LA HOMILÍA HECHA ORACIÓN (Inmaculada Concepción de María (08.12. 2013)
Inmaculada Concepción de María
Introducción: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,26-38)
El texto pertenece a los “relatos de infancia” de Lucas. Hay paralelismo entre Juan Bautista y Jesús: anuncio y realidad de sus nacimientos, y sus primeras actividades. El paralelismo compara las dos etapas del proyecto salvador: antes y después de Jesús. Juan es el eslabón entre ambas etapas. Hoy leemos el anuncio del nacimiento de Jesús. El relato está construido con esquemas de anuncios del Antiguo Testamento: mensajero, saludo, sorpresa del visitado, mensaje, objeción, explicación con signo, consentimiento. La nueva alianza que inicia Jesús es superior respecto de la antigua. Israel, representado por Juan, ha sido superado por la venida de Jesús. Todo es nuevo. La intervención divina es enteramente original: lugar nuevo y lejano, en una casa normal, a una doncella (signo de virginidad), sin relieve social, prometida en matrimonio, pero sin vivir aún junto con su prometido.
El saludo, “alégrate”, es una invitación al gozo, similar a las profecías mesiánicas de Sofonías (3, 14ss), Zacarías (2,14; 9,9), Joel (2,21ss). “Llena de gracia” es el nombre dado por Dios a través de su representante o embajador; literalmente puede traducirse por “tú que has estado y sigues estando llena de gracia (o de favor divino)”. “El Señor está contigo”, es una fórmula habitual en el Antiguo Testamento para expresar la ayuda divina a todos los que reciben de Él alguna misión complicada (Gn 26,3; Ex 3,11; Jue 6,12; Jer 1,8.19; etc); Lucas también lo utiliza para expresar la cercanía y la ayuda de Dios con diversas personas: el Bautista (Lc 1,66), José en Egipto (He 7,9), Jesús (He 10,38), los primeros misioneros (He 11,21), Pablo (He 18,10). “Bendita tú entre las mujeres”, es una adicción posterior; traslado probable de 1,42, donde sí es original.
María se turba, pero no tiene temor como Zacarías (Lc 1, 12). Su desconcierto era por el sentido de las palabras angélicas: ¿qué es esto? ¿qué quiere Dios de mí? ¿va a venir el Mesías? ¿yo tengo que intervenir? María recibe la seguridad de que goza del favor total de Dios. Y a continuación recibe el mensaje: “concebirás en tu vientre...”. Expresa la identidad de Jesús (“Dios salva”), será Grande (por su filiación divina), Hijo del Altísimo, Dios le dará el trono de David, su reino no tendrá fin.
María objeta cómo será eso, pues no conoce varón (lit: “no estoy conociendo varón”). No pide pruebas, sino explicación sobre el modo de realizarse. Confía en Dios. El ángel le aclara: como la nube cubría el arca de la alianza, así Dios te cubrirá con su sombra. La nube es signo de la presencia activa de Dios (Ex 40, 38). La concepción es una acto creador. Por eso está el Espíritu Santo, fuerza creadora de la nueva humanidad. El signo es el embarazo de Isabel, anciana y estéril. La actitud de María no es de incredulidad como Zacarías; es propia de quienes están prestos a la voluntad divina: “hágase en mí según tu palabra”. Modelo de creyente.
ORACION: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38)
Señor Jesús:
Asistimos hoy a un diálogo de tu madre con el Misterio creador.
El ángel pudo ser el silencio en el que Dios intima su voluntad.
Tu madre conocía lo que Dios había inspirado a otros creyentes de su pueblo:
“¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel,
alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén!
¡Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión,
pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti!” (Sofonías 3,14ss; Zacarías 2,14).
Estas palabras formaban parte de su diálogo con el misterio de Dios.
¡Cuántas veces las habría meditado!
¿Qué querrán decir?, habría orado muchas veces.
¿Vendrá Dios personalmente a morar entre sus fieles?
¿Tomará cuerpo humano en alguna hija de nuestro pueblo?
¡Qué dichosa será entre todas las mujeres!
¿Y si me eligiera a mí?
