Domingo 27º TO B 2ª lect. (07.10.2018): Jesús, proyecto de Dios sobre la vida humana

Comentario:coronado de gloria y dignidad por haber sufrido la muerte” (Hb 2, 9-11)

Siete domingos leyendo la carta a los Hebreos
Esta carta se autodefine como “palabra de exhortación” (“logos tes paracléseos” -13, 22-), igual que la homilía pedida a Pablo en la sinagoga de Antioquía de Pisidia (He 13,15). Escrita para ser leída, anima a vivir el Espíritu de Jesús. Esta fe, más valiosa que la antigua, es más efectiva para vivir con sentido. La vida de Jesús es el culto real que Dios quiere. No hay que añorar ritos solemnes ni prácticas religiosas judías. Lo que salva -realiza- es vivir el amor de Jesús. “Obra difícil, pero fascinante, plantea numerosos problemas a la investigación exegética, pero aporta gran riqueza a la fe y a la vida cristiana” (A. Vanhoye: La carta a los Hebreos. Introducción crítica al N. Testamento, coord.: A. George y P. Grelot, Herder Barcelona 1983, vol. II, p. 37).

El hombre Jesús muerto y resucitado “en beneficio de todos”
El texto leído (2, 9-11) pertenece a la primera parte (1,5-2,18) sobre el “nombre”, superior a los ángeles, que heredó Jesús. A su vez, se divide en dos apartados: 1) Hay que escuchar a Cristo, Hijo de Dios, (1,5-14-2,1-4). 2) Cristo, hermano nuestro (2, 5-18). El v. 9 afirma el hecho base de nuestra fe: “al que fue rebajado un poco con relación a los ángeles (Sal 8,6), Jesús, le vemos coronado de gloria y dignidad por (diá: a través de) haber sufrido la muerte (lit.: por el sufrimiento de la muerte); de modo que, por la gracia de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos (lit.: “de todo” -el género humano-)”. Afirma la humanidad de Jesús, agraciado con el Espíritu y resucitado para mostrarnos el proyecto de Dios sobre la vida humana.

Viviendo como Jesús seremos “coronados”
Convenía, en efecto, que aquel por quien y para quien todo fue hecho, queriendo llevar a la gloria un gran número de hijos, hiciese perfecto, mediante los sufrimientos, al jefe que debía guiarlos a la salvación” (v. 10). Dios quiere “llevar a la gloria un gran número de hijos”. Es decir, Dios quiere nuestra plenitud. Jesús es el guía: en él contemplamos el amor salvador de Dios. Creciendo en edad, sabiduría y bondad, llega a la gloria y honor, a través del sufrimientos de la muerte. Dios, al resucitarlo, nos da a conocer que los sufrimientos propios de vivir en amor son plan de Dios, son camino para la “gloria”. Viviendo como Jesús seremos “coronados”.

Fraternidad humana universal
Porque el santificador y los santificados tienen todos el mismo origen. Por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos” (v. 11). Jesús, que nos ha dado el Espíritu (que nos hace santos), es el “santificador”. Nosotros, que hemos aceptado su Espíritu, somos los “santificados”. Jesús por naturaleza, nosotros por gracia, somos hijos de Dios. “El mismo origen” (lit.: “de uno solo”) puede referirse a Adán (supuesto el monogenismo) o a Dios. En uno y otro sentido –algunos autores sostienen ambos sentidos a la vez- queda afirmada la fraternidad humana en el orden natural y sobrenatural (J. M. Bover: “Las Epístolas de San Pablo”. 4ª ed. Edit. Balmes. Barcelona 1959. Pág. 497).

Oración:coronado de gloria y dignidad por haber sufrido la muerte” (Hb 2,9-11)

Jesús, “guía de nuestra salvación, santificador” de todos:
Con el autor de esta carta, creemos que el Misterio, “Dios,
nos ha hablado en estos días finales en ti, el Hijo,
a quien constituyó heredero del universo,
por cuyo medio había hecho los mundos,
siendo reflejo luminoso de su esplendor e impronta de su ser
” (Hb 1,2-3).

Tú mismo habías proclamado este hecho sorprendente:
Felipe, el que me ha visto, ha visto al Padre” (Jn 14, 9);
por eso es decisivo “fijar los ojos en ti” como la gente de tu pueblo (Lc 4,20);
mirar e invitar a mirar al Cordero de Dios,” como el Bautista (Jn 1,36);
ir y ver dónde habitas” (Jn 1, 39), cómo vives, qué dices, a quiénes tratas...;
poder resumir, como las comunidades de Juan:
lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que hemos contemplado, lo que nuestras manos han palpado...
acerca de la Palabra de la Vida
” (1Jn 1,1-3).

Hoy, en la carta a los Hebreos somos invitados a
verte coronado de gloria y dignidad por haber sufrido la muerte”.
“el sufrimiento de la muerte” resume tu vida histórica en nuestro mundo;
tu persona abierta y profunda, que mira a los enfermos, a los parados, a la adúltera,
a la parturienta, al ama de casa, a los niños...;
tu persona transparente, que admira la naturaleza, los pájaros y los lirios...;
tu persona sensible, que se alegra al ver crecer el reino de la vida en amor...;
tu persona indulgente con el hijo que vuelve a la casa del amor...;
tu persona indignada ante la cerrazón de Pedro...;
tu persona disgustada al ver el maltrato de los niños...;
tu persona decepcionada ante el joven rico, los judíos, su ciudad...;
tu persona responsable que “endurece el rostro” (Lc 9, 51) ante la adversidad;
tu persona fiel al amor desinteresado hasta la muerte;
tu persona que acepta ser de Hijo de Dios e Hijo del Hombre;
tu persona que ama a quien no te ama, te condena, te conduce a la muerte...

El amor gratuito de Dios te acompañó hasta el final:
por la gracia de Dios, gustaste la muerte en beneficio de todos”;
agraciado siempre con el Espíritu de Dios, has resucitado;
te has hecho “guía de nuestra salvación, santificador” de todos;
tus sufrimientos, frutos del Amor, te han “perfeccionado y consagrado” ;
por tu mediación, entregándonos tu Espíritu, “nos llevas a la gloria”.
¿cómo te “vas avergonzar de llamarnos hermanos”?

Tú eres la respuesta a nuestros deseos más profundos:
tú eres el Dios que siempre anhelamos:
¡Ay, si fueras tú un hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre!
Te podría besar, al encontrarte fuera, sin que me despreciaran.
Te llevaría, te introduciría en la casa de mi madre, y tú me enseñarías

(Cantar de los Cantares 8,1-2).

Jesús, “guía de nuestra salvación, santificador” nuestro:
ayúdanos a contemplar al Padre en tu vida, en tus palabras, en tu persona;
Dios no será una verdad hecha a “nuestra imagen y semejanza”;
“Dios será quien, creándonos y sustentándonos,
está habitando y promoviendo con amor incansable nuestro ser.
mi Padre trabaja siempre”, decías tú (Jn 5, 17).
Es tu Dios, que no precisa entrar en el mundo...,
porque está ya siempre dentro y activo,
moviendo el mundo a través de sus leyes
y solicitando sin cesar nuestra libertad para dejarnos ser y realizar por Él,
acogiendo su llamada y prolongando su creación:
`estoy a la puerta y llamo´ (Ap 3, 20)”
(A. Torres Queiruga: entrevista en la revista italiana Il Regno, número 8/2012).

Queremos, Jesús, tener amistad contigo:
conocerte, asimilar tu Espíritu, vivir tu amor.

Rufo González
Jaén, octubre 2018
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