DOMINGO 30º TO B (25.10.2015): La fe lleva al amor práctico, a la ética fraternal
Introducción: “Anda, tu fe te ha curado” (Mc 10,46-52)
El evangelio de Marcos es una gran catequesis: intenta que vayamos conociendo a Jesús a lo largo de su vida. En Jerusalén -en la pasión, muerte y resurrección-, se manifestará claramente. Ahí lo descubre el centurión, hombre no judío: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Pero hasta llegar a Jerusalén, su vida va poco a poco desvelando el amor de Dios. Con palabras, con obras, con actitudes... revela quién es Dios y quién es él, su “mesías”. Hoy, atravesando Jericó, en el valle del Jordán, camino de Jerusalén, Marcos coloca este episodio como contrafigura de los Doce, que no comprenden el mesianismo de Jesús. Este ciego es “hijo de Timeo” (sólo Marcos dice el nombre) que en griego significa “digno de honra, apreciado...”; es decir, hijo o discípulo del Apreciado, el Mesías davídico, en oposición a Jesús, el “Despreciado” en su tierra.
Como este ciego, los discípulos “no ven” el mesianismo de Jesús
Este ciego “ve”, tras confiar en el amor de Jesús. Su paso a la fe es un proceso. Sentado “junto al camino”, tierra endurecida, lugar donde la semilla cae y no da fruto (Mc 4,15), el ciego le invoca primero como “Hijo de David” (concebido como un rey en la línea de David), guerrero y victorioso. Después, venciendo a quienes le intimidan, grita y pide “compasión”. “Soltó el manto, dio un saltó y se acercó a Jesús”. El “manto” es símbolo del reino davídico (1Re 11, 30-31). El ciego abandona la ideología nacionalista, y salta a la confianza en el amor de Dios, manifiestado en Jesús: “se acercó a Jesús” (Jesús es “Dios salva” con su amor a todos) y recibe su Espíritu.
“¿Qué quieres que haga por ti?”
La misma pregunta que hizo a los Zebedeos. Estos pedían poder, honores, y privilegios. El ciego pide vida: “que pueda ver”. Eso es voluntad de Dios. Para eso ha venido Jesús: para que tengan vida en abundancia. Y lo primero es vida física: comida y bebida, vivienda, salud... Después, la vida integral: sensorial, intelectual, social, cultural, religiosa...
“Tu fe te ha curado”
Esta frase la utiliza Jesús en otras ocasiones de curación (Mc 5,34 y par.; 10,52 y par.; Lc 7, 50; 17, 19). Expresa que la salvación o curación viene de él como presencia de Dios, pero que es eficaz gracias a la confianza en su persona. Y es que el amor sólo es eficaz cuando se le acoge: “a los que mantienen adhesión a su persona, les hace capaces de hacerse hijos de Dios” (Jn 1, 12), tener su Espíritu, dejarse empapar y guiar de su Espíritu (Rm 8, 9ss). El amor de Dios nos habita y conduce, es “un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). “Puede hacer obras como las de Jesús y aun mayores” (Jn 14, 12). Si no tenemos fe en este amor, puede malograrse:
“Recobró la vista y lo seguía por el camino”
Le cambia en vidente, en cercano, en incorporado al “camino”. Ha descubierto el amor de Dios expresado en la atención, escucha y curación de Jesús. Esta fe o confianza en el amor de Dios le impulsa al ciego a “seguir” a Jesús por el camino: obrando el bien. Es lo que Cristo espera de sus discípulos y de nosotros: que atendamos a quien sufre cualquier miseria. Nuestra actitud despertará la fe, hará que “puedan ver” para seguir el camino hacia Jerusalén, hacia la cruz, hacia la luz.
Oración: “Anda, tu fe te ha curado” (Mc 10,46-52)
Jesús, resucitado, compañero en el camino de nuestra vida:
también nosotros, aunque nos sentimos avisados de tu presencia,
- estamos cegados por el afán de éxito, de poder, de dinero...;
- soñamos con la suerte, la superstición, la protección de los dioses;
- empobrecemos y ridiculizamos nuestra dignidad personal.
Te escuhamos a ti, poniendo en pie al hombre nuevo, asegurando:
- que Dios no está lejos, sino en nuestra intimidad;
- que no castiga, sino entrega su Corazón incluso al miserable;
- que no actúa como juez, sino siempre viene perdonando;
- que no domina ni esclaviza, sino que promociona (Mt 6,6; 18,27; 18,12-14; Jn 13,12-15).
Tú, Jesús, experimentas a Dios como amor (1Jn 4,8: “Dios es amor”):
- tu gloria es amor y lealtad sin límites a cada persona;
- tu Dios es espíritu, busca adoradores con espíritu y fidelidad;
- en ti ha encontrado Dios el mejor adorador;
- el amor y la lealtad han llegado contigo en tu vida entregada;
- Tú le has dado a conocer amando a todos hasta el fin.
