El benedictino publica "El sentido espiritual de la liturgia" (Fonte Grupo Editorial) Fray Juan Javier, monje de Silos: "La liturgia es vital, es vida, por tanto, no debe de estar anquilosada"

El benedictino Juan Javier Flores
El benedictino Juan Javier Flores

La liturgia exige cristianos convertidos, comprometidos, evangelizados. Lo que no quiere decir que no se evangelice con la liturgia, que no nos comprometamos con ella o que no evangelicemos celebrando los divinos misterios de nuestra fe

"La belleza de la liturgia nos lleva directamente al misterio celebrado para la vida de los hombres. Todo un itinerario de belleza; un recorrido interior y exterior"

"Para comprender bien la vida monástica hay que tener una buena formación religiosa y una fe acendrada que permita comprender los distintos carismas que hay en la Iglesia"

"La liturgia es la vida de la Iglesia. Conocerla, celebrarla y vivirla es lo que nos toca hacer a los cristianos de hoy y de siempre". Y movido por este deseo, Juan Javier Flores Arcas, monje en el monasterio burgalés de Silos, ha publicado El sentido espiritual de la liturgia (Fonte Grupo Editorial), un libro que recoge una serie de cursos que ha dado a lo largo de los años "sobre un tema que me parece crucial", señala en conversación con Religión Digital.

"La vida espiritual del cristiano tiene que ir al compás de la celebración litúrgica. Insisto en que la celebración va por delante de la devoción. Quería con este libro dar unas pausas fundamentales para armonizar vida espiritual y vida litúrgica, sin dicotomías ni oposición", señala este fraile benedictino.

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¿Se ha convertido la liturgia, en algunos ámbitos y en los últimos tiempos, en un campo de batalla? Me refiero, por ejemplo, a la forma de celebrar la misa, algo de lo que algunos grupos han hecho poco menos que casus belli

Dado lo importante y fundamental que es la liturgia en la vida de la Iglesia se puede comprender perfectamente que haya sido y que sea procesada y enjuiciada de muy distintas maneras. Sin embargo, partiendo del principio de que la liturgia es liturgia de la Iglesia, se nos pide una fidelidad y autenticidad que garantice la correcta celebración de esta, siguiendo siempre al compás de la misma Iglesia, según el principio de que la liturgia hace la Iglesia y de que la Iglesia hace la liturgia. 

Estas posturas encontradas, ¿no son en el fondo lo contrario de lo que persigue la liturgia?

Estamos en una cambio de época y no en una época de cambios como gustaba decir al Papa Francisco. De ahí que algunos parámetros del pasado hayan de ser revisados en esta postmodernidad que nos ha tocado vivir. Las posturas encontradas responden claramente a una falta visión del hoy y nunca han faltado. No son de hoy, ni de ayer, sino de siempre.

Con Pío XII, cuando en 1951 reforma la vigilia pascual y con ella toda la Pascua, ya aparecieron voces discordantes disconformes con cualquier cambio que se hiciera en la misma liturgia. Siempre sobre este tema de la lengua latina en el aula conciliar hablarían el cardenal Montini, Siri, Rufini. (Quaestio de lingua in sacra Liturgia adhibenda), etc. Y es que el hecho de quitar el latín era considerado entonces un grave extremumque damnum, una vez que ya se sugería la posibilidad de no usarlo en ciertas partes como la Liturgia de la Palabra e incluso en los sacramentales. Esta sería la opinión que más prevaleció en el aula conciliar permitiendo que las lenguas vernáculas se pudieran utilizar en ocasiones por razones de tipo pastoral, sin excluir totalmente el latín.

Juan Javier Flores Arcas
Juan Javier Flores Arcas

3.- Y a usted, ¿qué le llevó a escribir este libro?

El libro recoge cursos que he dado a lo largo de los años sobre un tema que me parece crucial. La vida espiritual del cristiano tiene que ir al compás de la celebración litúrgica. Insisto en que la celebración va por delante de la devoción. Quería dar unas pautas fundamentales para armonizar vida espiritual y vida litúrgica, sin dicotomías ni oposición. Los documentos conciliares y postconciliares insisten en la centralidad de cada celebración litúrgica por encima de la piedad o devoción popular.

Bajo esta clave está escrito este libro de espiritualidad litúrgica. Todavía tenemos que madurar lo que Pablo VI decía al finalizar la segunda sesión del Concilio Vaticano II: “La liturgia es la primera escuela de nuestro espíritu, es el primer don que tenemos que entregar al pueblo cristiano unidos a Nos en la fe y en la práctica de la oración”. Por esa línea tenemos que movernos nosotros porque el futuro del cristianismo en Occidente depende en gran parte de la capacidad que tenga la Iglesia de hacer de la liturgia la fuente de la vida espiritual de los cristianos.

La liturgia es vital, es vida, por tanto, es algo “viviente”; no está, no debe de estar anquilosada; tiene que ser vital porque lleva en sí la linfa de la gracia que celebra el Misterio Pascual de Cristo

Dice usted que “la liturgia es vital”, sin embargo para no pocos resulta “mortal”. ¿Cómo se explica? ¿Qué factores pueden estar contribuyendo a ello?

