Domingo 8º TO A 2ª Lect. (26.02.2017): Remando en favor del Amor

Introducción:Remeros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1Cor 4, 1-5)
Que “la gente” vea que remamos con Cristo
Traducción litúrgica: “Que la gente nos considere como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios".
- “La gente” (ánzropos”) es el ser humano. Quiere decir que cada persona nos valore (“logizseszo”) desde su lógica propia humana y desde nuestra vida. Si nuestra vida, gestos y palabras, no son buenos humanamente, no descubrirán que “remamos” en pro de Cristo y su revelación del Amor.
- “servidores de Cristo” (“huperetas”: de huper: “sobre, en pro de” y “eresso”: remar; de aquí el derivado de servir “remando”: remeros, ayudantes...): “remeros de Cristo”.
- “administradores de los misterios de Dios” (“oikonomous”: dirigentes de una casa): encargados de los “secretos” (“mysterion”) de Dios. La palabra griega “oikonomoi” (leyes de la casa) insinúa la idea de la familia, donde rige el amor desinteresado y gratuito de los padres que aman a todos. La vida de la Iglesia se encarnó primero en la “casa”, en la mesa compartida, donde todos se acogen en reciprocidad, se sirven, comparten la vida. Ahí debería inspirarse toda la gestión de la Iglesia.

Boato, apariencia, exhibición, jubileos turísticos... “reman” poco con Jesús
“Como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres (Flp 2, 6-7; 2 Cor 8, 9;).. La Iglesia no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación también con su propio ejemplo (Lc 4,18; 19, 10)” (LG 8).


Ser “remeros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” tiene riesgos
“Remar” en la misma dirección de Jesús y cuidar su “casa” (su comunidad) se hace anunciando y viviendo su vida: su pensar, su sentir, su actuar. Y esto como Él hacía: desde la libertad y desde su propia vida servicial y humilde. Imponer verdades, vivir suntuosamente, exigir silencio al disidente, rodearse de títulos, hábitos y reconocimientos de poder absoluto... no son modos de los “remeros de Cristo ni administradores de sus misterios”. Esas actitudes pervierten el Amor de Jesús. Sólo en amor “como el de Dios”, que es el de Jesús, se puede remar en su favor y anunciar el misterio del Amor de Dios. Eso tiene consecuencias. Así nos lo recuerdan dos profetas de nuestro tiempo:
- “El Evangelio no consiste en concentrar gente, sino en vivir el espíritu y la letra del Sermón del Monte. Y, sobre todo, la realidad dura del final que tuvo que soportar el propio Jesús, precisamente cuando se vio abandonado de todos y así, solo y en su aterradora soledad, es como nos dejó para siempre la "memoria subversiva" que denuncia las contradicciones de todos los que van por el mundo exhibiendo lo que el Señor quiere que sea vida, realidad, pero nunca boato, apariencia, exhibición. Y nunca haciendo eso a costa de gastos multimillonarios que claman al cielo desde el dolor de todos los excluidos de este mundo injusto, que se distrae viendo las concentraciones episcopales y papales, pero no cambia ni se hace mejor por ver esos espectáculos de dudoso interés publicitario” (J. M. Castillo: Teología sin censura (16-06-2010).
- “Se ha perseguido y atacado a la parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Se nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución de la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres los que nos hacen comprender lo que ha ocurrido realmente. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres. La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre, que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia. Ellos son los que completan en su cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Por esa razón, cuando la Iglesia se ha organizado y unificado recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres, ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres: la persecución ...” (Oscar A. Romero, arzobispo de San Salvador, mártir, el dos de febrero de 1980).


Confianza en el juicio de Dios
- “Lo que se pide a los encargados es que sean de fiar” (v. 2). Fieles al Espíritu de Cristo.
- “Me importa poco ser enjuiciado por vosotros, por un tribunal humano, por mí mismo” (v. 3).
- “Mi juez es el Señor” (v. 4). Nuestros juicios son relativos, nunca absolutos. Dios ve el corazón.
- “No juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor, que iluminará lo oculto de la oscuridad y pondrá de manifiesto los proyectos de los corazones y entonces le vendrá a cada uno la alabanza de parte de Dios” (v. 5).