Para Ti, Jesús, Dios es Padre-Madre, Amor y Vida:
- lo percibimos dentro, en nuestra búsqueda de vida y dicha;
- nos incita al amor, a la solidaridad, a la ayuda;
- nos previene siempre contra el egoísmo y la rivalidad;
- nos abre el corazón para sintonizar con el amor sin límites (Lc 6, 27-38);
- nos estamos pareciendo a Ti, “amor que responde a su amor”(Jn 1,16-17).
Hoy te contemplamos, Jesús del amor, en plena faena amorosa:
te detienes, llamas, preguntas: ¿Qué quieres que haga por ti?
Este hombre no pide honores, poder y privilegios;
pide “que pueda ver”, que tenga vida humana normal;
eso es voluntad de Dios creador, dador de vida en abundancia;
tu actividad prioritaria es rehabilitar enfermos y marginados.
El ciego del camino creía en tu amor: “Tu fe te ha curado”:
“te fue posible actuar con fuerza” (Mc 6,5.6), al confiar en tu amor;
él percibió en su curación el ánimo y la fuerza de Dios;
quedó rehabilitado, entró en tu comunidad de amor;
“te sigue por el camino” de vida entregada a los más débiles.
Hoy, Jesús del amor fecundo, quiero recordar:
- a tantas personas que han trabajado por el progreso humano;
- a tantos investigadores que han humanizado la vida;
- a tantos médicos que han curado y restablecido nuestros cuerpos;
- a tantos soñadores que han intuido y animado el horizonte humano;
- a tantos amigos del ser humano que lo cuidan y acompañan hasta el fin;
- a tantos cuidadores de la naturaleza y de la vida...
Todos ellos son luces, estrellas, que iluminan el camino:
están unidos al “Padre que sigue trabajando y a Ti que también trabajas” (Jn 5,17);
sus obras, “como las tuyas y aún mayores” (Jn 14, 12), expresan el amor infinito;
amor que sólo quiere que tengamos vida en abundancia;
amor que procura vida libre en amor mutuo;
así “Dios será todo en todos” (1Cor 15,28).
Ábrenos, Jesús de todos, al amor del Padre, al amor tuyo, al amor pleno.
Rufo González
El evangelio de Marcos es una gran catequesis: intenta que vayamos conociendo a Jesús a lo largo de su vida. En Jerusalén -en la pasión, muerte y resurrección-, se manifestará claramente. Ahí lo descubre el centurión, hombre no judío: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Pero hasta llegar a Jerusalén, su vida va poco a poco desvelando el amor de Dios. Con palabras, con obras, con actitudes... revela quién es Dios y quién es él, su “mesías”. Hoy, atravesando Jericó, en el valle del Jordán, camino de Jerusalén, Marcos coloca este episodio como contrafigura de los Doce, que no comprenden el mesianismo de Jesús. Este ciego es “hijo de Timeo” (sólo Marcos dice el nombre) que en griego significa “digno de honra, apreciado...”; es decir, hijo o discípulo del Apreciado, el Mesías davídico, en oposición a Jesús, el “Despreciado” en su tierra.
Como este ciego, los discípulos “no ven” el mesianismo de Jesús
Este ciego “ve”, tras confiar en el amor de Jesús. Su paso a la fe es un proceso. Sentado “junto al camino”, tierra endurecida, lugar donde la semilla cae y no da fruto (Mc 4,15), el ciego le invoca primero como “Hijo de David” (concebido como un rey en la línea de David), guerrero y victorioso. Después, venciendo a quienes le intimidan, grita y pide “compasión”. “Soltó el manto, dio un saltó y se acercó a Jesús”. El “manto” es símbolo del reino davídico (1Re 11, 30-31). El ciego abandona la ideología nacionalista, y salta a la confianza en el amor de Dios, manifiestado en Jesús: “se acercó a Jesús” (Jesús es “Dios salva” con su amor a todos) y recibe su Espíritu.
“¿Qué quieres que haga por ti?”
La misma pregunta que hizo a los Zebedeos. Estos pedían poder, honores, y privilegios. El ciego pide vida: “que pueda ver”. Eso es voluntad de Dios. Para eso ha venido Jesús: para que tengan vida en abundancia. Y lo primero es vida física: comida y bebida, vivienda, salud... Después, la vida integral: sensorial, intelectual, social, cultural, religiosa...