Por supuesto que la liturgia es vital. La liturgia es vida, por tanto, es algo “viviente”; no está, no debe de estar anquilosada; tiene que ser vital porque lleva en sí la linfa de la gracia que celebra el Misterio Pascual de Cristo. Toda nuestra celebración camina con la Iglesia y con el hombre, a la vez: es del pasado y es también del presente; es de ayer y es y tiene que ser del mañana.

¿Puede convertir la liturgia a quien no está del todo ‘convertido’? ¿Es de los que cree que la liturgia, a través de “celebrantes convertidos”, como los califica usted, puede acabar removiendo el espíritu?

La liturgia exige cristianos convertidos, comprometidos, evangelizados. Lo que no quiere decir que no se evangelice con la liturgia, que no nos comprometamos con ella o que no evangelicemos celebrando los divinos misterios de nuestra fe. Toda nuestra celebración camina con la Iglesia y con el hombre, a la vez: es del pasado y es también del presente; es de ayer y es y tiene que ser del mañana.

Insisto en que la liturgia exige celebrantes convertidos, por eso concluimos con una invitación a la conversión y, en fin de cuentas, a una vida ascética. Y es que los gestos exteriores del culto tienen que unirse al corazón del hombre porque lo que cuenta no es tanto la acción externa, sino el acto personal de abandonarse a un Dios que tiene exigencias absolutas sobre el ser total del individuo. Nuestra conversión cuenta mucho para una vida según lo que celebramos.

El monje benedictino de Silos, Juan Javier Flores Arcas
El monje benedictino de Silos, Juan Javier Flores Arcas

En este sentido, la responsabilidad del celebrante parece mucha. ¿Qué habría que exigirles a los que celebran la Eucaristía?

Los celebrantes en la liturgia somo todos los que participamos en ella. La constitución de liturgia dice que, en la liturgia, cada persona, ya sea ministro o fiel, debe realizar solo aquellas acciones que le corresponden por su función y por las normas litúrgicas establecidas. La liturgia es la obra de Dios, en la que el pueblo participa, y cada uno tiene un papel específico en la celebración. Cierto que mucho depende del presidente de la celebración, de los ministros que deben hacer el misterio asequible a todos los participantes y celebrantes de la liturgia.

También es cierto que por muy “convertido” que está el oficiante, no siempre se conecta con los fieles. ¿Qué habría que exigirle a los fieles?

Los fieles necesitan formación para comprender bien los ritos, las oraciones y todos los elementos de una celebración litúrgica. La liturgia, como obra del pueblo, es una celebración que utiliza un lenguaje simbólico para conectar con lo trascendente. Los símbolos litúrgicos no son simples adornos, sino que son canales que permiten a la comunidad cristiana acceder a la gracia de Dios y participar en el misterio pascual de Cristo.

¿Cómo se puede ‘educar’ a los fieles para que realmente también ellos lleguen a ese “estupor” que brota de la celebración?

El Papa Francisco hablaba del estupor ante el misterio celebrado. La conciencia de dicha dimensión de la Liturgia no puede hacer menos que generar asombro (Desiderio desideravi nn. 24. 26), el cual nace de la conciencia de la propia pequeñez frente a un misterio infinitamente grande (n. 3). Es, precisamente, el asombro lo que permite al ser humano captar la profundidad de su existencia y del mundo circundante, así como del misterio divino. De ahí, por ejemplo, que los antiguos lo consideraran la fuente de toda verdadera filosofía.

Esta actitud de asombro es válida con mucha más razón frente al misterio de Cristo, pues la propia filosofía es Cristo: “ipsa philosophia Christus”. Él fue la misma sabiduría de Dios encarnada. De modo que, siendo la Liturgia el acceso a lo concreto del Verbo encarnado (nn. 9-13. 24), el asombro se torna una condición de posibilidad para una participación plena. El Papa Francisco ha tocado un tema fundamental cual es la belleza de la liturgia. Belleza y santidad son el adorno permanente de la divinidad. A través y por medio de la llamada via pulchritudinis o vía de la belleza, contemplamos como desde una ventana el misterio de Dios y su noble y santa hermosura. Ahora la belleza de la liturgia nos lleva directamente al misterio celebrado para la vida de los hombres. Todo un itinerario de belleza; un recorrido interior y exterior.

¿Están los sacerdotes suficientemente preparados para transmitir ese hondo sentido espiritual de la liturgia?

Tendrían que estarlo….

Imagino que en este sentido, en un entorno como el del Monasterio de Silos, a donde llegan tantos visitantes a compartir con ustedes los momentos de celebración, habrá percibido ‘conversiones’ a una nueva vivencia de la liturgia. ¿Es así? ¿Alguna que le haya llamado la atención?

Solo el Espíritu Santo conocer el interior del corazón humano. ¿Conversiones? Quien viene a rezar con nosotros, creyentes o no creyentes, se van impresionados.  ¿Convertidos? No sabría decir. Pero si tienen fe, ven a una comunidad orante que se esfuerza siete u 8ocho veces al día en cantar las alabanzas del Señor. Si no tienen fe ni experiencia religiosa… se quedan con el aparato externo, como un concierto o algo parecido. Para comprender bien la vida monástica hay que tener una buena formación religiosa y una fe acendrada que permita comprender los distintos carismas que hay en la Iglesia.

Portada del libro 'El sentido espiritual de la liturgia'
Portada del libro 'El sentido espiritual de la liturgia'

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