Ahora no podría ser: ¡no estoy conociendo varón!
De todos modos: si Dios me necesita, sabe que cuenta conmigo.
¡Hágase en mí su palabra!, sería siempre la conclusión de su orar.
Los primeros cristianos conocían profundamente a tu madre;
Lucas puso por escrito la admiración y cariño que sentían por ella.
Estaban persuadidos de que había sido modelo de cristiana:
de que Dios la había bendecido para acogerte a Ti, Hijo del Padre;
de que siempre tuvo Dios permiso para habitar en sus entrañas.
Este es el misterio que celebramos hoy en la Iglesia:
creemos que María, desde el primer instante de su ser,
fue llena de gracia, de favor gratuito de Dios;
creemos que el Espíritu Santo estuvo con ella siempre;
creemos que vivía como sagrario permanente de su presencia;
creemos que el Espíritu la preparó para ser arca de la alianza nueva;
creemos que el Espíritu se unió a su espíritu y la hizo creyente.
Hoy venimos a hacer nuestra su alegría.
“Alégrate, favorecida, el Señor está contigo”, le cantamos con el ángel.
Su bendición ha pasado a ser nuestra bendición.
Queremos felicitarla: compartir lo que el Señor ha hecho en ella.
Gracias a su fe, a su confianza y a su entrega a Dios,
nosotros hemos sido agraciados por el favor divino:
Dios “nos ha bendecido con la bendición del Espíritu.
Nos eligió con Jesús Mesías antes de crear el mundo
para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor;
destinándonos ya desde entonces a ser adoptados por hijos suyos
por medio de Jesús, Mesías” (Ef 1, 3-5).
Ayúdanos, Cristo Jesús, a ser agradecidos como María:
“a proclamar la grandeza del Señor,
a alegrarnos en Dios nuestro Salvador,
porque se ha fijado en nuestra humillación”;
a creer que "su misericordia llega siempre,
su brazo desbarata los planes de los arrogantes,
derriba del trono a los poderosos
y encumbra a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos
y despide vacíos a quienes confían en su riqueza” (Lc 1, 46-53)
Rufo González
Introducción: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,26-38)
El texto pertenece a los “relatos de infancia” de Lucas. Hay paralelismo entre Juan Bautista y Jesús: anuncio y realidad de sus nacimientos, y sus primeras actividades. El paralelismo compara las dos etapas del proyecto salvador: antes y después de Jesús. Juan es el eslabón entre ambas etapas. Hoy leemos el anuncio del nacimiento de Jesús. El relato está construido con esquemas de anuncios del Antiguo Testamento: mensajero, saludo, sorpresa del visitado, mensaje, objeción, explicación con signo, consentimiento. La nueva alianza que inicia Jesús es superior respecto de la antigua. Israel, representado por Juan, ha sido superado por la venida de Jesús. Todo es nuevo. La intervención divina es enteramente original: lugar nuevo y lejano, en una casa normal, a una doncella (signo de virginidad), sin relieve social, prometida en matrimonio, pero sin vivir aún junto con su prometido.
El saludo, “alégrate”, es una invitación al gozo, similar a las profecías mesiánicas de Sofonías (3, 14ss), Zacarías (2,14; 9,9), Joel (2,21ss). “Llena de gracia” es el nombre dado por Dios a través de su representante o embajador; literalmente puede traducirse por “tú que has estado y sigues estando llena de gracia (o de favor divino)”. “El Señor está contigo”, es una fórmula habitual en el Antiguo Testamento para expresar la ayuda divina a todos los que reciben de Él alguna misión complicada (Gn 26,3; Ex 3,11; Jue 6,12; Jer 1,8.19; etc); Lucas también lo utiliza para expresar la cercanía y la ayuda de Dios con diversas personas: el Bautista (Lc 1,66), José en Egipto (He 7,9), Jesús (He 10,38), los primeros misioneros (He 11,21), Pablo (He 18,10). “Bendita tú entre las mujeres”, es una adicción posterior; traslado probable de 1,42, donde sí es original.