“Tu fe te ha curado”
Esta frase la utiliza Jesús en otras ocasiones de curación (Mc 5,34 y par.; 10,52 y par.; Lc 7, 50; 17, 19). Expresa que la salvación o curación viene de él como presencia de Dios, pero que es eficaz gracias a la confianza en su persona. Y es que el amor sólo es eficaz cuando se le acoge: “a los que mantienen adhesión a su persona, les hace capaces de hacerse hijos de Dios” (Jn 1, 12), tener su Espíritu, dejarse empapar y guiar de su Espíritu (Rm 8, 9ss). El amor de Dios nos habita y conduce, es “un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). “Puede hacer obras como las de Jesús y aun mayores” (Jn 14, 12). Si no tenemos fe en este amor, puede malograrse:
- “Y no podía hacer allí ningún prodigio ... Y estaba sorprendido de su falta de fe” (Mc 6, 5-6).
- “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca a sus pollitos bajo las alas, pero no habéis querido!” (Lc 13,34).
- “Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole: `Ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme´. A estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones”. (Mc 10,21-22).
“Recobró la vista y lo seguía por el camino”
Le cambia en vidente, en cercano, en incorporado al “camino”. Ha descubierto el amor de Dios expresado en la atención, escucha y curación de Jesús. Esta fe o confianza en el amor de Dios le impulsa al ciego a “seguir” a Jesús por el camino: obrando el bien. Es lo que Cristo espera de sus discípulos y de nosotros: que atendamos a quien sufre cualquier miseria. Nuestra actitud despertará la fe, hará que “puedan ver” para seguir el camino hacia Jerusalén, hacia la cruz, hacia la luz.
Oración: “Anda, tu fe te ha curado” (Mc 10,46-52)
Jesús, resucitado, compañero en el camino de nuestra vida:
también nosotros, aunque nos sentimos avisados de tu presencia,
- estamos cegados por el afán de éxito, de poder, de dinero...;
- soñamos con la suerte, la superstición, la protección de los dioses;
- empobrecemos y ridiculizamos nuestra dignidad personal.
Te escuhamos a ti, poniendo en pie al hombre nuevo, asegurando:
- que Dios no está lejos, sino en nuestra intimidad;
- que no castiga, sino entrega su Corazón incluso al miserable;
- que no actúa como juez, sino siempre viene perdonando;
- que no domina ni esclaviza, sino que promociona (Mt 6,6; 18,27; 18,12-14; Jn 13,12-15).
Tú, Jesús, experimentas a Dios como amor (1Jn 4,8: “Dios es amor”):
- tu gloria es amor y lealtad sin límites a cada persona;
- tu Dios es espíritu, busca adoradores con espíritu y fidelidad;
- en ti ha encontrado Dios el mejor adorador;
- el amor y la lealtad han llegado contigo en tu vida entregada;
- Tú le has dado a conocer amando a todos hasta el fin.
Para Ti, Jesús, Dios es Padre-Madre, Amor y Vida:
- lo percibimos dentro, en nuestra búsqueda de vida y dicha;
- nos incita al amor, a la solidaridad, a la ayuda;
- nos previene siempre contra el egoísmo y la rivalidad;
- nos abre el corazón para sintonizar con el amor sin límites (Lc 6, 27-38);
- nos estamos pareciendo a Ti, “amor que responde a su amor”(Jn 1,16-17).
Hoy te contemplamos, Jesús del amor, en plena faena amorosa:
te detienes, llamas, preguntas: ¿Qué quieres que haga por ti?
Este hombre no pide honores, poder y privilegios;
pide “que pueda ver”, que tenga vida humana normal;
eso es voluntad de Dios creador, dador de vida en abundancia;
tu actividad prioritaria es rehabilitar enfermos y marginados.
El ciego del camino creía en tu amor: “Tu fe te ha curado”:
“te fue posible actuar con fuerza” (Mc 6,5.6), al confiar en tu amor;
él percibió en su curación el ánimo y la fuerza de Dios;
quedó rehabilitado, entró en tu comunidad de amor;
“te sigue por el camino” de vida entregada a los más débiles.
Hoy, Jesús del amor fecundo, quiero recordar:
- a tantas personas que han trabajado por el progreso humano;
- a tantos investigadores que han humanizado la vida;
- a tantos médicos que han curado y restablecido nuestros cuerpos;
- a tantos soñadores que han intuido y animado el horizonte humano;
- a tantos amigos del ser humano que lo cuidan y acompañan hasta el fin;
- a tantos cuidadores de la naturaleza y de la vida...
Todos ellos son luces, estrellas, que iluminan el camino:
están unidos al “Padre que sigue trabajando y a Ti que también trabajas” (Jn 5,17);
sus obras, “como las tuyas y aún mayores” (Jn 14, 12), expresan el amor infinito;
amor que sólo quiere que tengamos vida en abundancia;
amor que procura vida libre en amor mutuo;
así “Dios será todo en todos” (1Cor 15,28).
Ábrenos, Jesús de todos, al amor del Padre, al amor tuyo, al amor pleno.
Rufo González