DOMINGO 2º C TO 2ª lect. (20.01.2019): Respetar los carismas del Espíritu

Comentario:El mismo y único Espíritu obra todo esto” (1Cor 12,4-11)

Sustancioso “sándwich literario”
Los domingos 2º y 3º, leemos el capítulo 12 de Primera Corintios. El cap. 13 se lee íntegro en el 4º domingo. Estos dos capítulos, junto con el 14, forman una unidad literaria sobre los dones del Espíritu. Se la clasifica como un “sándwich literario”: lo más sustancioso -el don del amor cristiano, cap. 13- está abrazado por los cap. 12 y 14 sobre la multiplicidad, finalidad y uso de los dones. Sin Amor (“ágape”) no hay ministerios auténticos ni se cumple la finalidad de los carismas.

Conexión de Jesús y el Espíritu de Dios
Para comprender el capítulo 12 hay que partir de los tres primeros versículos, no leídos hoy: “Acerca de los dones espirituales, no quiero, hermanos, que sigáis en la ignorancia (12,1). Sabéis que, cuando erais gentiles, os sentíais impulsados a correr tras los ídolos mudos (cf. Hab 2, 18-19: esculturas de madera, piedra, oro o plata)” (12,2). Y añade un principio claro para distinguir cuándo una actuación procede del Espíritu: “Por ello os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice: `anatema sea Jesús´, y nadie puede decir `Jesús es Señor´ sino por el Espíritu Santo” (12,3). “Renegar de Jesús” es no seguir el Espíritu de Dios, y “reconocerle Señor” es guiarse del Espíritu. Ante la acusación contra Jesús de que está movido por el espíritu del mal, del demonio, Jesús apela a sus obras buenas y generosas, expresivas del amor de Dios. No verlo es negar la evidencia, llamar “mal” al “bien”, “blasfemar contra el Espíritu Santo” (Mt 12, 22-32; Mc 3, 20-30; Lc 11, 14-23; 12,10). No es cuestión de “palabra”, sino de vida según el Espíritu de Dios.

Diversidad de dones y unidad de origen
Los vv. 4-6, reconocen la “diversidad de carismas, ministerios y actuaciones” y la “unidad en un mismo Espíritu, un mismo Señor y un mismo Dios que obra todo en todos” (v. 4-6). El v. 7 es una aclaración importante sobre todo carisma: “Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común”. Primero se dice que todo don es “manifestación del Espíritu”. Si no se vivencia así, se convierte en una apropiación indebida, se utiliza como propio el don divino, y sirve para dominar, enriquecerse, explotar... Para evitar este peligro el texto subraya que es “para el bien común” (`pros to synféron´, de synfero: llevar conjuntamente; algo que se lleva compartido). De aquí que la comunidad deba reconocer los dones y ayudar a que sirvan para el bien común.Viene después una enumeración de carismas: “el hablar con sabiduría, el hablar con inteligencia, el don de la fe, don de curar, hacer milagros, profetizar, distinguir los buenos y malos espíritus, diversidad de lenguas, el don de interpretarlas” (vv. 8-10). El versículo 11 recuerda de nuevo: “El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”.

Abusos de los carismas
La comunidad, además de reconocer los dones, debe respetarlos, y no condicionarlos por razones o con leyes no exigidas por el Evangelio. Este abuso se da, por ejemplo, en el celibato, cuando se le exige para algunos ministerios y en la prohibición a la mujer cristiana para dichos ministerios. Es clamor popular que los dirigentes eclesiales se niegan a oír al Espíritu sobre el celibato (1Tim 4,1-3). Algún teólogo, apoyado en este texto, habla claramente de “La apostasía de los jerarcas”: “pienso que lo más determinante quizá haya sido, lo mucho que asusta tener, en buena lógica, que considerar apóstatas al Colegio Episcopal y al Primado. Porque ha resultado que ellos son quienes han prohibido el matrimonio, aunque sólo haya sido al clero” (José María Rivas Conde. Religión Digital, 25 de noviembre de 2018 a las 18:26).