Oración:Remeros de Cristo y administradores de los misterios de Dios" (1 Cor 4, 1-5)

Jesús de la verdad y de la vida:
El texto de Pablo es una invitación a la transparencia;
dirigido a todos, especialmente a los pastores de las comunidades;
somos invitados a proponer y cuidar tu Amor concreto y universal;
para que “la gente nos considere servidores tuyos
y administradores de los misterios de Dios
”.

Como “remeros” de tu Amor nos preguntamos:
- ¿nuestra vida anuncia adecuadamente tu evangelio?
- ¿pensamos, sentimos, actuamos... como Tú?
- ¿nos considera la gente como “remeros” de tu amor?
- ¿descubren en nuestra comunidad el amor fascinante, gratuito, del Padre Dios?

Hoy Pablo nos lleva a mirar a los más representativos de la Iglesia:
Papa, obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, catequistas, colaboradores...;
- los que más brillan en los templos, en televisores y en la calle;
- los que más se exhiben y aparentan como “iglesia”;
- los que se atribuyen a sí mismos la palabra decisiva cristiana.
Que el Espíritu les dé fuerza para ser “remeros del Amor divino”;
que “a quien mucho se le ha confiado, y más se le pedirá” (Lc 12,48).

Un cristiano de base puso en su blog esta “meditación sólo para Obispos”,
extensible a todos los servidores de la Iglesia:

“Hoy sólo quiero invitaros a meditar sobre vuestros signos,
vuestra apariencia, vuestra imagen ante nosotros y ante el mundo.
¿Cómo no oís el clamor de este Pueblo que busca guías fieles y ejemplos evangélicos?
Bajo la pesada losa de la uniformidad e inmovilismo canónicos,
os amancebáis con la pompa, el lujo, la púrpura, el boato y la profanidad.
¿Os sentís cómodos con vuestras coronas, cetros y tronos?
Un sirviente no necesita ostentosa corona...
Su entrega, su servicio y su sudor son su auténtica diadema...
Si queréis ser guías, mostrad con vuestro ejemplo la luz del Evangelio.
No os endioséis en tronos y sitiales que nos confunden y abochornan.
No aceptéis palio, baldaquino o dosel para ensalzar vuestra dignidad...
Es muy difícil percibiros como apóstoles porque no sólo habéis caído en la ambición
de vuestra carrera eclesiástica: “uno a tu derecha y otro a tu izquierda” (Mt 20,21),
sino que os habéis subido al mismísimo trono divino con la excusa de que sois sus
representantes, sus vicarios, sus apoderados, sus mediadores, su autoridad.
Vuestros signos no son los del Señor:
“El más pequeño de vosotros ése es el más importante" (Lc 9,48)...
¿Cómo podremos reconoceros con tanto disfraz?”
(Jairo del Agua, jairoagua@gmail.com. ECLESALIA, 30/11/09).


Ahora, Jesús buen pastor, preside la Iglesia el Papa Francisco:
su palabra y sus gestos “reman” claramente hacia tu Amor;
mucha “gente le considera remero tuyo y suministrador del amor divino”;
nos hace mirar más a los pobres, a los enfermos, a los perseguidos;
evita el boato, dejó el lujo de los apartamentos papales;
denuncia la corrupción de la institución vaticana;
quiere reformar la Iglesia desde el Evangelio, desde tu Espíritu;
critica el clericalismo, pero aún no le ha puesto freno eficaz;
está encontrando la oposición entre los propios cardenales;
los grupos amigos del poder y del inmovilismo no le miran bien;
el poder civil y religioso está respondiendo como contigo.
Que tu Espíritu le sostenga en tu mismo camino.

Ayúdanos, Cristo de Dios, pobre y amigo de todos:
a ser “sólo remeros” de tu amor en humildad y desprendimiento;
a anunciar tu evangelio con fidelidad a tu Palabra y a tu Vida.

Rufo González
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