corinto (1Cor 11,17-22: divisiones, hartazgo de unos y hambre de otros...) hasta las misas ante los dictadores, las palaciegas seguidas de banquetes nobiliarios, las solitarias devocionales, las de protocolo donde nadie comulga... R. Aguirre -o.c.- contrapone el banquete “fascinante” con que finalizó el Concilio de Nicea, propuesto por el historiador de la Iglesia constantiniana como “un retrato del Reino de Cristo”, frente a la eucaristía en una comunidad salvadoreña, cuyo presidente, tras predicar y vivir como Jesús, fue asesinado. ¿Cuál es la eucaristía que Dios bendice -“dice bien” Dios y de Dios-?
Oración: “comieron todos y se saciaron” (Lc 9,11b-17)
Jesús resucitado, alimento espiritual de nuestra vida:
Hoy, en el evangelio, hemos contemplado una celebración de tu reino:
hablas sobre el Reino de Dios,
curas a los que lo necesitan,
organizas una comida, poniendo lo que tienes: cinco panes y dos peces.
“Los Doce” te incitan a “despedir a la gente” para apañarse por su cuenta:
- no sienten solidaridad con la multitud;
- no han entendido tu propuesta comunitaria;
- la fraternidad predicada se queda en teoría religiosa.
Tu contestación es directa:
- “Dadles vosotros de comer”.
Temen el riesgo del compartir, sólo confían en lo que tienen:
- “no tenemos más que cinco panes y dos peces”.
Amplías la llamada a todos los discípulos:
“decidles que se echen en grupos de cincuenta”;
comunidades humanas de conocimiento y compromiso.
“Alzas la mirada al cielo, das gracias al Padre de todo y de todos;
partes y repartes para que llegue a la gente...;
todos comen y sacian su hambre...;
recogen las sobras: doce cestos”.
Esta es, Jesús resucitado, tu apuesta por el Reino de Dios:
tú comparas la vida con una mesa compartida;
para ti no hay primeros y últimos puestos;
la pureza está en el corazón bueno, no en los alimentos;
aceptar a todos, especialmente a los más débiles;
cada uno aporta lo que tiene;
“vosotros nada de eso”: igual el que dirige que el que sirve;
“yo estoy entre vosotros como el que sirve”;
el señor sirviendo a los siervos es imagen del Reino.
Jesús resucitado, alimento espiritual de nuestra vida:
- la eucaristía es un signo eficaz de tu presencia resucitada;
- su origen es “tu cena” con los discípulos antes de padecer;
- en esta cena adelantas tu entrega crucificada al Reino de los cielos;
- nos recuerda tus comidas con todos para anunciar y vivir la fraternidad;
- nos impulsa al diálogo, a perdonarnos, a ayudarnos;
- el pan y el vino compartidos se hacen alimento de vida eterna;
- “como el pan partido, esparcido por las colinas y, reunido, llegó a ser una sola cosa;
así tu iglesia se congrega desde los confines de la tierra en tu reino” (Didaché IX, 4 siglo II).
Jesús resucitado:
que tu Espíritu, que santifica el pan y el vino para hacerlos presencia tuya,
- nos congregue en la unidad de tu Iglesia como miembros de tu Cuerpo;
- nos fortalezca en la ayuda mutua;
- nos dé tus mismos sentimientos.
Rufo González
La fiesta de la mesa compartida
Jesús supera la religiosidad de los sacrificios, basada en la ofrenda de animales o dinero. En su lugar coloca la fiesta de la mesa compartida, símbolo de la fraternidad y del amor. Llegar a la conclusión de que “la solidaridad y hacer el bien son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebr 13,16), no le resultó fácil a Jesús. Los mismos Doce se resistieron a esta enseñanza. Lo vemos claro en el evangelio de hoy:
- “Despide a la gente, que se vayan...”.
- “dadles vosotros de comer”.
- “no tenemos más que cinco panes y dos peces”.
- “decidles que se echen en grupos de unos cincuenta”.
Compartir es lo natural cristiano
Coge los panes y los peces de su grupo, mira al Padre de todo y de todos, le da gracias, los parte y se los da para que lo sirvan. Comparten y sobra. Lección práctica del Reino: compartir la mesa, “comer-con”. “Se puede, instruido por la carta a los Gálatas, decir: `la esencia del cristianismo es syn-esthiein´ -`comer-con´- (F. Mussner. Der Galaterbrief, Freiburg 1974, p. 423. Citado por Rafael Aguirre: La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias sociales. Sal Terrae. Santander 1994. p. 128). En el siglo IV, San Juan Crisóstomo lo dice con toda claridad: “el compartir radica en la naturaleza misma del cristiano” (Homilías sobre Hechos. PG 60, 162). González Faus comenta: “Crisóstomo saca hasta la última consecuencia de este principio: la verdadera riqueza humana no es el dinero sino la libertad y capacidad para compartir: “La verdadera riqueza y la opulencia indestructible está en buscar lo necesario y distribuir debidamente lo que pasa de la necesidad” (Hom. sobre el Génesis. PG 53, 348. G. Faus: “Vicarios de Cristo”. Ed. Trotta. Madrid 1991, p. 32). “Comer-con” supone acoger, dar y recibir, servir, comprometerse en igualdad... Es la fraternidad. Jesús describe el encuentro definitivo con Dios como un banquete de bodas. Los cristianos de primera hora lo comprendieron y crearon unas comunidades donde fuera más fácil compartir. La “casa” sirve mejor para expresar los valores del Reino de Dios: solidaridad, dar sin esperar nada, valorar a la persona por existir... El momento más significativo es la mesa. Jesús hizo de las comidas el signo del Reino: compartir, alabar a Dios, a cielo abierto, sin ritos ni lugares “santos”.