Oración: “El mismo y único Espíritu obra todo esto” (1Cor 12,4-11)

Tu Espíritu, Jesús, sigue vivo en “carismas, ministerios y actuaciones”:
en quien “habla con sabiduría y con inteligencia” sobre el Reino de Dios;
en el “don de la fe”, que confía en el Amor que “trabaja” a favor nuestro;
en el “don de curar”:, que crea actitudes buenas y cura toda dolencia;
en los que hacen “milagros”, portentos de cambio y obras grandes de amor;
en quienes “profetizan” hablando de parte o en nombre de Dios, voceando su voluntad;
en quienes “distinguen buenos y malos espíritus” destapando engaños de nuestro egoísmo;
en quienes usan “diversas lenguas y las interpretan” (vv. 8-10) para edificar la comunidad.

Es el Espíritu que te llenaba y que entregas a tus fieles:
“tu Espíritu habita en la Iglesia y en nuestro corazón como en un templo;
en nosotros ora y da testimonio de la adopción de hijos;
induce la Iglesia hacia toda verdad, la unifica en comunión y servicio;
la instruye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos;
la adorna con sus frutos;
la hace rejuvenecer con la fuerza del Evangelio;
la renueva continuamente;
la conduce a la unión consumada con su Esposo...” (LG 4).

Tu Espíritu, Jesús “reparte sus dones a cada uno según quiere”:
“distribuye, entre los creyentes de todo orden, gracias también especiales;
con estas gracias nos vuelve aptos y listos para acoger varias obras y deberes,
provechosos para la renovación y más amplia edificación de la Iglesia:
`a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común´ (1Cor 12,7).
Estos carismas, tanto los más brillantes como los más simples y más extendidos,
al ser muy acomodados y útiles a las necesidades de la Iglesia,
han de ser recibidos con acción de gracias y consuelo.
Los dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente,
ni esperar presuntuosamente de ellos los frutos de las obras apostólicas;
el juicio sobre su autenticidad y ejercicio ordenado está en quienes presiden la Iglesia;
a ellos especialmente compete, no extinguir el Espíritu,
pero sí probar todo, y sostener lo que es bueno” (LG 12).

Jesús de los carismas, servicios y actividades:
deseamos avivar y desarrollar los dones de tu Espíritu;
queremos escuchar “palabras de sabiduría e inteligencia”,
que expliquen que el Reino de Dios es nuestra realización verdadera;
auméntanos la “fe” en el amor del Padre, que “trabaja” siempre a favor nuestro;
te agradecemos el “don de curar” que hay en tantos hermanos,
que cultivan actitudes sanas y sanadoras a favor de todos;
queremos cultivar personas que “hacen milagros”:
exigiendo cambios audaces y emprendiendo obras acordes con tu amor;
bendice a hombres y mujeres que “profetizan”, siendo portavoces de tu Amor,
imitando tu conducta de libertad y proclamando tu evangelio;
que tu Espíritu nos ayude a escucharlas y tenerlas en cuenta;
necesitamos mucho “distinguir los buenos y malos espíritus”:
no podemos rezar cosas contradictorias;
necesitamos recuperar tu libertad y tu amor frente a nuestro egoísmo;
danos “diversidad de lenguas y don de interpretarlas” para edificar tu Iglesia.

Jesús del amor y de la vida, ayúdanos a trabajar para que:
“todo el Pueblo de Dios, sobre todo sus pastores y teólogos, escuche, discierna,
interprete y juzgue, con la ayuda del Espíritu Santo,
los diversos lenguajes de nuestro tiempo,
a fin de que la Verdad revelada sea percibida más profundamente,
entendida mejor y propuesta en forma más adecuada” (GS 44).

Rufo González
Leganés, enero 2019
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