Fieles Difuntos (02.11.2016): la muerte es la puerta de la Vida
Introducción: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,17-27)
Lázaro lleva cuatro días enterrado. Han llegado los amigos a dar el apoyo moral a sus hermanas. El diálogo va creciendo hasta culminar en la expresión de fe por parte de Marta: “todo lo que pidas a Dios ... , ya sé que resucitará en el último día...”. Marta expone la escatología tradicional judía: consumado este mundo, Dios llevará a los justos a la vida corregida, aumentada y mejorada. Jesús le propone un paso más: la resurrección y la vida están ante ella: “Yo soy la resurrección y la vida”. Jesús es “la vida”, porque tiene el Espíritu vivificador. Quien cree en él recibe el mismo Espíritu, su misma vida, que supera la muerte física. Esto es lo que se llama “resurrección”. Se hace presente en toda muerte, igual que Jesús resucitado.
La fe, pues, nos da la vida eterna
Recordad el bautismo: “- ¿qué pides a la Iglesia? –la fe; - ¿qué te da la fe? –la vida eterna”. Es la vida que nada ni nadie nos puede arrebatar. No es la vida actual corregida, aumentada y mejorada, sino que es la misma vida de Dios, su Espíritu. Jesús trae el último día, la vida definitiva. Marta al fin cree: “yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Jesús supera la expectativa de Marta. Trae la justicia de Dios: el amor sin límites, el perdón inmerecido, gratuito. El Vaticano II lo expresa así:
Es la esperanza cristiana
Tan universal como la voluntad divina que quiere que todos los hombres se realicen, se liberen del mal, se salven de la muerte. El Amor divino lo hará posible por los caminos que sólo él conoce. Es la lógica divina, la “lógica de la gratuidad”. Esa es nuestra esperanza.
Oración:yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,17-27)
Jesús resucitado:
Contigo empieza la etapa última y definitiva de la creación.
Para quien recibe tu Espíritu no hay interrupción de la vida.
La muerte física es la puerta de la “vida nueva” que tú aportas,
de la verdadera vida,
de la vida recibida en el bautismo de la fe,
de la vida de tu Espíritu,
de la vida del amor gratuito.
Esta es, Cristo nuestro, la Buena Nueva que transmites a Marta:
“Yo soy la resurrección y la vida,
el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá;
el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre”.
Tú, Jesús de la buena muerte, eres la “la Vida”:
“se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado,
en que los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios,
y los que la escuchen tendrán vida.
Porque lo mismo que el Padre dispone de la vida,
así también ha concedido al Hijo disponer de la vida” (Jn 5,25-26).
Por eso, Jesús lleno del Espíritu, tú eres la Resurrección:
la vida que Tú comunicas supera la muerte;
a esa superación de la muerte la llamamos “resurrección”;
es el “torrente de agua viva”;
el Espíritu que reciben quienes creen en el Amor sin medida.
Esta vida invencible, que sois Tú y tu Espíritu, es el nuevo nacimiento,
el regalo “al nacer por el agua y el Espíritu”;
la Vida eterna, que tienen los que se fían de tu amor.
Esta es, Cristo Salvador, tu palabra eficaz:
“Yo os aseguro que quien acepta lo que Yo digo,
y cree en el que me ha enviado,
tiene la vida eterna;
no sufrirá un juicio de condenación,
sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5,24).
“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida,
porque amamos a nuestros hermanos.
El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3,14).
“Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino:
tuve hambre, sed, fui forastero, desnudo, enfermo, preso....” (Mt 25, 34ss).
Os dejasteis llevar por el Espíritu de Dios: el amor gratuito:
“Hijos de Dios son todos y sólo aquellos
que se dejan llevar por el Espíritu de Dios” (Rm 8, 14).
Reaviva, Jesús resucitado, tu Espíritu en nosotros:
el Espíritu que nos hace amar como Tú amas;
el Espíritu que nos lleva a amar especialmente a los más débiles;
el Espíritu que nos lleva a amar en toda circunstancia;
el Espíritu que nos “asocia a tu misterio pascual”.
Preces de los Fieles (Fieles Difuntos 02.11.2016)
El amor a los familiares difuntos nos ha reunido hoy aquí. Jesús asegura que los muertos están con él, en la manos del Padre, en la felicidad eterna. Pidamos que esta esperanza nos ayude a ser mejores, más humanos, diciendo: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por la Iglesia:
- que viva el amor de Jesús, alentando vida digna para todos;
- que promueva comunidades de vida, de ayuda mutua, de esperanza común.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por la paz de nuestra sociedad:
- que trabajemos por erradicar el paro, el hambre, la violencia...;
- que seamos civilizados al solucionar los conflictos.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por los que cuidan del bien común:
- que sean desinteresados, trabajadores, inteligentes y honrados;
- que tengan siempre nuestra comprensión y ayuda.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por los enfermos, las víctimas de la violencia, de desastres naturales...:
- que permanezcan en el amor de Dios que no abandona nunca;
- que acepten la situación y trabajen por superarla.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por los difuntos:
- que confiemos en el amor de Dios manifestado en Jesús;
- que todos disfruten de la paz de Cristo resucitado.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por esta celebración:
- que sea comunión con todos los que ya han compartido la vida resucitada;
- que esta comunión nos haga crecer en el amor mutuo, en la alegría de vivir.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
En la eucaristía, Cristo nuestro, nos has dejado un alimento para el camino de la vida. Es tu cuerpo resucitado que nos acompaña y fortalece siempre. Danos la confianza de que este pan nos da la vida para siempre. Tú, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.
Amén.