María se turba, pero no tiene temor como Zacarías (Lc 1, 12). Su desconcierto era por el sentido de las palabras angélicas: ¿qué es esto? ¿qué quiere Dios de mí? ¿va a venir el Mesías? ¿yo tengo que intervenir? María recibe la seguridad de que goza del favor total de Dios. Y a continuación recibe el mensaje: “concebirás en tu vientre...”. Expresa la identidad de Jesús (“Dios salva”), será Grande (por su filiación divina), Hijo del Altísimo, Dios le dará el trono de David, su reino no tendrá fin.
María objeta cómo será eso, pues no conoce varón (lit: “no estoy conociendo varón”). No pide pruebas, sino explicación sobre el modo de realizarse. Confía en Dios. El ángel le aclara: como la nube cubría el arca de la alianza, así Dios te cubrirá con su sombra. La nube es signo de la presencia activa de Dios (Ex 40, 38). La concepción es una acto creador. Por eso está el Espíritu Santo, fuerza creadora de la nueva humanidad. El signo es el embarazo de Isabel, anciana y estéril. La actitud de María no es de incredulidad como Zacarías; es propia de quienes están prestos a la voluntad divina: “hágase en mí según tu palabra”. Modelo de creyente.
ORACION: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38)
Señor Jesús:
Asistimos hoy a un diálogo de tu madre con el Misterio creador.
El ángel pudo ser el silencio en el que Dios intima su voluntad.
Tu madre conocía lo que Dios había inspirado a otros creyentes de su pueblo:
“¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel,
alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén!
¡Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión,
pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti!” (Sofonías 3,14ss; Zacarías 2,14).
Estas palabras formaban parte de su diálogo con el misterio de Dios.
¡Cuántas veces las habría meditado!
¿Qué querrán decir?, habría orado muchas veces.
¿Vendrá Dios personalmente a morar entre sus fieles?
¿Tomará cuerpo humano en alguna hija de nuestro pueblo?
¡Qué dichosa será entre todas las mujeres!
¿Y si me eligiera a mí?
Ahora no podría ser: ¡no estoy conociendo varón!
De todos modos: si Dios me necesita, sabe que cuenta conmigo.
¡Hágase en mí su palabra!, sería siempre la conclusión de su orar.
Los primeros cristianos conocían profundamente a tu madre;
Lucas puso por escrito la admiración y cariño que sentían por ella.
Estaban persuadidos de que había sido modelo de cristiana:
de que Dios la había bendecido para acogerte a Ti, Hijo del Padre;
de que siempre tuvo Dios permiso para habitar en sus entrañas.
Este es el misterio que celebramos hoy en la Iglesia:
creemos que María, desde el primer instante de su ser,
fue llena de gracia, de favor gratuito de Dios;
creemos que el Espíritu Santo estuvo con ella siempre;
creemos que vivía como sagrario permanente de su presencia;
creemos que el Espíritu la preparó para ser arca de la alianza nueva;
creemos que el Espíritu se unió a su espíritu y la hizo creyente.
Hoy venimos a hacer nuestra su alegría.
“Alégrate, favorecida, el Señor está contigo”, le cantamos con el ángel.
Su bendición ha pasado a ser nuestra bendición.
Queremos felicitarla: compartir lo que el Señor ha hecho en ella.
Gracias a su fe, a su confianza y a su entrega a Dios,
nosotros hemos sido agraciados por el favor divino:
Dios “nos ha bendecido con la bendición del Espíritu.
Nos eligió con Jesús Mesías antes de crear el mundo
para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor;
destinándonos ya desde entonces a ser adoptados por hijos suyos
por medio de Jesús, Mesías” (Ef 1, 3-5).
Ayúdanos, Cristo Jesús, a ser agradecidos como María:
“a proclamar la grandeza del Señor,
a alegrarnos en Dios nuestro Salvador,
porque se ha fijado en nuestra humillación”;
a creer que "su misericordia llega siempre,
su brazo desbarata los planes de los arrogantes,
derriba del trono a los poderosos
y encumbra a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos
y despide vacíos a quienes confían en su riqueza” (Lc 1, 46-53)
Rufo González