Nuestra eucaristía, resumen de las comidas de Jesús
Todas las comidas de Jesús incluyen perdón de los pecados y comunicación de vida nueva. “Comía con pecadores” para expresar y entregar el amor del Padre, como decían sus parábolas -“arrojadizas”, es su significado etimológico-, provocadoras de conversión (Lc 15,2; 19,7; Mc 2,6-7). A todos ofrecía amor y mesa (Lc 9,11b-17; Mt 14, 13-21;Mc 6, 35-44; Jn 6, 1-14). En la última Cena entrega su “pan”, incluso a Judas, ofreciéndo perdón y amistad (Mt 26, 26ss; Mc 14, 22ss; Lc 22, 15ss; 1Cor 11, 23ss). En las comidas del Resucitado (Lc 24,23-35.41ss; Jn 20, 19ss; 21, 9-14; He 1,4ss) no hay reproche por la cobardía, abandono, negación... Por contra, los discípulos, al recordar su amor, sienten paz, alegría inmensa, liberación inmerecida de sus culpas. Son los regalos del Resucitado. Experiencia de perdón y simpatía con Jesús y los hermanos debe ser vivencia de la Eucaristía. Sin esta experiencia no hay eucaristía cristiana. Mucha pedagogía y reforma ritual debe hacer la Iglesia para provocar y abrir la puerta de esta experiencia a todos los participantes de la eucaristía. ¿Tiene sentido participar de la eucaristía, creyendo en la entrega de Jesús y escuchando su voluntad perdonadora y reconciliadora, y no reconciliarse en su mesa y no alimentarse de su vida resucitada?
Nuestras eucaristías dejan mucho que desear
La eucaristía, signo y medio de fraternidad, a veces expresa lo contrario: la no fraternidad. Desde la denuncia de Pablo a la comunidad de Corinto (1Cor 11,17-22: divisiones, hartazgo de unos y hambre de otros...) hasta las misas ante los dictadores, las palaciegas seguidas de banquetes nobiliarios, las solitarias devocionales, las de protocolo donde nadie comulga... R. Aguirre -o.c.- contrapone el banquete “fascinante” con que finalizó el Concilio de Nicea, propuesto por el historiador de la Iglesia constantiniana como “un retrato del Reino de Cristo”, frente a la eucaristía en una comunidad salvadoreña, cuyo presidente, tras predicar y vivir como Jesús, fue asesinado. ¿Cuál es la eucaristía que Dios bendice -“dice bien” Dios y de Dios-?
Oración: “comieron todos y se saciaron” (Lc 9,11b-17)
Jesús resucitado, alimento espiritual de nuestra vida:
Hoy, en el evangelio, hemos contemplado una celebración de tu reino:
hablas sobre el Reino de Dios,
curas a los que lo necesitan,
organizas una comida, poniendo lo que tienes: cinco panes y dos peces.
“Los Doce” te incitan a “despedir a la gente” para apañarse por su cuenta:
- no sienten solidaridad con la multitud;
- no han entendido tu propuesta comunitaria;
- la fraternidad predicada se queda en teoría religiosa.
Tu contestación es directa:
- “Dadles vosotros de comer”.
Temen el riesgo del compartir, sólo confían en lo que tienen:
- “no tenemos más que cinco panes y dos peces”.
Amplías la llamada a todos los discípulos:
“decidles que se echen en grupos de cincuenta”;
comunidades humanas de conocimiento y compromiso.
“Alzas la mirada al cielo, das gracias al Padre de todo y de todos;
partes y repartes para que llegue a la gente...;
todos comen y sacian su hambre...;
recogen las sobras: doce cestos”.
Esta es, Jesús resucitado, tu apuesta por el Reino de Dios:
tú comparas la vida con una mesa compartida;
para ti no hay primeros y últimos puestos;
la pureza está en el corazón bueno, no en los alimentos;
aceptar a todos, especialmente a los más débiles;
cada uno aporta lo que tiene;
“vosotros nada de eso”: igual el que dirige que el que sirve;
“yo estoy entre vosotros como el que sirve”;
el señor sirviendo a los siervos es imagen del Reino.
Jesús resucitado, alimento espiritual de nuestra vida:
- la eucaristía es un signo eficaz de tu presencia resucitada;
- su origen es “tu cena” con los discípulos antes de padecer;
- en esta cena adelantas tu entrega crucificada al Reino de los cielos;
- nos recuerda tus comidas con todos para anunciar y vivir la fraternidad;
- nos impulsa al diálogo, a perdonarnos, a ayudarnos;
- el pan y el vino compartidos se hacen alimento de vida eterna;
- “como el pan partido, esparcido por las colinas y, reunido, llegó a ser una sola cosa;
así tu iglesia se congrega desde los confines de la tierra en tu reino” (Didaché IX, 4 siglo II).
Jesús resucitado:
que tu Espíritu, que santifica el pan y el vino para hacerlos presencia tuya,
- nos congregue en la unidad de tu Iglesia como miembros de tu Cuerpo;
- nos fortalezca en la ayuda mutua;
- nos dé tus mismos sentimientos.
Rufo González