Rufo González
Lázaro lleva cuatro días enterrado. Han llegado los amigos a dar el apoyo moral a sus hermanas. El diálogo va creciendo hasta culminar en la expresión de fe por parte de Marta: “todo lo que pidas a Dios ... , ya sé que resucitará en el último día...”. Marta expone la escatología tradicional judía: consumado este mundo, Dios llevará a los justos a la vida corregida, aumentada y mejorada. Jesús le propone un paso más: la resurrección y la vida están ante ella: “Yo soy la resurrección y la vida”. Jesús es “la vida”, porque tiene el Espíritu vivificador. Quien cree en él recibe el mismo Espíritu, su misma vida, que supera la muerte física. Esto es lo que se llama “resurrección”. Se hace presente en toda muerte, igual que Jesús resucitado.
La fe, pues, nos da la vida eterna
Recordad el bautismo: “- ¿qué pides a la Iglesia? –la fe; - ¿qué te da la fe? –la vida eterna”. Es la vida que nada ni nadie nos puede arrebatar. No es la vida actual corregida, aumentada y mejorada, sino que es la misma vida de Dios, su Espíritu. Jesús trae el último día, la vida definitiva. Marta al fin cree: “yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Jesús supera la expectativa de Marta. Trae la justicia de Dios: el amor sin límites, el perdón inmerecido, gratuito. El Vaticano II lo expresa así:
“Pues como Cristo murió a favor de todos y como la llamada última del hombre es realmente única, a saber, divina, debemos sostener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, del modo conocido por Dios, se asocien al misterio pascual” (Gaudium et Spes 22).
Es la esperanza cristiana
Tan universal como la voluntad divina que quiere que todos los hombres se realicen, se liberen del mal, se salven de la muerte. El Amor divino lo hará posible por los caminos que sólo él conoce. Es la lógica divina, la “lógica de la gratuidad”. Esa es nuestra esperanza.
Oración:yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,17-27)
Jesús resucitado:
Contigo empieza la etapa última y definitiva de la creación.
Para quien recibe tu Espíritu no hay interrupción de la vida.
La muerte física es la puerta de la “vida nueva” que tú aportas,
de la verdadera vida,
de la vida recibida en el bautismo de la fe,
de la vida de tu Espíritu,
de la vida del amor gratuito.
Esta es, Cristo nuestro, la Buena Nueva que transmites a Marta:
“Yo soy la resurrección y la vida,
el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá;
el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre”.
Tú, Jesús de la buena muerte, eres la “la Vida”:
“se acerca la hora, o, mejor dicho, ha llegado,
en que los muertos van a oír la voz del Hijo de Dios,
y los que la escuchen tendrán vida.
Porque lo mismo que el Padre dispone de la vida,
así también ha concedido al Hijo disponer de la vida” (Jn 5,25-26).
Por eso, Jesús lleno del Espíritu, tú eres la Resurrección:
la vida que Tú comunicas supera la muerte;
a esa superación de la muerte la llamamos “resurrección”;
es el “torrente de agua viva”;
el Espíritu que reciben quienes creen en el Amor sin medida.
Esta vida invencible, que sois Tú y tu Espíritu, es el nuevo nacimiento,
el regalo “al nacer por el agua y el Espíritu”;
la Vida eterna, que tienen los que se fían de tu amor.
Esta es, Cristo Salvador, tu palabra eficaz:
“Yo os aseguro que quien acepta lo que Yo digo,
y cree en el que me ha enviado,
tiene la vida eterna;
no sufrirá un juicio de condenación,
sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Jn 5,24).
“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida,
porque amamos a nuestros hermanos.
El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3,14).
“Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino:
tuve hambre, sed, fui forastero, desnudo, enfermo, preso....” (Mt 25, 34ss).
Os dejasteis llevar por el Espíritu de Dios: el amor gratuito:
“Hijos de Dios son todos y sólo aquellos
que se dejan llevar por el Espíritu de Dios” (Rm 8, 14).
Reaviva, Jesús resucitado, tu Espíritu en nosotros:
el Espíritu que nos hace amar como Tú amas;
el Espíritu que nos lleva a amar especialmente a los más débiles;
el Espíritu que nos lleva a amar en toda circunstancia;
el Espíritu que nos “asocia a tu misterio pascual”.
Preces de los Fieles (Fieles Difuntos 02.11.2016)
El amor a los familiares difuntos nos ha reunido hoy aquí. Jesús asegura que los muertos están con él, en la manos del Padre, en la felicidad eterna. Pidamos que esta esperanza nos ayude a ser mejores, más humanos, diciendo: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por la Iglesia:
- que viva el amor de Jesús, alentando vida digna para todos;
- que promueva comunidades de vida, de ayuda mutua, de esperanza común.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por la paz de nuestra sociedad:
- que trabajemos por erradicar el paro, el hambre, la violencia...;
- que seamos civilizados al solucionar los conflictos.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por los que cuidan del bien común:
- que sean desinteresados, trabajadores, inteligentes y honrados;
- que tengan siempre nuestra comprensión y ayuda.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por los enfermos, las víctimas de la violencia, de desastres naturales...:
- que permanezcan en el amor de Dios que no abandona nunca;
- que acepten la situación y trabajen por superarla.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por los difuntos:
- que confiemos en el amor de Dios manifestado en Jesús;
- que todos disfruten de la paz de Cristo resucitado.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
Por esta celebración:
- que sea comunión con todos los que ya han compartido la vida resucitada;
- que esta comunión nos haga crecer en el amor mutuo, en la alegría de vivir.
Roguemos al Señor: “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14).
En la eucaristía, Cristo nuestro, nos has dejado un alimento para el camino de la vida. Es tu cuerpo resucitado que nos acompaña y fortalece siempre. Danos la confianza de que este pan nos da la vida para siempre. Tú, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.
Amén.
Rufo González